Isabel Pantoja y un auditorio preso de la copla

«Soy un pobre preso que perdió la ilusión/soy un pobrecito soñador/soy un pajarillo que nació "pa" cantar/y por eso quiero la libertad». Son los primeros versos de «Soy un pobre presidiario», canción del fallecido cantante Antonio Molina que bien le valdría a Isabel Pantoja su carta de presentación en estos tiempos aciagos. Con un zapato de flamenca entre rejas, se rumorea que la tonadillera ha elegido el Centro Penitenciario Alcalá de Guadaira (Sevilla) para cumplir sus dos años de condena por blanqueo de capitales.

En Pantoja el arte es el pan de cada día . Tanto, que incluso Pepi Valladares, militante del campo magnético de Cantora, acabó llorando hace unos meses en «Sálvame» cuando imitó a la otrora viuda de España. Por ello, la cárcel a la que previsiblemente irá la tonadillera cuenta con lo único que le hace falta a una artista para sobrevivir: ¿el economato? No: el escenario. Fuentes del citado centro explican a ABC que cuenta con un polideportivo donde subirse a las tablas. « A veces se representan ahí obras de teatro e incluso hay quien actúa para las presas, aunque nunca lo ha hecho nadie conocido», explican estas mismas fuentes. Existiría por tanto ese reto ilusionante de «desvirgar» con profesionalidad un tablao acostumbrado a lo amateur.

Con lo que no contará la tonadillera es con una clase de canto que le permita mejorar su técnica vocal, así como tampoco hay ningún tipo de coro que le sirva como excusa para socializar. Circunstancias estas dos que no tendrían que mellar el ánimo de alguien acostumbrado a presentarse como solista, y que quizá llegue para sanar de esperanza a las 150 reclusas que serán sus compañeras. Al fin y al cabo, antes que típico, el traje de flamenca fue uniforme de mujer trabajadora.