El Príncipe Andrés: el retorno de «Andy Randy»
La nueva polémica del Duque de York no sorprende a los británicos, que ya lo apodaron en su día «Andresito el cachondo» por su gusto por la vida alegre
Todo parecía ir viento en popa para la monarquía británica. Aquellos sofocos del famoso «annus horribilis» de 1992 parecían quedar muy atrás. La magnífica Isabel II, a sus 88 años, es adorada por los británicos, habla poco y nunca más de lo debido, posee un empaque acorde a la historia de la institución que representa y siendo una de las mayores fortunas del mundo, hasta parece una persona austera. Cerró el 2014 con una popularidad del 63%, frente a un 28% de Cameron y un 19% de Miliband, el líder laborista. Al lado de la Reina , inoxidable a sus 93 años, el Felipe de Edimburgo, fiel a su humor algo chirriante. Kate y el príncipe Guillermo –ella todavía más que él- viven un idilio con la opinión pública. El príncipe Harry, de inquietante pasado tarambana, se ha convertido en el más valorado tras su abuela, por su campechanía y su acercamiento sentido a los mutilados de guerra. Carlos, tranquilo y sin problemas, al fin con Camilla y volcado en su realidad paralela de siempre: la recuperación de la lana tradicional, la conservación de la arquitectura decimonónica, la agricultura orgánica…
Todo iba bien, hasta que emergiendo del pasado, de las oscuridades del 2001, llegó desde una corte de Florida un testimonio de abuso de menores contra el Príncipe Andrés, de 54 años, cuyo pasado alegre le había valido ya en su día el apodo en Inglaterra de «Andy Randy», Andresito el Cachondo. El Duque de York ha negado por tres veces las acusaciones de la ex prostituta estadounidense Virgina Roberts, hoy de 30 años y con 17 en la época de sus tres presuntos lances con el Príncipe. Lo ha hecho además con una energía poco habitual en palacio, pues los Windsor casi siempre se han acogido a su máxima de «nunca te quejes, nunca te expliques». Pero el nivel de detalle que aporta Roberts y una foto en la noche en que se conocieron, con la chica con el ombligo al aire, Andres ciñendo su cintura y el magnate pedófilo Epstein de fotógrafo, va inclinando la balanza de la verosimilitud hacia el lado de la denunciante.
Las amistades peligrosas, el punto débil del Duque de York, antiguo piloto militar que combatió en las Malvinas, abstemio desde los 19 y superviviente también de un matrimonio con Sarah Ferguson, que duró de 1992 a 1997. Su divorcio ha derivado en una amistad tal que se diría que siguen casados . La crisis los sorprendió de vacaciones de esquí en Suiza, en un chalet alquilado en Verbier de 28.000 euros por semana, desde donde Fergie salió al quite y proclamó que Andrés «es el mejor hombre del mundo». Dictadores, modelos de Play Boy, viudas del rock y un magnate pedófilo y su madame forman parte de las relaciones problemáticas del Duque.
En 2001 el Príncipe Andrés fue nombrado embajador honorario del Reino Unido para asuntos comerciales, un puesto sin dotación económica (la Reina le mantiene una asignación por sus tareas de representación de la casa real de 320.000 euros anuales). Pero ejerciéndolo su embajada se ganó su otro apodo, “Andy Miles”, por sus viajes alrededor del mundo. En 2010 la prensa británica reveló que sus gastos habían alcanzado los 800.000 euros y coincidían muchas veces con paradas en los mejores resorts de golf del planeta. Antes, en 2008, hubo otra polémica por un encuentro con Gadafi y se vio doce veces con el sátrapa de Azerbayán.
Pero la amistad de auténtico riesgo era Jeffrey Epstein, de 61 años, un financiero judío de Brooklyn, de mente acerada, multimillonario desde joven tras fundar su propia firma, filántropo, encantador, pero con un talón de Aquiles: su atracción fatal por las menores. Epstein era dueño una de las agendas con más número de oropel del planeta, a la que llaman «el Santo Grial» en los papeles judiciales. Allí figuran Bill Clinton –de quien tenía 19 números-, Barbara Walters, Mick Jagger, Blair, miembros de la familia Kennedy, Donald Trump, Bloomberg… Hasta el bueno de Stephen Hawking pasó por la isla privada de Epstein, donde se dice hizo posible su sueño de vislumbrar las simas oceánicas en un submarino. Aunque en realidad la isla es más célebre porque allí se dice que ocurrió el tercer y último encuentro del Duque de York y Virginia Roberts, en el contexto de una orgía con otras menores.
El nexo de unión entre Andrés y se llama Ghislaine Maxwell, de 53 años. Ella los presentó y es la presunta proxeneta que reclutaba el harén de menores con que Epstein, su antiguo novio, atendía y tal vez chantajeaba a algunos de sus contactos. Con Ghislaine entra la veta española de las historia, pues es la hija del magnate de la prensa caído en desgracia Robert Maxwell. En noviembre de 1991 un pescador canario sacó de las aguas del Atlántico el cadáver desnudo de Robert, que cayó al mar de manera confusa desde su yate, el «Lady Ghislaine», nombre en honor a su hija, una mujer guapa en su juventud, que ha devenido en una cincuentona fuerte y de gesto duro. Para unos fue un suicidio. Para otros un ataque al corazón. Lo cierto es que su fallecimiento reveló que había desvalijado el fondo de pensiones de su grupo mediático, el Mirror. El oprobio cayó sobre los Maxwell y Ghislaine se mudó a Nueva York. Eso sí, conservando piso abierto en el prohibitivo Knigtsbrige londinense, donde según Roberts tuvo lugar en 2001 su primer encamamiento con el Duque, previo baile tórrido en la discoteca Tramp de Mayfair y tras un baño relajante en el que la meretriz, que no ahorra detalle, cuenta que Andy se puso Randy y le chupeteó los dedos de los pies.
En el 2000 los paparazzis sorprende al Duque de York descansando en la cubierta de un yate en Tailandia, de vacaciones con Epstein. Hasta ahí todo bien. Falta el detalle de que está rodeado de una corte en topless. Tras esa polémica, Andrés invitaría a los palacios de Balmoral y Sandringham a sus nuevos amigos, Jeffrey y Ghilaine. El trato siguió existiendo incluso después del 2008, cuando Epstein fue condenado a 18 meses de cárcel, de los que cumplió 13, por mantener relaciones con una menor de 14 años. Sin mucha prudencia –la prensa conservadora inglesa más respetable ha escrito esta semana que hasta Homer Simpson es más templado-, Andrés siguió compartiendo francachela con un condenado por pedofilia. Los paparazzi hicieron su desagradable trabajo otra vez y en 2011 los fotografiaron juntos en Nueva York y Andrés se vio forzado a renunciar a su embajada comercial y golfística (de golf, en este caso).
El caso no va a socavar el prestigio de la monarquía británica, porque aunque es el quinto en la línea sucesoria, Andrés hace tiempo que está descontado. La prensa inglesa dice que esta semana ha telefoneado a su madre para explicarse. A veces la adolescencia se prolonga hasta a los 54 años. Courtney Love, la viuda del rock, señora de Kurt Cobain, va contando pro ahí que Andrés timbró a su casa de Hollywood a la una de la mañana «buscando fiesta». En la portavocía del príncipe lo dejaron en que «solo quería tomar un té».
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