Una semana en la piel de una ministra

Isabel García Tejerina, la primera trabajadora de la clase

La titular de Agricultura ha debido intercalar en una agenda frenética un maratón por tres comunidades al socaire de un desastre ambiental. Esta vallisoletana de 46 años no para un instante y aun así entona una queja tan habitual como «la falta de horas». ABC recorre esos siete días con un icono de mujer volcada en su dedicación

Isabel García Tejerina, la primera trabajadora de la clase fabián simón

érika montañés

En esta semana conmemorativa de la Mujer Trabajadora, la ministra Isabel García Tejerina ha protagonizado un pregón religioso de la venidera Semana Santa en su Valladolid querida, ha concedido entrevistas, ha asistido a una importante presentación medioambiental y varios desayunos informativos, además de a una cena de gala ofrecida por los Reyes al presidente de Colombia, ha debido improvisar junto con su equipo en el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente un «tour» por tres comunidades afectadas por las embestidas del río Ebro, ha bosquejado un Real Decreto de ayudas para paliar los daños consecuentes y ha acudido a Bruselas para terciar en un importante acuerdo climático. Entre medias, ha sacado tiempo para su gran pasión, el tenis, que le sirve para cargar las pilas en un calendario abarrotado a prueba de plena dedicación. Y aún así, esta vallisoletana de 46 años, amable y cercana en el trato, confiesa que su gran pena es «no llegar a todo, por más horas que trabajes». [Pincha aquí para ver las imágenes de la semana de la ministra]

García Tejerina ocupa el sillón ministerial en el Palacio de Fomento desde hace casi un año. Cuando Mariano Rajoy decidió no hacer grandes retoques en el departamento que dejaba atrás su apuesta para las elecciones europeas, Miguel Arias Cañete, pocos fuera del edificio de las cariátides de Atocha la situaban políticamente. Esta brillante estudiante (es doble licenciada, Ingeniería Agrónoma y Derecho y tiene varios masters) cuenta con un perfil tan técnico que dominaba más los entresijos de los pasillos de Bruselas que la «melé» de focos y medios que de repente la envolvían. Sin embargo, en este tiempo ha dado sobrada muestra de que aquello para lo que había bregado durante años en la sombra, como secretaria general a las órdenes de los ministros Loyola de Palacio, Jesús Posada y el propio Cañete en gobiernos populares, ha dado perfectos frutos al ponerse en primer plano.

Como para todo hijo de vecino, el día a día de esta mujer, soltera y sin hijos, comienza «apurando los minutos» del reloj. Se levanta sobre las siete y media, pero reconoce a ABC que le cuesta, que le «faltan horas de sueño», «necesita dormir para rendir» a plena ebullición como ha ocurrido en los últimos siete días y que ni siquiera se toma en casa su riguroso desayuno consistente en un té con leche, galleta o magdalena y un yogúr con tal de arañar un poco más de ese tiempo entre sábanas. Una vez de pie, la cosa cambia. A esta mujer de conocida afición motera, que hubo de suplantar la vespa -a la que aún recurre puntualmente- por el coche oficial por seguridad, le gusta ponerse al día «leyendo el resumen de prensa en el móvil, escuchando la radio antes de salir del domicilio y en el coche, con la prensa». Asidua diaria de ABC y «El Norte de Castilla», corretea toda la jornada sin apenas tiempo entre acto y acto. No perdona, cuentan sus colaboradores más próximos, sus horas de raqueta. Es una gran apasionada del deporte, también practica esquí y cuando se la observa, se detectan sus brazos tonificados al milímetro, producto de tan frenética actividad.

Mujer de estilizada figura, siempre brilla por su porte con donaire y elegancia, como en la recepción en el Palacio Real a Juan Manuel Santos del pasado lunes, y sin embargo, no se siente víctima de las tendencias de moda. «Soy clásica», se define. Es más, apunta que suele comprar ropa muy cómoda y zapato plano porque va corriendo a todos lados y lo que le interesa es que las prendas le duren. Cuida su cabello con esa media melena blonda que luce con un corte sofisticado, y a pesar de que adolece de un estilo recargado, asiste impecable en su indumentaria a cada evento. Sobre sus hábitos alimenticios, afirma: «No soy nada exquisita con la comida. Como de todo, y todo me gusta. Especialmente, los platos de cuchara; y no sé comer sin pan... Lo que procuro es que la dieta sea equilibrada en el conjunto de la semana. A la hora de cenar, tomo lo que encuentro en la nevera. A menudo, una tortilla francesa, embutido o queso y fruta o un yogur».

Amabilidad, discreción y fuerte carácter

El martes la ministra y su equipo estuvieron en La Rioja, Navarra y Aragón para comprobar «in situ» los daños provocados por el Ebro

Además de ser una mujer volcada al 100% en su trabajo público -fue igual de exitoso su paréntesis en la empresa privada-, arguyen quienes trabajan derredor que controla a su equipo con la misma exigencia que determina para sí misma, y que aboca también en otros estamentos de su vida, como el deporte. Es de convicciones profundas. No se le caen los anillos si tiene que faenar en el terreno, tal y como demostró hace un mes en Galicia cuando se metió en la arena con las «marisqueiras» como si esta mujer de interior llevase media vida luchando entre olas; o esta misma semana, en el maratón por tres autonomías que han «inundado» de tajo su Ministerio. Con todo, el único pesar de la pucelana de bellísimos ojos caramelo es compaginar esa ecléctica y nutrida agenda con más tiempo para sus cañas con las amigas y su familia. Y aquí viene su siempre obligado guiño a los cinco sobrinos que le quitan el hipo. De hecho, en su toma de posesión del pasado 28 de abril de 2014, más de uno pensó que aquellos pequeños que correteaban en las postrimerías del salón de Zarzuela eran sus propios hijos.

En esta fecha conmemorativa, «trabajadora» es un apelativo que le suena. Su departamento corre ligado a los meandros infortunados que señale la climatología. Sabedora de que el lastre de su cargo es precisamente ése, mantiene que intenta borrar los malos momentos, que no hay un día de la semana peor que otro, sino «días especialmente cargados» y que, lo más duro de los últimos siete días, ha sido «no poder abarcar todo y preparar más las cosas». Y, sobre todo, «tiempo para dedicárselo más a la gente».

Entonces... «¿cuál es su día más feliz como ministra?». Habla la política: «Los mejores momentos son cuando hablo con gente contenta por el trabajo que hemos hecho; porque les beneficia, y ha mejorado sus vidas. Y eso sucede». Y, ahora, la persona: «El mejor momento está por llegar». «¿Qué extraña de la etapa en la que era más anónima?». «Echo de menos, sobre todo, vivir más despacio». Toda una hidalga castellana.

Isabel García Tejerina, la primera trabajadora de la clase

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