Alma Rosé, música para sobrevivir al doctor Mengele
El martes se cumplen 70 años de la liberación de Auschwitz por el Ejército Ruso
Cuando Alma Rosé enfermó, el doctor Mengele la cuidó. Duró dos días, pero no por culpa del médico nazi. Tanto Mengele como Maria Mandel, «la bestia de Auschwitz», guardiana tan aficionada a las patadas en el abdomen como a la música, la respetaban. El 2 de abril de 1944, durante una fiesta de las SS, Alma fue trasladada a la enfermería de Auschwitz con dolores de cabeza, de estómago y con fiebre alta. Lo lógico habría sido trasladarla a las cámaras de gas. Murió el 4 de abril en la cama y hubo una celebración solemne en su memoria. Los nazis honrando a una prisionera judía. Pero no era una prisionera cualquiera. Era la sobrina de Gustav Mahler y, sobre todo, la directora de la Mädchenorchester von Auschwitz, la orquesta femenina del campo, una de esas extrañezas que, como el puff (el prostíbulo) o Canadá (los almacenes donde se guardaban las posesiones robadas a los judíos), convivían con las cámaras de gas y los hornos crematorios.
Cualquiera que viera la televisión en España en 1981 conoce la historia. «Música para sobrevivir» era el título de la miniserie protagonizada por Vanessa Redgrave y Jane Alexander entre otras (también estaban Marisa Berenson y Christine Baranski). Jane Alexander interpretaba a Alma Rosé y la Redgrave, a Fania Fénelon, cantante de cabaré y miembro de la resistencia francesa que luego escribiría «Playing for time», sus memorias como miembro de la orquesta de Birkenau en las que está basada la serie y la ópera «La Orquesta Femenina de Auschwitz». Alma Rosé había llegado al campo en julio de 1943 . Ya existía la agrupación, empeño de la Mandel, pero la sobrina de Mahler, violinista, la cambió, la perfeccionó. Era estricta,severa, exigente y obsesiva. Ensayaban ocho horas, además de las actuaciones para los SS o las que hacían a la puerta del campo como recibimiento a los nuevos envíos de judíos.
Categoría de kapo
Es difícil hablar de privilegios para las presas de Auschwitz-Birkenau, perlo las integrantes de la orquesta los tenían. El principal fue mantenerse con vida. Pese a las críticas y a las acusaciones de complacencia con los nazis y severidad con las intérpretes, Alma, que tenía categoría de kapo, consiguió que ninguna fuera enviada a las cámaras de gas (si tocaban mal, les daba otra ocupación que consideraba indispensable en el grupo). Además, vivían en en un barracón con el suelo de madera y una estufa (en teoría para proteger los instrumentos). No tenían que trabajar como las otras prisioneras y recibían mejor comida, además de cuidados médicos.
Silvia Wagenberg, otra de las integrantes de la orquesta, recordaba que cuando Alma murió pensó que se había acabado todo. O las mandaban a otro sitio peor o a las cámaras de gas. «No se puede explicar lo que Alma significaba para la orquesta». Un día tuvo las santas narices de parar la ejecución de una pieza porque los SS estaban haciendo ruido.
A Bergen-Belsen
Y sí, las mandaron a otro sitio. A finales de 1944, Fania Fénelon y sus compañeras fueron enviadas al desastre que ya entonces era Bergen-Belsen (Fénelon casi muere de tifus). Cuando el Ejército Rojo ruso libera Auschwitz el 27 de enero de 1945 quedaban 7.500 enfermos. El resto había sido obligado a ir a las marchas de la muerte. Ante el avance de las tropas aliadas, entre el 17 y el 21 de enero de 1945, trasladaron a 56.000 prisioneros a otros campos en marchas extenuantes. Murieron unos 9.000. A las de la orquesta las liberarían los británicos en abril. Los rusos ya no encontraron música alguna en Auschwitz, ese infierno donde sonaron Wagner, Strauss, Verdi, Tchaikovski, Beethoven (especialmente el primer movimiento de la Quinta) y Schumann, el favorito de Mengele.