Vista de la terreza de Varadero
Vista de la terreza de Varadero - A. f. g.
Crítica gastronómica

Varadero, la ley del silencio

Es un local entregado al entorno portuario, con una carta amplia y sencilla, volcada en el mar, con vocación de servicio democrático

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La ciudad de Cádiz, incluso la provincia entera, se caracteriza por desaprovechar unos paisajes maravillosos, unos emplazamientos inusuales e impensables que regala su particular ubicación fronteriza entre mares, continentes y mundos, entre tiempos y culturas.

Los ejemplos han sido muchos. Demasiados. Pero también son. Todavía. Bastantes. Uno de ellos, en la capital de la provincia, de desperdicio máximo, puede ser la Punta de San Felipe. En aquel entorno, entre marinero y portuario, se inauguró en 1992 un complejo llamado Puerto América.

Sin terminar de construir, fue inaugurado para un Campeonato del Mundo de Vela porque aquel año tocaba hacer cosas muy llamativas. Una vez terminado el torneo, el recinto sin terminar se quedó sin vida. Hasta hoy, cuando es un estercolero lleno de grafitis sin más uso que el dado por amantes furtivos o escasos consumidores de droga.

A su vera, en aquel entorno infrautilizado, un empresario valiente como pocos en Cádiz (Raúl Cueto) se atreve ahora a recuperar el bar-restaurante del vecino Real Club Náutico. Lo que siempre ha sido un emplazamiento de pijos y afortunados propietarios de veleros o yates (no muchos en esta parte del mundo) se convierte ahora en una terraza secreta y recóndita, silente, discreta y encantadora que ofrece unas vistas asombrosas. Más cercanas a la película 'El Niño' cuando recrea el océano de contenedores en Algeciras que a Saint Tropez o Mónaco, que al sórdido ambiente portuario de 'La ley del silencio'.

Con esas vistas, se ofrece un local entregado al entorno. El servicio es amabilísimo. Eso potencia la capacidad embriagadora del lugar. Sin lujos ni excentricidades, el mar está en el centro de todo. También de la carta. Las conservas, expuestas de forma original, encantadora, tienen protagonismo especial.

Pero también la cocina. Todo puede tomarse en porciones pequeñas. Las albóndigas de corvina son recomendables y resulta entrañable el apego por las recetas de siempre, de papas aliñás (más que correctas) a unas caballas asadas con piriñaca que por desgracia ya no se ven tanto. Los revueltos o los huevos rotos son satisfactorios y si hay que poner alguna pega, quizás las pavías de merluza (muy ricas) podían estar elaboradas con más finura, sin tanto rebozado.

La carta de vinos es correcta pero mejorable. El sitio está deseoso de ofrecer nuevas ideas. Como prueba, la posibilidad de que la cocina prepare a los socios los pescados que hayan sacado del mar. Como lo deseen, tanto fritos como al horno o guisados. Las fritadas de papas y alguna concesión a las carnes también son agradables. Todo, con esa vocación de precio ajustado, horario amplio y servicio dispuesto que caracteriza al amplio grupo de Cueto, ese que empieza a sonar a garantía.

Lo mejor: La terraza, la ubicación, la sencillez y la profundidad de la carta. Buena relación entre calidad, cantidad y precio.

Lo mejorable: En algún plato se puede echar de menos más elaboración y producto. Su maravillosa ubicación también tiene inconvenientes: está apartado.

VARADERO. Real Club Náutico de Cádiz. Punta de San Felipe Reservas: 610 787 334

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