DUQUESA DE ALBA
Nobleza histórica y duradera
El Gran Duque de Alba es figura principalísima de las crónicas europeas. Los Alba estuvieron en la culminación de la Reconquista, en la toma de Granada, en la de Navarra y en la anexión de Portugal
No podríamos comprender cabalmente el personaje de la XVIII duquesa de Alba de Tormes sin repasar sus antecedentes. El linaje de los Álvarez de Toledo, milenario, se convirtió en 1429 en la Casa de Alba , al otorgarse el señorío de esta localidad salmantina al obispo don Gutierre, elevándose luego a condado y, finalmente, a ducado, y no ha perdido protagonismo a lo largo de las centurias. El II duque de Alba cerró los ojos a su primo, Fernando el Católico, en el siglo XVI, y la Reina Doña Victoria Eugenia hizo la misma piadosa labor a mediados del siglo XX, cuando asistió en sus últimos momentos al XVII duque, su lejano primo Jacobo, cuya capilla ardiente se instaló en la residencia helvética de aquella egregia dama. [Consulte la genealogía completa de la Casa de Alba]
Los Alba estuvieron presentes en la culminación de la Reconquista, en la toma de Granada en 1492, en la de Navarra y en la anexión de Portugal; en el bautismo del frustrado heredero de los Reyes Católicos, en el del futuro Alfonso XII y en el del actual Rey de España; el III duque de Alba, el Gran Duque, es figura principalísima de las crónicas europeas, y cuatro siglos después el papel del duque Jacobo en la diplomacia del momento es determinante para la política exterior durante la Guerra Civil y la II Guerra Mundial. Súmense las Casas de Berwick (con la sangre de María Estuardo, de Carlos I de Inglaterra y de los Jacobos) y de Guzmán (con el conde-duque de Olivares, la duquesa Paca y su hermana, Eugenia, la Emperatriz de los franceses que hizo de Napoleón III conde consorte de Teba), y la de Jaime I el Conquistador (origen genealógico de los Híjar); más la sangre de los Beaumont de Navarra (que corre por las venas de los Condestables de ese reino y condes de Lerín); y del Cid; y del conde de Aranda; y de Cristóbal Colón… Los antepasados de Cayetana son, no cabe duda, protagonistas y testigos privilegiados de la gran Historia.
La duquesa de Alba de Tormes, de Liria y Jérica, de Híjar, condesa-duquesa de Olivares, marquesa del Carpio, etcétera, titular de más de una docena de Grandezas de España, ha sido condecorada, muy merecidamente, con la Medalla de Oro de Madrid, las grandes cruces de la Beneficencia, de Isabel la Católica y de Alfonso X el Sabio. Para un investigador de la Historia, la gran justificación de la trayectoria de Cayetana como duquesa de Alba es la culminación del proyecto del duque Jacobo, la restauración del palacio de Liria, destruido y saqueado en el Madrid frentepopulista, su puesta al servicio de los historiadores y los estudiosos de las Bellas Artes, que allí pueden consultar los archivos perfectamente clasificados, con documentos firmados por Cristóbal Colón, adquiridos por la abuela de Cayetana, la condesa de Siruela, y pueden admirar obras de Fra Angélico y Velázquez... Muchas son heredadas, pero otras fueron adquiridas para reintegrar a la cultura española piezas perdidas, como el Rubens que representa al César Carlos y a la Emperatriz Isabel, copia del Tiziano, comprado en Londres por el duque Jacobo para suplir el original, destruido en un incendio. Y no olvidemos la restauración del palacio salmantino de Monterrey y la del torreón de Alba.
Un patrimonio unido
La idea de mantener unido este patrimonio histórico y artístico se apodera del XVI duque, que, sabiendo que no cabe ya la fórmula jurídica del mayorazgo, destina, al fallecer en 1901, el tercio de libre disposición (que le permite el entonces nuevo Código Civil) a quien estuviere llamado a ser duque de Alba. Su hijo Jacobo, ocupado en el servicio exterior a España hasta 1945 y entregado desde entonces a la reconstrucción del palacio de Liria, sorprendido por la muerte en 1953, dejó como compromiso a su heredera, junto al excepcional legado, la tarea de salvarlo de la dispersión mediante la generosa actitud de crear la Fundación Casa de Alba, secundada por un gran equipo, encabezado por su primogénito, el duque de Huéscar, lo que hace creer fundadamente que la Casa seguirá esta trayectoria durante el periodo en el que él ostente la titularidad del ducado de Alba. Los títulos vinculados al ducado de Híjar pasarán al segundogénito, que ostentaba el ducado de Aliaga, reservado a los primogénitos de esta Casa, una de las principales del Reino de Aragón, mientras que los condados de Siruela y Salvatierra de Miño, el marquesado de San Vicente del Barco y el ducado de Montoro son Grandezas que seguirán su camino, al haber sido cedidas en vida por Cayetana a sus restantes vástagos.
La larga andadura de la duquesa podría ser el hilo conductor de una seria meditación acerca de la necesidad de una continua adecuación por parte de la nobleza española al tiempo en que le toca desarrollar sus actividades, justificando, si sabe y puede hacerlo, su posición relevante en la sociedad.
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