EL PULSO DEL PLANETA
El Louvre como recreo de los ricos y famosos
El museo ha iniciado una nueva etapa: asumir funciones de parque de atracciones selectivo, alquilando sus más históricos espacios
Hace meses, la cantante Beyoncé y su marido, Jay Z, decidieron alquilar varias salas del museo almirante de la cultura francesa , el Louvre de París , con el fin de fotografiarse «a título privado» ante las más legendarias piezas del gran arte universal.
Se desconoce el montante de la factura pagada por la cantante, compositora, bailarina y actriz estadounidense. Pero su compañero sentimental, rapero, productor y empresario se apresuró a utilizar publicitariamente las fotos «íntimas» tomadas ante «La Gioconda» de Leonardo Da Vinci . Otros grandes museos, como el Orsay, habían alquilado sus salas y espacios públicos para celebrar suntuosas cenas empresariales. Pero el caso de Beyoncé, en el Louvre, abre las puertas a un nuevo «modelo» de explotación comercial de la antigua residencia real, que Luis XIV decidió transformar en «depósito» de la colección real de obras de arte. A partir de 1793 (el año del «Terror revolucionario»), el Louvre se transformó definitivamente en museo nacional, que Baudelaire definía como el espacio de una «comunión» entre un pueblo y su gran arte.
Aceptando «alquilar» el espacio excepcional de «La Gioconda» a una artista de variedades, que utiliza el icono clásico para hacerse publicidad «cultural», el Louvre entra definitivamente en el negocio del entretenimiento con precios a la altura del acontecimiento.
Una visita, entre 9.000 y 50.000 euros
Una «visita privada» puede costar entre 9.000 y 50.000 euros , según el número de invitados del anfitrión. Una cena bajo la pirámide en la entrada de la pinacoteca, concebida por el arquitecto estadounidense de origen chino Ieoh Ming Pei para modernizar la venerable institución patriótica nacional, puede costar entre 28.000 y 68.000 euros , según el número de invitados. Esos precios no siempre incluyen las «atracciones» de los más selectos parques de atracciones culturales, conferencias, vídeos pedagógicos y chucherías de esa naturaleza, que son objeto de negociaciones paralelas, en función de las necesidades «artísticas» y/o publicitarias de quienes alquilan las venerables salas del museo, que sigue la brecha comercial abierta en su día en el palacio de Versalles.
Kim Kaardashian y su esposo, el rapero Kanye West, celebraron una cena entre amigos, en Versalles, el mes de mayo de 2014, cocinada por un restaurador parisino que servía los platos al ritmo de una orquesta barroca animada por la cantante Lana Del Rey. El Louvre ha recibido proposiciones de ese tipo, pero prefiere dar a su nuevo negocio una dimensión «más selectiva» . Se aceptan las fotos «íntimas» de Beyoncé ante la obra más famosa de Leonardo, pero «Las Tres Gracias» de Botticelli todavía no sirven de «fondo» para una merendola con hamburguesas y refrescos en lata.
Aunque ya funciona una hamburguesería en los lugares de tránsito del Louvre , está integrada en los espacios nobles, donde la clientela más selecta prefiere contratar los servicios de un restaurador de prestigio si es necesario ofrecer un refrigerio a los invitados de una velada de cumpleaños o promoción de productos de lujo.
El gremio de los conservadores de museos asiste a la deriva mercantilista del Louvre y otros centros con resignado silencio. Hace meses, la dirección del Centro Pompidou pidió a los conservadores del museo que «desapareciesen» durante la instalación de la «retrospectiva» consagrada a Jeff Koons, para «no interferir» en el montaje comercial del gran publicitario norteamericano. En el Louvre, los grandes expertos científicos son invitados a no «mezclarse» en los aspectos comerciales de la gestión del gran museo nacional.
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