Philippe Starck: «No tengo clientes ricos, solo gente que no tira su dinero»
El diseñador francés ahora crea megayates para algunos de los hombres más poderosos del mundo
El bautismo de fuego de Philippe Starck como diseñador de los ricos y famosos llegó en 1978, cuando cayó en sus manos la tarea de decorar la mítica discoteca parisina Les Bains Douches. Aquel decadente club equipado con piscinas y duchas no tardó en convertirse en el baño pompeyano de la beautiful people ochentera, donde divos del pop como David Bowie, Mick Jagger, Prince y Andy Warhol se juntaban para lavar sus pecados nocturnos. Con esa tarjeta de presentación, un Starck de solo 34 años llamó a la puerta del Palacio del Elíseo. En 1983, el presidente François Mitterrand, aconsejado por su ministro de Cultura, encomendó al joven diseñador remozar sus apartamentos privados en el número 55 de la Rue du Faubourg Saint-Honoré
Aquel revolucionario proyecto elevó a Starck al Olimpo del diseño y el interiorismo francés, compartiendo laureles con monstruos sagrados como Olivier Mourgue y Andrée Putman. Tres décadas después de su debut, recibe más de 250 ofertas al año, de las cuales solo acepta una docena: hoteles, restaurantes, tiendas y residencias privadas que suplican por recibir el toque de Midas. Del eternamente vanguardista hôtel Costes de París al hotel Royalton de Nueva York, pasando por el restaurante Teatriz de Madrid y el Asahi Beer Hall de Tokyo, todo lo que pasa por las manos de Starck se transforma en rabiosa modernidad.
Ahora, más interesado en cuestiones como la sostenibilidad y la movilidad que en la paleta cromática o las texturas, Starck se ha lanzado al diseño del juguete definitivo para los súper ricos del mundo: los megayates. Entre sus clientes figuran el difunto Steve Jobs, fundador de Apple, y el oligarca ruso Andréi Melnichenko, para quien ha creado una nave de 120 metros de eslora con forma de submarino valorada en 263 millones de euros. Muchas de esas embarcaciones atracan estos días en Port Adriano, una de las pocas joyas arquitectónicas que Starck ha firmado en España.
Port Adriano es el puerto deportivo para grandes yates más moderno del Mediterráneo, una marina ubicada en el sudoeste de la bahía de Palma de Mallorca gestionada por la familia Zaforteza. Starck, que vive en el campo con su mujer, no suele frecuentar los rincones que ha decorado. «Pero cuando lo hago me siento feliz porque veo que hay personas que están de acuerdo con mi visión», explica a ABC. El tráfico de yates en este puerto mallorquín ha crecido un 30 por ciento durante 2015. Algo tendrá que ver el allure de su creador, un buen gusto que impregna cada detalle.
— ¿El cliente español es dócil?
No tengo clientes, solo amigos y socios. Trabajo con gente a la que amo.
— ¿Qué querían los Zaforteza para modernizar Port Adriano?
No recuerdo ninguna exigencia, pero sí recuerdo que los Zaforteza eran una familia muy amable. Toni y su tío son hombres elegantes, inteligentes y llenos de curiosidad. Cuando te encuentras con gente así, todo es armonía.
— Ahora diseña megayates. ¿Es la última frontera en el negocio del lujo?
Jamás he diseñado yates superlujosos, aunque sí son costosos. Solo espero haber diseñado las embarcaciones más creativas, inteligentes, hi-tech y elegantes. Para mí el lujo no significa nada.
— ¿Se siente la crisis en su negocio?
No se siente cuando trabajas con buenos jugadores en proyectos inteligentes, legítimos y útiles.
— O sea, los ricos gastan igual en épocas de vacas flacas...
No tengo ni idea. No tengo cliente ricos, solo conozco a hombres de negocio, gente que no tira su dinero.
— ¿Cuál ha sido su proyecto más difícil?
Por extraño que parezca, los proyectos más complicados no son los más grandes. Las cosas más pequeñas exigen la perfección absoluta. Por ejemplo, jamás he conseguido inventar una copa para vino mejor que la que ya existe.
— Hablando de historia del diseño, ¿cuál es el mejor invento jamás creado?
En el mundo del diseño no hay inventos brillantes, esos están en manos de científicos e ingenieros. Lamentablemente, aunque trato de ser ambas cosas, no llego al nivel ni de uno ni de otro.
— Pero usted es una auténtica estrella.
Vivo con mi mujer en medio de la nada, en medio del mar, en medio de un bosque, en medio de una habitación de un hotel perdido. Mis vecinos son pescadores y granjeros y ninguno de ellos me ve como una «estrella». Eso me tranquiliza mucho, porque cuando te sientes una estrella significa que estás muerto.
— ¿Qué caprichos se permite un creador de belleza y lujo como usted?
No sé lo que es la belleza. Pienso más en el territorio de la armonía y la elegancia, valores que no pasan de moda. La belleza es algo demasiado temporal, demasiado trendy. Tampoco sabría definir qué es el lujo. Pienso en términos de inteligencia, calidad y longevidad. Por eso para mí lo más bello del mundo es seguir siendo capaz de amar.