El rejuvenecimiento penitenciario de Ortega Cano
Un tinte y una perilla pueden quitar diez años. Así se consigue el nuevo «lifting del penal»

A Ortega Cano (61 años) estar entre rejas le ha restado años . Se diría que ha pasado ocho meses en un spa en lugar de en una celda. Para disfrutar de su primer permiso penitenciario, el diestro se ha teñido el pelo de negro y se ha dejado perilla al estilo Ashton Kutcher, salvando las (enormes) distancias. Las canas con las que entró en el encierro, le hacían parecer mayor, cansado, y abatido. Unos optan por convivir con ellas, pero otros, como el matador, deciden ocultarlas, quizá como espejo de su estado de ánimo. ¿Teñirse es cosa de hombres? «No es tanto una cuestión de sexos, como de resultados», cuenta Ángel, mi gurú de la coloración capilar. «El tinte en los varones se ve artificial. Lo que queda dorado en una mujer, a nosotros se nos ve naranja. Es como el maquillaje: que hasta el más natural, se convierte en una máscara en una piel masculina». También el largo del pelo tiene mucha culpa. «Cuanto más corto, menos ‘‘luce’’ los matices de brillo, o los juegos de luz que se pueden conseguir en una melena». Sucede lo mismo que con el tinte de las cejas, que al ser tan corto el pelo , enseguida se ve falso, aunque se haya aplicado el mismo tono que en la cabeza. «Los tintes más naturales son los rubios ceniza y los muy oscuros. Los castaños son muy difíciles», puntualiza este especialista.
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Si se tienen cuatro canas sueltas, basta con usar un «retoca canas» (Retoca-Raíces de Schwarzkopf o Garnier) que se aplica fácilmente en casa, con un peine, y el camuflaje dura 3-4 lavados. Cuando asoman un 30% de cabellos grises, la mejor opción son los tintes semipermanentes o tono sobre tono que actúan únicamente sobre los cabellos blancos, respetando el tono natural del resto, creando un aspecto de mechas. No tienen «efecto raíz» ya que desaparecen progresivamente, en 10-12 lavados. ¿Cómo elegir el tono apropiado? Hay que optar siempre por el más parecido al color natural del cabello –esta recomendación parece que el maestro la ha ignorado-, y si se duda entre 2 tonos o si existe un alto porcentaje de canas, inclinarse por el más claro, que siempre se podrá oscurecer en futuras aplicaciones. Si las canas ocupan más de la mitad de tu cabeza, la opción es un tinte permanente. En estos casos, es mejor ponerse en manos de profesionales porque contienen químicos que pueden dañar el cuero cabelludo o provocar inesperadas alergias en ojos, garganta y piel. La alternativa pueden ser las cremas colorantes a la Henna como las de Corpore Sano, a base de extractos naturales y sin parabenos, amoníaco ni agua oxigenada. La coloración dura entre 5 y 7 lavados y, los más atrevidos, pueden mezclar los colores (negro, chocolate, castaño, caoba y rubio) para crear una tonalidad a su medida.
Barba de chivo (¿expiatorio?)
Que el viudo de Rocío Jurado se haya dejado crecer una perilla hipster no es signo de abandono. Demuestra que quiere estar a la última. Esta moda, que empezó como un acto de rebeldía, se ha convertido en tendencia, y en algunos países, locura colectiva. «Tanto es así, que en Nueva York está a la orden del día hacerse injertos de barba –asegura el doctor Alejandro Camps, especialista en trasplantes y miembro de la AEDV–, y empieza también a demandarse en nuestro país». La edad, y muchas veces la genética, no es tan generosa con el crecimiento del vello facial, y eso lleva a muchos hombres a suplementarlo con implantes.
La doctora Cristina de Hoyos, dermatóloga y directora técnica de Clínicas Ceta, explica que el proceso es similar al de la cabeza, y el pelo puede obtenerse de cualquier superficie pilosa del cuerpo (pecho, piernas, zona íntima…), aunque lo más habitual es tomarlo de la zona cervical. «El pelo trasplantado conserva las características y el ritmo de crecimiento de la zona de donde procede, pero con el tiempo se acaba pareciendo al de la zona donde ha sido implantado», comenta la doctora Mónica Rolando, de Unidad Médica Serrano. ¿El precio? Se cobra por unidades foliculares trasplantadas, pero oscila entre 3.000 y 6.000 euros.