La cerveza artesana española refresca el verano neoyorquino
Los productores nacionales se hacen hueco en un mercado con más de 3.500 marcas
Un festival gastronómico en la orilla del East River, a una decena de manzanas al Sur de la sede de las Naciones Unidas, encierra muchos de los tópicos sobre España: temática taurina -el evento se llama «Running of the Beef», en alusión a los encierros de Pamplona-, colores rojos, clase multitudinaria de flamenco, tapas… Pero hay un elemento que escapa al cliché patrio y que gana territorio en EE.UU.: la cerveza artesana española.
La jornada la organiza Jimmy Carbone, una institución de la escena cervecera de Nueva York. Su bar en el East Village, Jimmy’s No. 43, con una docena de grifos de cerveza repletos de sorpresas, es un templo del lúpulo en Nueva York que siempre tiene alguna variedad artesana española en la cámara frigorífica.
El de Carbone no es un caso aislado. Black Tiger, en el West Village, es otro de los bares de peregrinación para los amantes de la cerveza donde es habitual encontrar pequeños productores españoles, como L’Anjub, Domus, Edge, Gisberga o Naparbier. También la creciente colonia de restaurantes españoles en la Gran Manzana se han apuntado a esta tendencia, ofreciendo cervezas muy poco conocidas. Incluso lo hacen locales que no tienen nada que ver en su oferta con la comida o la bebida españolas, como Torst -con estrella Michelin-, o The Randolph.
«La imagen de esta cerveza es limitada, la mayoría de los aficionados hasta hace poco solo conocían Estrella y San Miguel», explica Joel Shelton, de la importadora Shelton Brothers. «Hay curiosidad por probar las nuevas cervezas artesanas y desde el primer momento quien lo hace reconoce que la calidad es superior a la esperada».
Shelton recorre el mundo en busca de cervezas que pueda distribuir en EE.UU. En España ha descubierto una creciente comunidad de pequeños productores «que cuidan al detalle lo que en última instancia debe importar en la cerveza: el sabor». También lo hace Jessica García-Agullo, una hispanoestadounidense que peina los cerveceros españoles para su importadora Iberian Beer United. «Muchas cervezas que se elaboran en España aún no tienen mucha calidad. Es un sector nuevo y hay que aprender. Pero las que importamos son muy, muy buenas», asegura.
¿Qué encuentra el aficionado neoyorquino a la cerveza en las variedades españolas? «Suelen ser más suaves y delicadas en carácter del lúpulo y amargor, muy apreciados en algunos estilos, como el Indian Pale Ale y el American Pale Ale, pero para mucha gente el perfil más suave y frutado de las cervezas españolas se marida mejor con la comida», dice García-Agullo.
Elevados precios
A pesar de los avances, la presencia de la cerveza artesana española es testimonial si se compara con los productores domésticos. La escena microcervecera de EE.UU. es mastodóntica -casi 3.500 pequeños productores esparcidos por todo el país- y entrar en ese mercado es complicado. «El mayor obstáculo es el precio», explica García-Agulló, y relata la necesidad de importar malta fuera de España a precios astronómicos y la ausencia de apoyo público, además de los gastos de importación y distribución. «Llega al consumidor a un precio tres veces más caro que la cerveza estadounidense» , añade. «No es fácil convencer al propietario de un bar en que se gaste más dinero en una preciosa cerveza española cuando puede vender otra muy buena de EE.UU. a un precio mucho más barato», apuntala Shelton.
Otro problema es que, en muchas ocasiones, los productores españoles insisten en producir estilos muy comunes en EE.UU. «Yo les animo a que hagan cervezas únicas, propias de su región», dice Shelton. «Buscamos productos especialmente ibéricos: cervezas maduradas en barricas de vino o jerez , o con ingredientes como el membrillo, la borra de sidra o el bagazo», añade García-Agullo.
En EE.UU., la reputación del vino español es de ofrecer una excelente relación calidad-precio. En el caso de la cerveza, tendrá que ingeniárselas para bajar su precio y conseguir una penetración verdadera en este mercado. Como asegura García-Agullo, «la buena cerveza artesana debe ser un lujo asequible».
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