La precipitada salida del embajador de Francia
Habrá que esperar para saber qué ocurre con los faisanes y gallinas del jardín del palacete

En época de verano llegan nuevos aires a la embajada de Francia : en torno al 22 de agosto, el actual embajador, Jérôme Bonnafont , abandonará Madrid y su lugar será ocupado por Yves Saint Geours , historiador que ya ha pasado por delegaciones diplomáticas en Rumanía y Brasil . Según cuentan, Saint Geours es buen amigo del antecesor de Bonnafont en el cargo, Bruno Delaye , que tan buen sabor de boca nos dejó durante los años que trabajó en Madrid . Apasionado de todo lo español (el flamenco, los toros...) y con un carácter abierto y muy tolerante , en la capital nadie olvida las importantes reuniones sociales que se celebraban en la residencia del embajador durante la época de Delaye.
El suyo era un estilo muy diferente al del actual representante de Francia, quien aprovechó este destino para celebrar, el pasado mes de diciembre, su boda civil con su pareja de hace más de 25 años, Danny Lalrinsanga . Fue una ceremonia que pilló por sorpresa a los invitados que esa noche se reunieron en el salón de tapices de los Gobelinos y entre los que se encontraban desde el conde de Fontao hasta Ana de Palacio . Todos pensaban que se trataba de una velada más, pero en realidad era una noche para oficializar su unión legal. Para festejarlo, su hijo de seis años cantó delante de los asistentes en una imagen de lo más insólita .
La salida del embajador se produce antes de lo que algunos creían y en ciertos círculos la pregunta que se hacen es cuál será el futuro de la colección de faisanes y gallinas que se podían ver por los jardines de este palacete de la calle Serrano y que fue también una aportación del actual embajador. Tal vez podría consultar al duque viudo de Alba , quien a la muerte de Cayetana y su consiguiente salida del palacio de Dueñas también tuvo que ocuparse de las gallinas que con tanto mimo cuidaba a diario personalmente . Sin duda fue uno de los momentos más tristes, ya que se había diseñado hasta un gallinero en los jardines de Dueñas. La decisión de Alfonso Diez fue la mejor: repartió sus gallinas entre los amigos de Sevilla que tenían campo para poder mantenerlas. Así, ahora las puede visitar cada vez que viaja a Andalucía.
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