Crónica de una villa: ¿Qué opinan en Los Yébenes de Olvido Hormigos?
ABC se adentra en la localidad natal de la mediática exconcejal para descubrir cómo vive su marido, Jesús Atahonero, en mitad del ruedo (mediático)
Quiso la casualidad que Jesús Atahonero fuera a nacer en Los Yébenes, pueblo toledano con tradición por la caza del ciervo, que fomenta en la villa la presencia de monumentos al astado . Sometido este vecino al trajín de infidelidades de su todavía esposa, la mediática Olvido Hormigos, corona el venado una bucólica rotonda con cascada y un sol limpio. Hay quien dice en el lugar que se hizo en su honor, pues las astas del esculpido animal generan buena sombra. Aunque un vecino explica que se colocó «un año y tres meses antes del famoso vídeo».
En el pueblo, el brindis audiovisual a Onán que la exconcejala envió a uno de sus amantes (su llave para los platós) circulaba un mes antes de toda la polémica. Sin embargo, a nadie le pilló por sorpresa. «Esto se olía desde tiempo atrás», confirma una vecina. El silencio solo es apariencia entre los yebeneros y a la calma matutina resisten voces que ruegan no tener rostro.
En una de sus plazas, un grupo de señoras acuden a su clase de gimnasia. Lugareñas que fecundan la prisa exacta del jubilado, se detiene la más viva para afirmar que Olvido «ha salido así». «Le gusta», añade alargando la «a» y moviendo el puño en gesto percutor.
Muy cerca de ahí, en el bar «Chincheta», dos vecinos fuman y hablan de «Pajarito». Es el mote de Atahonero, heredado de su madre y cuyo origen se pierde en la amnesia del tiempo. «Yo creo que es porque está en todos los sitios y en ninguno», afirma socarrón uno de ellos. El otro le interrumpe para confirmar que un día coincidió con ella «en el estanco» y le dijo que era «un mujerón». «Estaba encantada», concluye con el orgullo de quien ha roto con la barrera del pudor. Y ahí explota con otra declaración: «Si es que están arruinados. La carpintería no les va bien y yo creo que él le deja que haga lo que quiera para que traiga dinero a casa».
Jesús es carpintero y «Pajarito» por exacta causa: la herencia. Su padre le enseñó el oficio y él lo continuó. En una de las tiendas, la dependienta muestra una de sus creaciones: un expositor de tres alturas. «Lo colocó hace un mes», matiza. Sin embargo, son muchos los que apuntan a otro tipo de legado: lo mal que lo están pasando sus allegados con este tema. «Las familias de los dos ya ni se hablan».
Un lugar dividido
Si algo divide a Los Yébenes es la realidad del matrimonio. Ellos han explicado que viven bajo el mismo techo pero «no hay vida de pareja» . En el pueblo, algunos afirman que siguen juntos: «Es fácil verles tomando una caña en cualquier bar». No obstante, la otra facción advierte que «desde las fiestas de septiembre (en honor Virgen de Finibusterre) ya no están». Algo que vendría a confirmar las palabras de Atahonero cuando explicó que todo se rompió el pasado octubre . Salieron entonces a la luz unas fotos de su mujer afanándose con otro en mitad de la calle y él no pudo más.
Padres de tres hijos, una lugareña cuenta que al mediano, de 13 años, «se le ve deprimido». Y es que aunque tienen «el apoyo de todos sus amigos», en alguna ocasión, el mayor, de 15, ha escuchado que su madre ejercía de meretriz. «Vale, pero yo llevo unas zapatillas de 300 euros y tú unas de mercadillo», dicen que contestó.
Para todos, da la sensación de que tienen a Atahonero por un buen hombre que lleva años aguantando las «escapadas» de su mujer. «Ella ha estado con muchos del pueblo que no van a salir», señala una señora. «La cabra siempre tira al monte», dice otra. ¿Y el venado? «Eso ya no lo sé», contesta.
En la casa familiar, sita en la calle Libertad, reina el hermetismo. Un coche con las lunas traseras tintadas augura los peores presagios. De ser el de Olvido parece diseñado para los amores furtivos. Pero nadie allí habla y solo la silueta de una señora se dibuja desde una ventana, como Norman Bates en «Psicosis». Otro testigo de la pesadilla de «Pajarito».
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