El teléfono móvil liquida el arte de silbar en las calles del Reino Unido

El 70% de los británicos reconocen que el silbido de canciones, común hace veinte años, está desapareciendo

El teléfono móvil liquida el arte de silbar en las calles del Reino Unido abc

luis ventoso

Paul McCartney ha contado alguna vez que el día en que supo que The Beatles habían triunfado fue cuando escuchó a un lechero silbando su canción «From me to you» . El arte de silbar canciones acompaña al hombre desde la noche de los tiempos. Incluso existen ránkings de las mejores tonadas con silbidos incorporados, que suelen encabezar el «Don’t Worry Be Happy», de Bobby McFerrin; «Patience», de Gun N’Roses; y el «Jealous Guy» de John Lennon (si tuviese que votar, uno añadiría el «Jimmy Jazz» de The Clash).

En una entrega de la interminable serie «Star Trek» silbar se convierte en uno de los atributos que permiten distinguir al ser humano de un androide. También ha servido a los pastores para impartir instrucciones, o a los militares. El Silbo Gomero, un lenguaje silbado que permitía a los habitantes de La Gomera comunicarse a través de los barrancos, es Patrimonio Inmaterial de la Unesco desde 2009. Pero la tecnología y el declive de la cultura del proletariado manual están liquidando el silbido. Las calles y las oficinas se vuelven silenciosas. Los únicos pitidos los aportan ahora los sobresaltos mecanizados de los móviles.

Un sondeo del instituto YouGov que ha publicado «The Sunday Times» asegura el 70% de los británicos creen que en su país se silba mucho menos que hace veinte o treinta años. La mitad de los encuestados lo atribuyen a la pérdida de la cultura popular de las clases trabajadoras, mientras que un tercio lo achacan a los teléfonos inteligentes y a la escucha de música a través de los auriculares.

John Lucas es coautor del libro «Breve historia del silbido». Erudito de este asunto menor, evoca con nostalgia los días de los currantes ruiseñores: «El silbido de los mineros yendo al trabajo era algo común. Incluso silbaban a coro en los autobuses. También eran cotidianos los silbidos de los chicos de reparto , de los lecheros, carteros, carboneros…». El silbido entraña un pequeño punto subversivo, pues no deja de ser un modo de alivio, que se asocia a que uno se siente feliz. Tal vez por eso Henry Ford lo prohibió tempranamente en sus factorías de coches: lo consideraba una distracción de sus operarios. Hoy tampoco corren buenos tiempos para los silbadores. Un lechero de Leicester ha sido apercibido formalmente por su empresa tras quejas de vecinos porque solía acometer interpretaciones tempraneras con sus labios mientras hacía el reparto

Algunos expertos creen que el silbido muere porque las melodías que las personas archivaban en sus cabezas hoy las guardan y las reproducen sus teléfonos. De todas formas, España sigue siendo una reserva silbadora y cantarina. Según una encuesta de Sony Computer Entertainment entre españoles de 15 a 40 años, tres cuartas partes canta o silba cada día. El 94% canturrea en castellano, casi siempre en el coche y la ducha, o de fiesta. De los que eligen mascullar en inglés, el 35% reconoce que se inventa las letras en versión comanche.

El silbido está también en la historia del cine . Es el último símbolo de rebeldía que les queda a los soldados ingleses presos de los japoneses en «Puente sobre el Río Kwai» , la película de David Lean de 1957. Clásico es también su sonido en los espagueti-western de Sergio Leone con banda sonora del maestro Morricone. En tono bufo, ¿quién no recuerda la canción silbada de «La vida de Brian» ?

El silbido, como el piropo, muere en un mundo apresurado, donde el roce se busca en la lejanía en realidad gélida de Facebook y Twitter.

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