Al son que marca Pekín

El régimen chino impone doce coreografías por el ruido que forman las «abuelas bailarinas» en las plazas, del que se quejan los vecinos

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pablo m. díez

Por mucho que haya liberalizado la economía y modernizado la sociedad , al régimen chino se le siguen escapando sus ramalazos autoritarios. El último ejemplo ha sido regular los bailes en las plazas y parques , donde se reúnen legiones de jubilados , sobre todo mujeres de avanzada edad, para hacer ejercicio y matar los horas danzando al son de una música estrepitosa.

Por la mañana, ancianos y jubilados practican «tai chi» en grupos que se mueven al unísono en una prodigiosa muestra de coordinación colectiva y armonía . Pero los problemas vienen al anochecer, cuando los parques se llenan de aficionados a los bailes que forman abigarrados mosaicos humanos.

Con el fin de controlar tan ruidoso ajetreo , que molesta a los vecinos, las autoridades chinas han establecido doce coreografías que las bailarinas callejeras deberán aprenderse . Durante los próximos cinco meses, 600 monitores recorrerán 31 provincias para enseñarles estos nuevos pasos de baile, que seguirán el ritmo de éxitos musicales en mandarín como « Pequeña manzana » («Xiao pingguo»), un fenómeno viral en internet , y populares canciones patrióticas de la época de Mao.

«El baile en las plazas representa el aspecto colectivo de la cultura china , pero el exceso de entusiasmo de sus participantes ha traído disputas sobre el ruido y los lugares que eligen. Así que tenemos que encauzarlo con regulaciones y estándares nacionales », justificó Liu Guoyong, jefe del Departamento de Gimnasia Masiva de la Administración de Deportes, según informa el diario «China Daily». Durante los últimos años, la abundancia de «abuelas bailarinas» -como se conoce a estos grupos- ha suscitado las protestas de los vecinos de las plazas donde danzan, que han llegado a enfrentarse a ellas. Hastiado por el ruido de sus altavoces , un hombre intentó ahuyentarlas disparando al aire en Pekín en 2013, mientras que otros vecinos airados les arrojaron bolsas con heces desde sus balcones en la ciudad de Wuhan .

Las autoridades pretenden acabar con el ruido que forman las «abuelas bailarinas», pero el subdirector del Departamento de Asuntos Públicos del Ministerio de Cultura, Zhou Guanglian , reconoció que aún están por definir los límites para el volumen de la música , las horas en que estará permitido danzar en la calle y los lugares autorizados, ya que de momento solo se han anunciado las doce coreografías obligatorias.

Por ese motivo, numerosos internautas han criticado la medida, que consideran una intromisión en la vida privada. Aunque los bailes en las plazas son inofensivos políticamente , ya que muchos de ellos siguen el ritmo de viejos himnos revolucionarios del Partido Comunista, el autoritario régimen de Pekín se muestra receloso de cualquier aglomeración y ha lanzado una campaña contra los valores culturales «occidentales».

« No tiene sentido que el Gobierno se meta en esto. Es nuestra libertad bailar lo que queramos », se queja Liu Shuqin, una profesora jubilada de 60 años que se junta con un centenar de amigas en un parque al este de Pekín, al que también acuden jóvenes raperos y parejas que practican salsa.

Para convencer a las «abuelas bailarinas», los medios controlados por la propaganda llevan varios días advirtiéndoles de los riesgos para su salud si no siguen las nuevas normas , que serán «sanas, bonitas, científicas, e incluirán una amplia gama de danzas». Y al que no le guste bailar al son que manda Pekín, que se vaya con la música a otra parte. Es decir, a su puñetera casa.

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