El nuevo y fabuloso «consejo de sabios» de Donatella Versace

La diseñadora ha creado un comité para renovar la imagen de la firma. Entre sus asesores hay princesas, magnates y hasta una exanimadora de fútbol americano

El nuevo y fabuloso «consejo de sabios» de Donatella Versace afp

martín bianchi

«Renovarse o morir» es ley de vida en la volátil industria de la moda. Donatella Versace (59 años) aprendió esta lección a golpes. Tras la trágica desaparición de su hermano Gianni, asesinado en el verano de 1997, la diseñadora se vio forzada a dar un paso al frente y capitanear mil y una metamorfosis de la casa Versace, una de las últimas firmas independientes en el monolítico negocio del superlujo. El último giro de la directora creativa de la maison de la medusa es la creación de un «consejo de sabios» que la guiará en el camino a la regeneración de un emporio valorado en mil millones de euros.

El innovador «consejo de Estado» fashionista se reunió el fin de semana pasado en el hotel George V de París para discutir el futuro de la marca. Se trata de una decena de «campeones de la alta costura», compradores VIP de todo el mundo a los que no les tiembla la mano cuando tienen que pagar 60.000 euros por un modelo. La mismísima Donatella y Marc Duhm, director de ventas de la firma, recibieron a cada uno de los «consiglieri» -aristócratas, magnates y hasta una exanimadora de fútbol americano- e hicieron de cicerones durante dos días de intensas presentaciones.

El club está formado por lo más granado de cada continente: la princesa franco-italiana Patricia della Giovampaola D’Arenberg; el magnate de los casinos de Macao Stephen Hung y su mujer, la modelo mexicana Deborah Valdez-Hung; el multimillonario textil hongkonés Sir David Tang; la coleccionista de arte texana Amy Phelan; la heredera china Winnie Chiu; los inversores neoyorquinos Stephen y Christine Schwarzman; y, para añadir una pizca de misterio, una rica dama sudafricana que prefiere mantenerse en el anonimato.

La liga extraordinaria

El negocio de la haute couture es pequeño -entre 800 y 2.000 clientes en todo el mundo, según la Féderation Française de la Couture- y sus mejores exponentes están aquí. La princesa D’Arenberg, que vive entre París y Punta del Este, es una de las principales consumidoras de Jean Paul Gaultier, Óscar de la Renta, Lanvin y Valentino. La texana Amy Phelan, exanimadora de los Dallas Cowboys y mujer del financiero John Phelan (administrador de la fortuna del «rey» de la informática Michael Dell), divide su tiempo entre los patronatos del Guggenheim y el MoMA de Nueva York y su pasión por la moda (en su piso de Park Avenue abundan los cojines de seda y las vajillas firmadas por Versace). Por su parte, Stephen Hung es el mayor comprador de «costura masculina» y viste siempre de Gaultier, Dior Homme y, por supuesto, Versace Uomo.

Esta liga extraordinaria se completa con pesos pesados de la industria suntuosa en Asia. Sir Tang, que amasó su fortuna con la firma de indumentaria Shanghai Tang, ocupa un asiento en los consejos de Tommy Hilfiger, la Orquesta Sinfónica de Londres, la Tate Gallery y la cadena de hoteles de lujo Savoy, por mencionar algunos. Winnie Chiu, una de las «doce mujeres más poderosas de Asia» según la revista «Forbes», es la heredera del imperio de hoteles Dorsett con más de veinte sucursales repartidas entre Singapur, Hong Kong, Malasia y China; mientras que los Schwarzman ejercen desde hace un año el papel de copropietarios «in pectore» de Versace.

El Dorado asiático

Los Schwarzman no son meros asesores de la casa de Alta Costura. Tras la muerte de Gianni, la marca sufrió un serio revés financiero, y volvió a ser rentable en 2011. Bajo la dirección de Gian Giacomo Ferraris, un veterano de la industria (exejecutivo de Jil Sander) que se convirtió en CEO en 2009, Versace ha recortado su deuda, ha cancelado sus licencias y franquicias «tóxicas» y se ha vuelto a ganar el favor de celebridades como Madonna y Lady Gaga. Ahora es el momento de la expansión en Asia y Oriente Medio, donde otras firmas italianas como Prada, Cavalli o Salvatore Ferragamo le llevan la delantera. Y ahí es donde Schwarzman ha entrado en escena.

El año pasado el presidente y CEO del fondo de capital privado Blackstone desembolsó 150 millones de euros en Versace SPA y GIVI Holding SPA para «acelerar el crecimiento de la marca» y gastó otros 60 millones para hacerse con el 20 por ciento de las acciones de la empresa, lo que ahora le permite ocupar uno de los seis asientos del consejo de administración junto a Donatella, su hija, Allegra Beck Versace, y su hermano, Santo Versace.

«Estamos encantados de participar en este negocio excepcional y nos comprometemos a ayudar a Versace a alcanzar todo su potencial. Esperamos poder colaborar con Donatella para que logre sus metas», dijo Schwarzman en febrero de 2014, cuando se firmó la alianza entre Blackstone y Versace. Cuando hablaba de «nosotros» se refería a él y a su mujer, Christine. Y cuando apuntaba a «colaborar» seguramente ya estaba pensando en este comité de moda. Según Blackstone, la línea juvenil Versus es el primer punto de la agenda porque «tiene que ampliar su oferta de accesorios y mejorar sus ventas online».

Es pronto para saber si este novedoso consejo de sabios podrá obrar el milagro del «efecto Pigmalión» en la casa de la medusa. El tiempo y Stephen Schwarzman lo dirán.

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