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«Palacios privados»
Tras un trimestre tórrido, Hollande y su compañera de la época, Valérie Trierweiler, decidieron lucir los kilos ganados, en la playa del Fuerte de Brégançon

Cinco años antes, Hollande había roto con relativa discreción su pareja de hecho –veinte años de vida en común– con Ségolène Royal. Tras siete largos años de vida amorosa más o menos discreta, la pareja Hollande-Trierweiler se había instalado en el Elíseo tres meses antes y decidió celebrar el poder conquistado, el amor aparentemente intacto y los kilos ganados con vertiginosa rapidez –en un trimestre corto de vida palaciega– en una residencia de recreo íntimo del jefe del Estado.
El Fuerte de Brégançon fue durante siglos una fortaleza militar, antes de convertirse en una residencia de Estado, para monarcas, presidentes y príncipes de una República con muchas ínfulas «monárquicas». El Fuerte de Brégançon no destaca por su confort ni su cocina. Pero un presidente de Francia siempre viaja con un séquito de cocineros y personal de intendencia.
Eso se dijeron la pareja Hollande-Trierweiler. La erótica de los amantes bien podía ser compatible con la erótica del poder, dando órdenes a todo tipo de chóferes, escoltas, cocineros, señoritas de compañía y oficiosos chambelanes de una diminuta corte de opereta republicana.
Encantado, Hollande descubrió que la erótica del poder supremo era compatible con los caprichos carnales más diversos. Y pronto se dejó arrastrar por el encanto de otros lechos de amor, compartidos con la actriz Julie Gayet, con frugales desayunos con café y cruasanes, servidos por guarda espaldas utilizados como mozo de servicio. Trierweiler tardó un par de años en descubrir el pastel, tras aburrirse, sola, en el lecho «conyugal» del Elíseo, mientras su compañero y presidente se entretenía con su nueva amante, alegando graves reuniones «diplomáticas».
Hollande no ha deseado volver a la playa privada del Fuerte de Brégançon. Trierweiler decidió perder los kilos ganados durante los primeros meses de amor y poder, en el Elíseo, cobrando dos millones de euros cortos por escribir las crueles «memorias íntimas» de su vida con un presidente que ha nombrado ministra de la Ecología a la madre de sus cuatro hijos, sin romper con una actriz que no se deja arrastrar por el pecado venial de la gula. Hollande, por el contrario, recuerda con nostalgia sus fotos en bañador del verano del 2012. Cinco años después, ha perdido en los sondeos los kilos acumulados en su vientre presidencial, sin cesar comenzando, como reza el legendario poema de Paul Valery escrito a mayor gloria del cementerio de Sète, que no está muy lejos de Bormes-les-Mimosas, camino de España.