McQueen deslumbra en la capital del diseño
Cinco años después de su muerte se inaugura en el Victoria&Albert de Londres una apabullante revisión de su obra
El cómico Ben Stiller ha triunfado con su serie de películas «Una noche en el museo». No es el único que ha fabulado con quedarse encerrado en uno de esos templos del conocimiento. «La colección del Museo Victoria & Albert jamás ha dejado de intrigarme e inspirarme. Es el tipo de sitio en el que no me importaría quedarme encerrado una noche». La frase es de Alexander McQueen, el atormentado genio de la moda que hace justamente cinco años, cuando tenía solo 40, se ahorcó con su cinturón favorito en un armario de su prohibitivo piso de Mayfair.
Ahora el V&A, la catedral del diseño y la decoración de South Kensington, le devuelve el cumplido a McQueen con «Belleza salvaje», un apabullante repaso a su obra a través de 240 trajes y accesorios. La muestra londinense se inaugura mañana y estará abierta hasta agosto, previo pago de 15 libras (21 euros). Londres echa la casa por la ventana para intentar dar categoría de genio a su vecino, un creador irreverente, que sin embargo veló sus primeras armas en las sastrerías más clásicas de Savile Row. McQueen, como Picasso (salvando las distancias) era de los que tenían claro que antes de ponerse a romper hay que saber hacer.
En paralelo, la Tate Britain exhibe cien fotos de Nick Walplington sobre el proceso creativo de McQueen, algunas inéditas. El modisto le permitió acceso total a su trastienda laboral un año antes de suicidarse, trastornado por la cocaína y el cristal, agobiado por su condición de seropositivo y el remordimiento por haber traicionado a la amiga que lo empujó en su despegue, la inestable Issie Blow, que se suicidó cuatro años antes que su ídolo, rota por el frío de su distancia.
Londres es cada año un carrusel de exposiciones de relumbrón. Por ejemplo, la National Gallery ofrece una extraordinaria sobre el impresionismo. Pero ninguna ha suscitado una atención mediática comparable a la de McQueen. Riadas de periodistas -y algún adorno de gente guapa- recorrían ayer las salas del V&A, consagradas a las diversas caras de un artista romántico y barroco, un talento multiforme: su médula gótica, el primitivismo, la inspiración de la naturaleza y hasta el canto de sabor nacionalista a la Escocia de su padre, un taxista recolocado en el Sur de Londres con sus seis hijos, de los que Alexander, al que todo el mundo llamaba Lee, era el menor.
La muestra, tal vez erróneamente, orilla toda la peripecia biográfica de McQueen para dejar que la obra hable con una elocuencia inapelable. Recorre desde su colección de posgraduado en la escuela de San Martins, en 1992, hasta su telón final, los modelos que dejó incompletos en 2010 y que finalizó Sarah Burton, hoy directora creativa de la marca.
Burton, como es de esperar, no escatima elogios a su maestro: «Está muestra es una celebración del diseñador de más talento e imaginación de nuestro tiempo. Lee fue un genio y un visionario». El propio diseñador tenía un alto concepto de sí mismo. En las paredes del V&A se han impreso frases en las que se ufana de su valía: «Quisiera buscar una cierta silueta y una forma de cortar que cuando me muera la gente sepa que el siglo XXI empezó con Alexander McQueen». Tal vez sea más redonda esta otra cita, que suscribiría el mismísimo Jep Gambardella: «Intento atrapar algo que no es belleza convencional para mostrar así la belleza que viene de dentro».
«Belleza Salvaje» se mostró antes en el Metropolitan de Nueva York en 2011, donde se convirtió en la muestra más vista de la historia del museo. A Londres llega enriquecida. Una sala se convierte en una suerte de cripta funeraria, con paredes de tibias, para albergar allí la ropa más gótica de McQueen. La siguiente se llena de luz y muestra al diseñador escocés orgulloso de la tradición. En otra, una pirámide de cristal guarda una holografía espectral de Kate Moss desfilando en blanco. El paseo sigue con la evocación de una gran tienda, o con su homenaje al mundo japonés, y muere en su colección inacabada.
«McQueen se mantiene visionario, vigoroso, antisistema y provocador», resume Martin Roth, el director del V&A. Nadie diría que no tiene razón.
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