Willy Bárcenas y su grupo de música: «Siempre nos hemos movido en un círculo pijo»

Aunque estudió primero en ICADE y luego cine en Nueva York, a Willy Bárcenas lo que le tira es la música . Por ello formó «Taburete», un grupo donde el hijo de Luis Bárcenas comparte escenario con Antón Carreño, nieto de Gerardo Díaz Ferrán, quien todavía permanece en prisión por el vaciamiento patrimonial del Grupo Marsans para eludir el pago a sus acreedores. Mejor situación vive actualmente su progenitor, en libertad bajo fianza desde que abonara los 200.000 euros que le exigía el juez . En este clima y a punto de presentar el primer disco de la formación, «Tres tequilas», el joven ha mostrado en el portal «Vice» cómo es un día a día junto a su grupo. Afirma que son chavales normales: «Nos gusta coger el coche y hacer rallies por el campo, matar conejos con la escopeta, luego nos asamos una pata de cordero en el monte, nos bajamos otra vez, volvemos a tocar, invitamos a los guardas de la casa a improvisar con nosotros», explica Willy.

El músico no tiene problemas en admitir que hay quien dice que a sus conciertos solo van «niños de papá», algo que, a su juicio, es «para hacer daño». «Es lo que pretenden pero no lo hacen», cuenta. Y es que para él «los "haters" siempre van a estar ahí»: «No sé a qué se dedican muy bien, gente que debe vivir pegada a un ordenador diciendo gilipolleces», sentencia. Aunque no le preocupan.

Comprometido por ser el hijo del extesorero del Partido Popular, a quien se le calcula una supuesta fortuna acumulada en Suiza de 47 millones de euros , además de haber mantenido una contabilidad «B» del partido, parece que empieza a asumir su rol con cierta seguridad. «A mí lo que me jode es que me salga un periodista multimillonario o un político de turno a darme lecciones. Es como si yo copio en un examen pero toda la clase lleva chuletas, pero a mí me pillan, entonces toda la clase se caga en mí. No, es no vale. Tú también tenías chuletas, así que calladito. Por lo menos, calladito», asevera el joven.

Sin renegar de su acomodado origen («Nosotros, evidentemente, nos hemos movido en un círculo que se puede considerar pijo»), afirma que lo que no va a cambiar es su forma de pensar. «No entiendo a la gente que es como nosotros, que ha tenido dinero, que ha vivido bien y de repente les ves que cambian su forma de vivir, de pensar, su ideología. Yo no me voy a vender en la vida», concluye mientras apura un cigarrillo en la casa familiar, sita en el lujoso barrio madrileño de Salamanca.