Mario Casas: «Me encanta hacer todo tipo de barbaridades»

Ultima el rodaje de la película «Toro» y prepara un sorprendente cambio de registro

Mario Casas: «Me encanta hacer todo tipo de barbaridades» miguel muñiz

marcos sueiro

Al actor Mario Casas le ha llegado el momento de hacerse «mayor». A los 28 años, los productores han dejado de buscarle como el gancho infalible que siempre ha sido para el público adolescente. Ahora, a Mario le permiten ensayar nuevas fórmulas y madurar. Mientras se prepara para el desembarco en «Mi gran noche», la nueva cinta de Álex de la Iglesia –encarnará a un ídolo electrolatino llamado Adanne–, rueda en Galicia el largometraje «Toro», a las órdenes de Kike Maíllo y junto a Luis Tosar y José Sacristán.

Esta semana, su presentación ante los medios en Vigo (Pontevedra) despertó la curiosidad lógica. Su ausencia ha sido larga. Cámaras y focos alumbraron la reaparición y su mirada esquiva amortiguó la curiosidad por la falta de noticias de uno de los actores más interesantes y atractivos del momento. Mario Casas no defraudó y regresó con el aspecto de joven «malote», con la cabeza rapada y sin más adornos que su vestuario casual: camisa negra, tejanos y deportivas de piel negra. Justifica el look radical diciendo que «yo me dejo hacer»; y añadió: «Que me hagan lo que quieran».

De vuelta a casa

En esta nueva etapa de Mario Casas también hay una intención de reencontrarse con su Galicia natal y de fundirse con sus raíces. Aunque vive fuera desde los 4 años, visita La Coruña cuatro o cinco veces al año y mantiene un contacto frecuente con su familia. A este tipo con aspecto de duro no le abandona el tono sentimental cuando confiesa sentirse «muy ilusionado» al trabajar junto al actor Luis Tosar. Sin dudarlo, afirma: «He hecho esta película porque está él». Ambos se escapan cuando el rodaje les deja unas horas de asueto. Disfrutan de la comida tradicional y del casco histórico de Vigo. Pero esas huidas no siempre pasan inadvertidas y una legión de fans adolescentes interrumpe, a veces, esa buscada tranquilidad. Casas asegura llevarlo bien, pese a que le sorprenden con fotos, tartas, camisetas, calendarios y unas lágrimas nerviosas por sentirse tan cerca de una estrella.

El retrato más íntimo del actor pasa por definirse como un «amante del peligro». Los productores le llaman la atención por su empeño en rodar las escenas más arriesgadas. Él atribuye ese pálpito guerrero «a las ganas de aprender y a que me encanta hacer todo tipo de barbaridades». Rechaza las etiquetas y los arquetipos, y a pesar de que su agenda profesional está llena de proyectos, cuenta que le gustaría hacer «una miniserie de televisión y trabajar en teatro».

Mario Casas se deja llevar. Atiende las indicaciones del ejército de productores y responsables de prensa que rodean una película con un presupuesto de 4 millones de euros, aunque desafía cualquier solemnidad. Su forma de hablar cadenciosa y sus confesiones más íntimas sirven para salpicar las declaraciones con detalles más privados, como su pasión por el mar o su escondite en Razo (La Coruña), donde practicar surf. También, su particular empeño en cambiar de aspecto... Precisamente una de las ventajas de ser actor , dice, es que «me permite experimentar y cambiar con la intención de no parar nunca». De momento, Mario Casas no se hace demasiadas preguntas, simplemente se trata de aprender y seguir. Y parece tener claro su camino.

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