Vender o no vender la marca «Je suis Charlie», esa es la cuestión
Camisetas, chapas y sudaderas con el lema solidario han inundado las webs de comercio electrónico
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La máquina del marketing se alimenta de todo lo que se cruza en la gran cinta transportadora de la posmodernidad: celebridades, símbolos religiosos, especies en peligro de extinción, virus letales y, por qué no, atentados terroristas. Con permiso de Pierre Bourdieu, el lema «Je suis Charlie» es la última víctima de la «desacralización cultural». En cristiano, y a ojos de los expertos en mercadotecnia, se trata sencillamente del pelotazo definitivo en la era del comercio electrónico.
El fenómeno despegó casi inmediatamente después de la masacre ocurrida en el semanario satírico «Charlie Hebdo»; cogió impulso en la gala de los Globos de Oro, donde Amal Clooney lució una chapa de «Je suis Charlie» a juego con su vestido de Dior; y rompió la barrera del sonido acaparando la oferta en cientos de sitios de venta online. Desde camisetas hasta delantales, pasando por brazaletes, chapas, sudaderas y lápices (bien sûr!), el enunciado solidario es la nueva maravilla de la serialización industrial.
El merchandising de «Je suis Charlie» ya está disponible en las webs de compra y venta de artículos más visitadas del mundo: Etsy (cuenta con siete páginas dedicadas a los productos con el eslogan), Amazon, Spreadshirt (ofrece 34 tipos diferentes de camisetas, sudaderas y tazas) y Zazzle, por mencionar algunas. La versión francesa de la revista «Elle» incluso ha fichado a «Je suis Charlie» como chica de portada para su último número.
La sombra del mercantilismo
«Cuando hay un producto de por medio, no hay manera de escapar de la mancha del mercantilismo», señala Vanessa Friedman , la pitonisa de la moda de «The New York Times». «La sospecha de que quizá alguien esté intentando beneficiase del dolor ajeno es inevitable. Después de todo, muchas webs de comercio electrónico, como Spreadshirt o Dazzle, han catalogado sus productos de “Je suis Charlie’’ como regalos y no como declaraciones de solidaridad», añade la filosa Friedman.
El uso del lema como reclamo publicitario ha pillado por sorpresa a su creador, Joachim Roncin, director artístico de la revista «Stylist». «El mensaje y la imagen quedan libres para cualquier uso. Sin embargo, lamentaré toda utilización mercantil», tuiteó a la mañana siguiente de haber inventado el mensaje de apoyo a las víctimas de «Charlie Hebdo». Quizá sea demasiado tarde. Las autoridades francesas han recibido 120 solicitudes para convertir la consigna de Roncin en una firma comercial. «Me siento ofendido», admite el director artístico, que ha decidido luchar para que el mensaje inicial sea respetado porque «la libertad de prensa no puede convertirse en una marca». ¿Y qué hay de la «libertad de prenda»?
Roncin está dispuesto a llevar ante la Justicia a quien gane un solo céntimo con su «Charlie» y cuenta con el respaldo del Instituto Nacional de la Propiedad Industrial francés, que no aprobará ninguna solicitud respecto al eslogan. La web estadounidense Spreadshirt ha salido al paso diciendo que donará todo lo que recaude con la venta de sus camisetas a las familias de las víctimas. ¿Vender o no vender? Esa es la cuestión.
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