John Kerry, los madrugones ciclistas de un «súper atleta» de 71 años
Su reciente accidente en bicicleta han agitado las críticas contra la desmedida pasión deportiva del secretario de Estado norteamericano
El deporte y la política forman un binomio que puede dar grandes resultados, sobre todo si se trata de ganar capacidad de resistencia y exhibir buena cintura. Pero en el caso de John Kerry (71 años), un apasionado del ciclismo (muchos critican que es de manera desmedida), le ha acarreado un serio problema: el pasado fin de semana se cayó de la bicicleta cuando pedaleaba por las carreteras de los Alpes franceses, cerca de la frontera con Suiza. No sólo se rompió el fémur, sino que puso patas arriba la agenda diplomática internacional al tener que cancelar su visita a Madrid (para firmar un acuerdo sobre la base sevillana de Morón de la Frontera) y a París, donde hoy se reúnen los principales representantes de la coalición internacional contra el Estado Islámico.
Kerry es un hombretón de 1,93 metros de estatura y en cuestiones deportivas ha probado suerte en muy diversas disciplinas: surf, esquí, vuelo sin motor, hockey hielo, fútbol... Al parecer, en los años 80 llegó a correr un maratón, aunque no repitió la experiencia, según informa Borja Olaizola.
En los últimos tiempos, se ha entregado al cicloturismo con especial entusiasmo. Se apunta a todas las pruebas que puede, en especial aquellas que tienen como objetivo recaudar fondos contra el cáncer. No en vano, él mismo padeció un cáncer de próstata y su primera mujer, la escritora norteamericana Julia Thorne (de la que se había divorciado en 1996), falleció el 27 de abril de 2006 víctima de un cáncer de vejiga. En la actualidad Kerry está casado con Theresa Heinz , heredera del imperio de las salsas.
Las costumbres del secretario de Estado norteamericano tienen mucho que ver con sus hábitos deportivos. Es un hombre al que le gusta levantarse muy temprano. Tres días a la semana se pone en marcha a las cuatro de la madrugada para rodar unos kilómetros antes de comenzar su jornada de trabajo. Junto a él pedalean miembros de su equipo de seguridad y algunos de sus asesores. Cuando dispone de tiempo, ha llegado a hacer recorridos de hasta 177 kilómetros, según escribió un aficionado en su blog, donde comentó que, tras la carrera, estaba «tan fresco». Cuando salir a la carretera es un problema, sobre todo en campañas electorales, pide que le instalen una bicicleta estática en las habitaciones de los hoteles en los que pernocta. Sus críticos se lamentan de que en el avión oficial siempre haya que cargar con la bici.
El pasado fin de semana subía el col de la Colombière, un puerto de primera categoría en el Tour de Francia, con 16 kilómetros de subida, una pendiente media del 6,8% y unas rampas finales del 10,2%. Al inicio de la escalada, se cayó y se fracturó el fémur con un bordillo y, dado el alcance de la lesión, regresó a Estados Unidos. Antaño era un rendido admirador de Lance Amstrong, no sabemos si siente el mismo respeto por Alberto Contador. Lo que parece cierto es que su pasión por emular a las glorias del ciclismo le sale muy caro.
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