Olvido Hormigos: «Era y soy maestra, pero con mi historia no me contratarían en un colegio»

La exconcejal socialista devenida en estrella mediática publica una novela erótica

Olvido Hormigos: «Era y soy maestra, pero con mi historia no me contratarían en un colegio» ÓSCAR DEL POZO

laura revuelta

Que a Olvido Hormigos le gusta el sexo más que comer con los dedos lo saben de Los Yébenes a Chiclana . La España entera y, cada día, más verdadera. De aquellos polvos vienen estos lodos. Tal cual, de aquellos polvos viene este libro con título a las claras, «El abrazo infiel», y que ella define como «romántico, igual que ‘‘ Cincuenta sombras de Grey ’’. «¡Ojo: no erótico!». Eso tendrá que explicárnoslo, porque ya en la primera línea Adriana, su protagonista, se «quita la blusa y también el sujetador de encaje de un elegante gris nacarado».

Que a Olvido le gusta comer mucho y bien con su cuchillo y su tenedor, aunque no sé si tanto como el sexo a manos llenas, se lo cotilleo a ustedes. Está delgada y no hace ejercicio, asegura, y tras el mono blanco que viste se transparenta el sujetador de encaje. Olvido no puede esconder que es la Adriana de su novela y mi obligación reside en contarles todo lo que observo, incluso debajo del vestido.

En la comida que compartimos a solas, yo opté de segundo por una merluza sin acompañamiento extra, y ella, por un buen plato de carne con todos sus tropezones. No estaba muy cruda: en su punto, como los hombres con los que se cuenta , y se ha visto vía interplanetaria, que ha estado. De primero, coincidimos en el gazpacho, aderezado con una pizca de pimiento verde (¿una sutil indirecta del cocinero, perdón, del «chef»?) que por la tarde repitió un poco. Tanto verde en el plato, en el libro...

Sexo y amor

En el menú no hay ningún detalle rosa porque cerramos con un café negro, amargo y con hielo. No obstante, Olvido Hormigos pone la nube de azúcar cuando recalca a lo largo de la conversación que «Adriana es una romántica porque busca el amor de su vida. Lo que todos». Pero ¿hay amor sin cama?, me pregunto, y se lo comento: «El sexo forma parte de la vida de todo el mundo; yo lo he contado con más o menos detalle» . Con pelos y señales, para mí, aunque confiesa que «cuando tenía alguna duda por si subía demasiado el tono del relato –ese verde que repite y se repite–, telefoneaba a mi editora». «Por lo que me ha pasado, puede parecer que yo solo me muevo por sexo. Lo único que se acabó fue la pasión en mi matrimonio, como a otros muchos» , remata la que algunos han calificado maliciosamente como la protagonista de «las cincuenta sombras manchegas».

En la sobremesa, pienso que Olvido Hormigos se parece a ese café de fin de atracón: fuerte, con un toque de dulzura y mucho hielo que al final se deshace. El frío desaparece con el calor. Pura ley de física. «No soy fría –apunta–, como muchas personas me ven, sino que intento que nada me afecte. Voy a un programa de televisión; me dicen todo lo que quieren y me olvido. Intento pasar, pero las espinitas se han ido clavando. También he aprendido a protegerme mucho. No he hecho nada malo. No entiendo esa manera de crucificarme».

Ya sabemos por qué Olvido se llama Olvido y que su vida pública ha sido como una espinita que se le ha clavado en el corazón. La letra de un bolero. Olvido, pese a ser de pueblo, de Los Yébenes toledanos, ha llevado una existencia que en manos de Aristófanes se habría elevado a la categoría de tragicomedia clásica. Ella, la heroína en tres actos: mujer con marido y amantes varios, que sigue «felizmente» en matrimonio, y que aporta tres adorados hijos a este nudo y desenlace. Para remate, ha participado en la asamblea política. Claro que no estamos en tiempos ni de Aristófanes ni de Sócrates.

De patitas en la calle

Llegó a concejal, siendo maestra, con el PSOE porque es «muy activa» y le gustaba «ayudar» en su pueblo. Recuerda que su partido «no ganó entonces las elecciones, sino que llegó a la alcaldía en coalición». La sutil venganza viene envuelta en encaje en la siguiente frase del segundo acto: «A la alcaldía de mi pueblo han vuelto quienes me rechazaron». Apostilla su programa político con este eslogan: «No me parece justo que gobierne quien ha conseguido menos votos y como ciudadana me da igual con quién se acueste el político de turno, lo que importa es el trabajo, un sueldo, una casa...». Voten a Olvido. Alcaldesa, ya. No va a poder ser porque no tiene previsto unirse de nuevo a aquellos que la pusieron de patitas en la calle de un día para otro con la excusa de que «la política ya estaba bastante desprestigiada»; se saca esta espinita que lleva clavada en el corazón y, de paso, se acuerda de la corrupción posterior. ¿Quién puso más en la balanza del desprestigio: el sexo o el dinero negro?

Llegó a la televisión porque «aprovecho todas las oportunidades». Las mismas razones por las que acepta escribir este libro erótico-romántico y porque, como asume sin mayor rubor, «era y soy maestra, pero con mi historia es imposible que me contraten en un colegio». En los próximos meses toca vestirse de escritora. Tengo que preguntarle si antes ha sido lectora: «Como soy muy romántica, me encanta la poesía. Marwan, por ejemplo». ¿Y de los maestros del erotismo? «El monte de Venus», de Anäis Nin. De los maestros del antierotismo, «Los pilares de la Tierra», de Ken Follet. Nada libidinoso. No le menciono a Truman Capote, que no es poesía sino ácido vitriólico, pero estoy segura de que a él le habría encantado tomarse un café con Olvido Hormigos, menear el azúcar con la cucharilla y no dejar que el hielo se derritiera.

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