La «corrupción casera» de los Netanyahu puede llevarles a los tribunales

Cargaron al estado gastos privados de limpieza, maquillaje, muebles, electricidad...

La «corrupción casera» de los Netanyahu puede llevarles a los tribunales epa

mikel ayestaran

«Vergonzoso» es uno de los calificativos más repetidos en los medios de Israel para referirse al informe publicado esta semana por el interventor del Estado, Yosef Shapira, sobre los gastos públicos del primer ministro, Benjamín Netanyahu (65 años), y su esposa Sara, en la residencia oficial en Jerusalén y la suya particular en Cesarea, al norte del país. A falta de un mes para que acudir a las urnas, los israelíes saben que sus actuales primer ministro, y principal favorito para seguir en el puesto, y primera dama han realizado gastos «excesivos» e «incorrectos» relacionados con la comida, ropa, maquillaje y limpieza desde su llegada al poder en 2009. El líder conservador argumenta que todo forma parte de una campaña de desprestigio orquestada por sus rivales políticos y declaró que «respeto el informe del interventor del Estado, así como las críticas que contiene. La gran mayoría de los asuntos ya han sido tratados y así lo demuestra una drástica caída de los gastos de la residencia oficial en 2013 ».

El despilfarro de los Netanyahu era un secreto a voces que algunos medios denunciaban desde hace tiempo y que ahora se recoge en detalle en un documento donde se ve la progresión de los gastos en la residencia oficial desde los 1.860.000 shekels (422.388 euros) en 2009, hasta los 3.114.000 shekels (707.000 euros) de 2011, una cifra que se redujo en 2013 hasta los 2.410.000 millones de shekels (547.000 euros).

«Los costes no han sido acordes con los principios fundamentales de proporcionalidad, razonabilidad, ahorro y eficiencia» que ha de tener el primer ministro, según el informe de un Shapira, que fue nombrado por el propio Netanyahu en 2012, y que ha enviado las pruebas al Fiscal General, Yehuda Weinstein. De su decisión dependerá si el dirigente conservador y su esposa acaban en los tribunales por dos casos de «apropiación indebida» que se detallan.

Cascos «no» retornables

El primero de los asuntos es el «Bottle affaire», que se refiere a los «miles de shekels» (un euro equivale a 4,4 shekels) de los depósitos de botellas vacías procedentes de la residencia que se habría embolsado Sara Netanyahu, según la denuncia del exgerente de la casa, Meni Naftali, revelada por el diario «Haaretz» a finales de enero. Naftali acusó a la primera dama de ir recopilando este dinero procedente de los cascos retornables desde que su marido se convirtió en primer ministro en 2009 y que él lo sabe. La investigación del interventor revela que Sara devolvió unos 4.000 shekels (unos 908 euros) cuando el dinero que se calcula que tendría que haber devuelto son unos 24.000 shekels (5.450 euros).

El segundo tema relacionado con apropiación indebida de fondos del Estado se refiere a la compra de muebles de jardín para la residencia oficial en Jerusalén, que posteriormente fueron trasladados a la casa privada de Cesarea. En este caso, «después de que el asunto se hiciera público, el mobiliario fue devuelto a la residencia oficial», recoge Shapira.

Comida a domicilio

El interventor ha hurgado en otras facturas de las casas de los Netanyahu en las que «la opción de pedir comidas privadas y preparadas para el primer ministro, su familia y sus invitados se utilizó de forma regular, incluso cuando había una mujer que trabaja como cocinera en la residencia». En el informe también se denuncia el uso de un miembro del Comité Central del Likud (partido que lidera el primer ministro) como electricista privado los fines de semana a costa del erario público o los numerosos casos en los que los empleados se han visto obligados a pagar de su bolsillo gastos personales de Netanyahu y luego no se los han reembolsado.

Para el columnista del diario «Haaretz», Ari Shavit, «es vergonzosa la forma de vida del primer ministro, es vergonzosa la forma de criticar del interventor del Estado, es vergonzosa la cobertura mediática. Un Estado cuyos líderes y guardianes actúan de esta forma es un Estado sin dignidad».

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