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Cannes: una bahía universal

El Festival de Cine, escaparate de la presentación de las candidaturas de la bahía de Cannes y la cocina de Niza como Patrimonio Mundial de la Unesco

Cannes: una bahía universal reuters

Juan Pedro Quiñonero

La bahía de Cannes y la cocina de Niza –junto a Mónaco, ambas ciudades son el emblema de la Costa Azul– aspiran a formar parte del Patrimonio Mundial de la Unesco «para beneficiarse de la notoriedad de tal clasificación». En verdad, ambas candidaturas pueden aspirar a entrar en tan selecta categoría con méritos tan semejantes como los de la bahía de Cadaqués, el puerto de Cartagena o la cocina asturiana.

La candidatura de Cannes ha sido presentada por el alcalde de la ciudad, David Lisnard (conservador próximo a Nicolas Sarkozy), y por Vladimir Gaudrat, prior de la Abadía de Notre-Dame de Lérins, situada en las islas Lérins, precisamente en el corazón de la mencionada ensenada. Las autoridades conservadoras han contado con el apoyo político de la ministra de Cultura, Fleur Pellerin, socialista. Juntos han utilizado la plataforma nada desdeñable del Festival de Cannes para glorificar unas propuestas que aspiran a beneficiarse del glamour cinematográfico.

La solucitud de la cocina de Niza –que es algo así como la culinaria de Cádiz o de Cartagena– ha sido presentada por un grupo de amigos próximos al alcalde de la ciudad, Christian Estrosi, otro compañero de viaje de Sarkozy. El equipo de Niza aspira a incluir en la misma categoría del Patrimonio Mundial la Promenade des Anglais (el Paseo de los Ingleses), similar al Paseo de la Concha de San Sebastián, aunque inmortalizado por Matisse.

Conseguir esta marca de la Unesco lleva mucho tiempo, dinero y oficio diplomático. En ese terreno, Niza y Cannes cuentan con ventajas excepcionales, que no sé si tendrían la culinaria de Albacete, la bahía de Rosas o la fabada asturiana. En estas ciudades mediterráneas, alcaldes y equipos conservadores pueden hacer campaña por sus localidades contando con la complicidad política de un Gobierno socialista. Y la Croisette, en Cannes, tiene una fabulosa publicidad mundial gracias a un festival de cine que funciona con una eficacia implacable, como una máquina de guerra en la geografía mundial de la industria del entretenimiento.

Ambas ciudades mediterráneas cuentan, asimismo, con el valor añadido de la gran industria de los perfumes. En el corazón de la Costa Azul, Grasse es uno de los grandes centros mundiales en el terreno estratégico de la producción de fragancias. Detalle que ayuda a la hora de dar visibilidad a unos perfumistas que venden al precio más alto las esencias florales fabricadas en laboratorios de alta tecnología, con pétalos de flores cultivadas con rigor marcial en la región.

Españoles en París

Los grandes creadores de moda gallegos y catalanes han conquistado París a través del talento creativo y la ocupación comercial, desplazando a los creadores y las marcas locales. El caldo gallego y el lacón con grelos o los gazpachos manchegos tienen una historia de la que carece la cocina de Niza, cuyo litoral, como el de Cannes, pueden aspirar al título de la Unesco como podrían aspirar las rías gallegas.

¡Hélas!, como dicen los franceses, el guirigay político español no dispone de la mano izquierda de la diplomacia francesa, cuyo «glamour» cinematográfico y su mano de hierro estatal le vienen del cardenal Richelieu, quien fue el primer político francés en imponer el uso del tenedor durante sus comidas políticas para intentar "suavizar" los hábitos un poco bárbaros de sus colegas.

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