Los tres duques consortes
Se casó en 1947 con Luis Martínez de Irujo. Según su padre, «el yerno que todo hombre quisiera tener». Sus otros dos matrimonios fueron más mediáticos
Actualizado: GuardarSe casó en 1947 con Luis Martínez de Irujo. Según su padre, «el yerno que todo hombre quisiera tener». Sus otros dos matrimonios fueron más mediáticos
123Luis Martínez Irujo: Un duque de Alba ejemplar
Cayetana y Luis Martínez de Irujo junto a todos sus hijos - abc «Mi hija no hubiera podido encontrar un marido mejor». Jacobo Fitz-James Stuart recibió con gran alborozo la noticia del compromiso entre Cayetana, su única hija, y Luis Martínez de Irujo y Artázcoz, el sexto vástago de los duques de Sotomayor. El anciano duque de Alba tenía razón al respirar tranquilo. Martínez de Irujo ponía fin a la larga sucesión de romances juveniles de «la bombilla», el sobrenombre por el que la futura duquesa era conocida en Zarauz, la localidad en la que solía pasar el verano. «Me llamaban así porque atraía a todos los moscones», como reconocía la propia Cayetana.
Encabezaban la lista de dípteros el duque de Alburquerque, por la parte insigne, y Pepe Luis Vázquez, el torero sevillano del que se enamoró la joven aristócrata cuando era apenas una niña. El idilio comenzó cuando Cayetana acudió a visitar a un conocido en un hospital. Allí, junto al lecho del convaleciente, coincidió con el joven Luis, que entonces comenzaba a estudiar Ingeniería. El amor fraguó en un par de corridas de toros y algún que otro partido de tenis. Luis, recordaba la propia Cayetana, estaba considerado como uno de los mejores partidos para las mocitas casamenteras. «Era uno de los hombres más guapos de Madrid», solía recordar la duquesa.
El noviazgo duró poco. Martínez de Irujo no tardó en abandonar sus estudios. Su prometido le presentó un argumento más o menos irrefutable. ¿Para qué quieres ser ingeniero si vas a ser duque de Alba? Como bien decía don Jacobo, Cayetana no podría haber encontrado un marido mejor. La boda se celebró en la catedral de Sevilla en 1947. Un año después nacía Carlos, futuro duque de Huéscar, y en 1950 llegaba Alfonso, duque de Aliaga. La sucesión estaba asegurada. Desde su ingreso en la Casa de Alba, don Luis comenzó a trabajar codo con codo con su suegro en la reconstrucción del palacio de Liria. La residencia oficial de los Alba había quedado en ruinas tras la Guerra Civil.
A la muerte de su suegro, en 1953, Luis tomó la gestión de la noble Casa y puso los cimientos de la futura Fundación. Tuvieron otros cuatro hijos. Pero un día el duque se sintió mal. Era leucemia. El 6 de junio de 1972, a los 46 años, Cayetana perdía al mejor marido que ningún padre podría soñar.
Jesús Aguirre: el polémico exsacerdote
Con su segundo marido, Jesús Aguirre, en Ibiza - Ángel Carchenilla Jesus Aguirre –Aguirre, el magnífico, según la novela homónima de Manuel Vicent– ha sido sin duda el duque de Alba consorte más singular. No solo por su trayectoria, exsacerdote y confesor de gran parte de la izquierda de la Transición, sino también por su particular carácter. Los que le conocieron reconocen que, si bien se lo tomaba con humor, «disfrutaba horrores de su papel ducal. Desde su matrimonio, cuando hablaba de sí mismo o de su noble parentela, espetaba aquello de “nosotros los Alba”».
El duque Aguirre, ocho años menor que su mujer, podía presumir, sin embargo, de una refinada formación intelectual. No en vano, en 1956 marchó a Múnich para estudiar Teología, y allí coincidió con Joseph Ratzinger, futuro Benedicto XVI. La estancia le sirvió para perfeccionar el alemán, idioma con el que, siguiendo la versión del propio duque consorte, hablaba con Cayetana. «A veces, cuando se enfada la llamo kummandantur».
Tras abandonar el sacerdocio, Aguirre ocupó puestos de cierta relevancia como director literario de la editorial Taurus y director general de Música del Ministerio de Cultura. El nombramiento le llegó al poco tiempo de comenzar su idilio con la duquesa de Alba.
Se casaron cuatro meses después de conocerse, en la capilla de Liria. La vida de los duques distó mucho de ser plácida. Los rumores sobre la ambigüedad sexual del consorte nunca le abandonaron, aunque, dilectísima, la aristócrata presumiera de lo contrario en las entrevistas que solía conceder. Algo de verdad debía de haber en las declaraciones, pues en su última biografía, editada por Planeta, doña Cayetana confesó haber perdido un niño del exsacerdote. Un párrafo de Aguirre, el magnífico, de Manuel Vicent: «Le mandaba (a la duquesa) pequeños billetes galantes de una parte a otra de palacio cada día a horas inesperadas a través del mayordomo, la sorprendía con una llamada de teléfono desde la habitación de al lado para leerle un terceto de Dante, la asaltaba por un pasillo disfrazado de Pimpinela Escarlata… también le dedicaba versos de su cosecha». El libro de poemas «Secreto a voces» está dedicado a la duquesa y fue urdido por Aguirre en diversas residencias y palacios.
Murió en 2001, tras varios meses de lucha contra un cáncer de laringe. Su legado, continuar el proyecto de la Fundación, iniciado por Martínez de Irujo.
Alfonso Diez: duque funcionario
Alfonso Diez junto a la duquesa - efe En 2008, parecía que la duquesa de Alba había asumido de buen grado su viudedad. Nada más lejos de la realidad. Fue en la primavera de ese mismo año cuando Cayetana Fitz-James Stuart y Alfonso Diez Carabantes, un funcionario 25 años menor, coincidieron en un cine; en versión original, por supuesto. En verano, la aristócrata ya comentaba a sus amigas lo ilusionada que estaba con su nuevo amigo, a quien conocía desde hacía dos décadas.
Pedro, el hermano de Alfonso, era íntimo amigo de Jesús Aguirre. En otoño, la noticia se filtró a la prensa. Doña Cayetana se había enamorado y pretendía casarse. La rumorología fue riquísima en inventos y medias verdades. Se llegó a decir que los hijos de la duquesa habían prohibido a su madre marcharse de crucero a Egipto con Alfonso para evitar que el capitán del navío los casara. Las presiones familiares y cierto encono mediático provocaron una breve ruptura en la pareja. La duquesa, afectada de hidrocefalia, aparecía cada día más postrada en una silla de ruedas a la que parecía ya condenada. Sin embargo, se obró el milagro y, tras una breve operación, la duquesa volvió a caminar. Pocos meses después, el romance volvía a florecer. Mientras, Don Alfonso seguía asistiendo puntualmente a la Seguridad Social, sita en Padre Damián, donde desempeñaba su labor funcionarial, hasta el día de su boda en Sevilla, el 5 de octubre de 2011. El camino hacia el altar fue arduo para la pareja. Cayetana decidió repartir el vasto patrimonio familiar entre su prole para acabar con las lógicas sospechas filiales sobre las intenciones de Alfonso. Una vez finiquitado el obstáculo económico, se celebró el matrimonio. Fue un día soleado en Sevilla. Cayetana bailó y la prensa mundial se regocijó con la singular escena.
No hubo luna de miel inmediata, pues la duquesa sufrió un pequeño percance que obligaría a los recién casados a retrasar su periplo. Alfonso cambió su pequeño piso en Chamberí por los patios soleados de Dueñas. Desde entonces, apenas salieron de la capital andaluza. Alfonso escapaba de vez en cuando a Madrid, pero Cayetana siempre le reclamaba a su lado.
Su última adquisición fue una casita en Sanlúcar de Barrameda, donde paliará la ausencia de su crepuscular amada. Dicen que no recibirá un céntimo de la fortuna de su mujer.