Maribel Sanz, crónica de seis amores fallidos
La ex modelo y presentadora salta a la palestra por el enfrentamiento de su hijo con Sergio Dalma en los juzgados
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Con la creación de las cadenas de televisión privadas en la época de los 90, fueron muchas las modelos que se reinventaron gracias a las 625 líneas. Algunas han perdurado, otras aprovecharon el tirón mediático para vender exclusivas y hacer «tournés» por platós, las más desdichadas quedaron en el olvido. Éste último es el caso de Maribel Sanz, que esta semana ha vuelto a ocupar las páginas del papel couché al acompañar a su hijo, Sergi Capdevila, al juzgado después de haber presentado una querella criminal contra su padre , el cantante Sergio Dalma, con quien Sanz estuvo casada cuatro años (de 1994 a 1998). Al parecer, Sergi acusa a su padre de haberle sustraído sin su consentimiento un contrato de trabajo y presentarlo como prueba para no pagarle la pensión, lo que supone un delito de revelación de secretos.
Esta semana, padre e hijo se vieron en los juzgados de plaza de Castilla de Madrid, después de un año sin reunirse. Un reencuentro amargo, que seguro revolvió muchos recuerdos trágicos. Dalma y Sergi no se hablan desde que el joven de 19 años decidió presentarse junto a su madre a «¡Mira quién salta!», una aparición que tenía como único objetivo conseguir dinero. «No puedo dejar de trabajar porque mi madre y yo necesitamos el dinero», contaba el joven a una revista. Ahora, Sergi está centrado en acabar sus estudios de la ESO . Mientras tanto, su madre vuelve a vivir el cosquilleo en el estómago al verse en algunas portadas de los kioscos.
La que fuera una «catalana, joven, guapa y desenfadada» empezó a los 16 años como modelo, cuando en un desfile, en Telecinco , Valerio Lazarov la descubrió. El productor no se lo pensó dos veces: a Maribel había que «ficharla». Consiguió los títulos de «Miss Barcelona» y «Miss Atlántida» y, al poco tiempo, lució palmito junto a Norma Duval en «Bellezas en la nieve». Y de ahí a «Noche, noche», con Emilio Aragón. También desfiló por pasarelas de medio mundo, ejerciendo como maniquí para Dior, Versace y Chanel. Así se codeó con las que luego se han consagrado como las grandes modelos de una época y de la historia, divas como Cindy Crawford, Claudia Schiffer o Linda Evangelista.
Pero el trabajo como modelo era muy ajetreado, demasiadas horas, días y noches de jarana y poco tiempo en casa. «Me alejé del mundo de la moda porque es demasiado frío y artificial. También tiene su parte positiva, pero ésta no compensa lo sola que te encuentras casi siempre y lo frívolo del ambiente en el que te mueves», llegó a decir Maribel a ABC, cuando todavía emitía el suplemento «Blanco y Negro».
Adiós a las pasarelas
Pero las razones que llevaron a la modelo a alejarse de las pasarelas también fueron sentimentales. Maribel llegó a Madrid al casarse con el guitarrista Javier Catalá. Dejó de lado la exhibición de sus largas piernas para llevarlas al mundo de la televisión. Con Catalá tuvo su primer hijo, Adriá. Pero las giras de su marido terminaron con la relación.
Hasta que llegó un no tan joven Sergio Dalma para explicarle que «bailar de lejos no es bailar». La pareja se enamoró rápidamente y a los ocho meses se casaban en secreto, aunque no sería hasta 1997 cuando lo celebraron por todo lo alto. Un año después, el matrimonio se rompía. Mientras un discreto Dalma sufría en silencio, ella volvía a los platós de televisión, donde llegó a acusar al artista de tenerla medio encerrada en casa.
Después de dos matrimonios con dos músicos, Maribel se tomó unos años de respiro sentimental donde se la pudo ver en programas como «Noche, noche», «Hoy de mañana», «Furor» o «Crónicas Marcianas». Ella formó parte de esa generación de modelos que dieron el salto a la gran pantalla , donde también estaban Mar Flores o Sofía Mazagatos. Durante esos años tampoco se cerró al amor y se la vio con Alessandro Lecquio. Entre las relaciones efímeras que engrosaron su lista de conquistas se encontraba Jack Rahal, un empresario venezolano con el que también acabó en el juzgado por robo en su propiedad, presuntos malos tratos e injurias. Un escándalo del que nunca quiso hablar y que el juzgado acabó desestimando.
En un verano le dio tiempo a terminar su relación con Rahal, conocer al restaurador (y futuro tercer marido), Christian Jiménez, y a terminar en los juzgados con el venezolano, que supuestamente pegó a la modelo cuando ella volvía de París con sus dos hijos después de haber pasado unos días en familia con Jiménez, con el que pasó por el altar en 2003, un acontecimiento que celebró como si la tercera fuera la vencida. « Nadie olvidará el más que importante escote que lució la contrayente y que firmó Lorenzo Caprile », escribió Beatriz Cortázar en Alerta Rosa. Pero no fue así. Se separó de Jiménez y volvió a los platós de televisión de los que se había alejado al trabajar con el restaurador. Y, como les pasa a la mayoría que se van por un tiempo, el espectador prácticamente ya no la recordaba. Volvió, contó su divorcio y se fue. Mientras tanto, Christian rehacía su vida con otra rubia platino de la televisión, Leticia Sabater.
No se la volvió a ver hasta el año pasado, cuando por razones económicas participó con su hijo Sergi en la segunda edición del programa «¡Mira quien salta!». Con un bañador de gasa volvió a exhibir sus encantos que parecen los de una joven de 20 años, curvas que ella ya había mostrado en «Interviú» y que habitualmente acompaña con su «eterna melena rubia, sus ceñidos vaqueros y un canalillo ajustado».
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