Crítica de vinos

Juan Gil 12

En Historias del Elemento Líquido traemos este producto referencia del Levante español

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Me disponía a comenzar una cata de vinos maridada en el Asador de La Isla. Había seleccionado meticulosamente los vinos con los manjares que nos iban a servir en el restaurante, conocido por su calidad y servicio. Yo había hecho el esfuerzo de adecentar este cuerpo que empieza ya a desplancharme las camisas... Todo estaba listo para empezar.

En el previo, presento los vinos. Entre cervezas y saludos se me acercan dos señoras, muy elegantes y distinguidas, y me dicen si realmente estoy seguro de lo que estaba haciendo. Que cómo se me ocurre maridar con el postre, una poleá, un vino como Juan Gil 12. «Los vinos de Jumilla son excesivamente toscos para ponerlos con un postre».

Yo les expliqué que Juan Gil 12, es vino muy golosón y cuidado, vamos, un caramelito, la referencia en todo el Levante español y que podía acompañar una comida completa desde entrantes hasta postres.

Las señoras fruncieron el ceño y se dieron media vuelta con toda solemnidad sin mediar palabra. Eso me produjo una sensación que en el mundo del vino llamamos técnicamente «acojone».

Por qué me meteré yo en estos líos. Intento sorprender con un tinto de Jumilla con 12 meses de crianza en roble francés, maridado con un postre y ahora estoy ahí, de pie, y los comensales esperan que me presente y comience mis explicaciones. «Tenía que haber traido un vino generoso dulce y a freir puñetas», me dije. En fin. Se fueron sucediendo los platos con sus vinos perfectamente maridados y el ambiente se fue distendiendo.

Pero llegó el temido momento, aspiro fuerte y empiezo mi explicación de Juan Gil 12. Miro de reojo la Poleá. «Vino de 12 meses de crianza, elaborado con uvas monastrel, que ya la adoraban los romanos de Hispania. Las vides con las que se elabora tienen más de 70 años y bla, bla, bla…».

Que si tiene un color intenso con notas jóvenes y le proporciona una buena vida en botella, «tiene la capa alta, es denso en copa y bla, bla, bla…». La crianza se realiza en roble francés, vino torrefacto «con notas a cacao, lo que da una pista de la cuidada selección de la uva monastrel en su momento óptimo, del intenso tostado y la calidad de las barricas, es muy aromático y bla bla bla… El vino está en torno a los 13 ó 14 euros en vinotecas. Lo que para mi es un vino de diez».

¡Uf!

Todo fue terminar mi explicación y acercarme a la mesa de las señoras. Y pude respirar tranquilo cuando las señoras me dijeron que les encantó, que se habían enamorado de él al igual que yo cuando lo probé la primera vez.

Encima se levantaron y me dieron dos besos cada una…

Y yo me pregunto… ¿porqué solo me besan las señoras mayores?

Salud, señores.

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