Mathilde Jonquiere, la artista parisina del mosaico a la que adora el sector del lujo europeo
Entramos al taller de la creadora de los exclusivos murales con inspiración art decó que visten los hoteles, las tiendas y las mansiones del momento

Lo de Mathilde Jonquiere es especial. Sus magníficos mosaicos, hechos a mano en su taller de París con materiales variados que componen figuras de formas ondulantes y evocadoras que juegan con la luz, son auténticas obras de arte que ya decoran palacios, hoteles, tiendas y grandes residencias de la capital francesa y de media Europa.
Entrar a su atelier es pasar al secreto 'backstage' de sus murales y descubrir todo lo que esconde cada una de sus creaciones, una especie de puzzles que va construyendo pieza a pieza con fragmentos de vidrios y cerámicas de colores, láminas de oro, piedras y hasta madera.
Jonquiere trabaja en dos locales del distrito 18 de París, en largas jornadas minuciosas durante las cuales monta sus dibujos de a trozos a partir de sus bocetos y del estudio previo tanto del destino como de sus ocupantes y clientes. Se vale para ello de un par de ayudantes, y luego cuenta con un equipo externo de obreros que se encarga de trasladar la obra y de colgarla o pegarla a su superficie final.

Ella se mantiene fiel a su espíritu de artista bohemia que bien podría empuñar un pincel y un atril, pero que sin embargo ha elegido crear en dos dimensiones. Así, diseña en acuarela, a mano, y luego recién pasa su idea al ordenador. Sus mosaicos, que alcanzan grandes tamaños, se colocan en sentido inverso , es decir, ella va pegando las piezas del revés, con la que será la cara visible hacia abajo, por lo que su trabajo es un arte de la composición a escala en cierta manera a ciegas del resultado final, que imagina en su mente y no ve terminado hasta que cobra vida con el entorno y sobre todo la luz que recibe en su emplazamiento final.
Por eso utiliza «mucho blanco y muchos oros», para «dar contraste con brillos y con transparencias» , explica a Estilo ABC en una visita privada organizada por Jaeger-LeCoultre con motivo de su exposición por los 90 años del Reverso , una joya art decó , estilo que también profesa Jonquiere con sus mosaicos de cristales y piedras que, al igual que el emblemático reloj, poseen dos caras o versiones.

«Pego las piezas una a una, tras recortarlas del tamaño y la forma deseadas, sobre un papel. Luego el mosaico se lleva a su destino y se coloca, allí se quita el papel y se pone un cemento especial en las juntas para unirlas», explica la artista .
Jonquiere se formó como decoradora de interiores , pero muy pronto comprobó que debía buscar una variante. «Lo mío no era el trabajo con ordenadores, sino el manual y directo con el cliente», explica. Y continúa: «con él discuto ideas, qué es lo que busca, con eso hago un boceto, le propongo colores y luego elaboro muestras a escala de lo que será el mosaico final».
Trabaja con proveedores italianos y franceses. Su atelier parece una mercería que, en lugar de cajas y estanterías llenas de botones de colores, alberga pequeños azulejos, bloques y láminas de todo tipo de materiales de distintas texturas y maravillosos tonos azules, verdes, ocres, nacarados, grises, granates, dorados y marrones . Son tanto industriales como artesanales, de procedencia muy diversa, porque con la variedad consigue la profundidad y la perspectiva.

«Me importa mucho el corte y los detalles del acabado, en eso soy extremadamente meticulosa», afirma. Y está abierta a incorporar otras cosas, como betún, mármol, arenisca o, su favorito, el oro. « Utilizo el mosaico como si fuera pintura , por eso busco esos efectos. Hago tanto monocromáticos como con contraste de colores, pero siempre juego con la luz y las formas», añade.
Su maestro favorito es Isidore Odorico , y se inspira en los años 30 porque entonces «integraban la artesanía en la arquitectura» . Actualmente, con un lujo que mira muy de cerca al trabajo artesanal, hecho por humanos de forma personalizada y única, sus creaciones son tremendamente valoradas, y demandadas. Visten varios hoteles y tiendas de alta gama de París y de otras ciudades como Londres y Madrid, unas cuantas instituciones y más de una mansión de la costa francesa pero también de destinos como las Islas Baleares.

Jonquiere admite que le sobran encargos , pero solo acomete dos a la vez (uno en cada local, sobre unas inmensas mesas ubicadas en el centro, encima de la que se doblan ella y sus ayudantes con un abanico de utensilios de medir, cortar, pulir y pegar). « Es un trabajo que requiere de mucha, mucha paciencia y largas horas en el taller, es muy lento, es casi como la alta costura en moda», admite.
Sin embargo, la clave está en la idea y no en la manufactura. «Lo fundamental es tener el dibujo en mi cabeza , ver los colores y la luz. Después solo se trata de reproducirlo en mosaico», revela la artista.

Ella busca inspiración en el arte, principalmente en la pintura, la escultura y la danza contemporánea. Y prefiere vivir, como sus mosaicos, a otro ritmo. «Si me piden un trabajo para dentro de un mes digo que no, es imposible. Yo necesito entre tres y cuatro semanas solo para conocer a mi cliente, detectar qué quiere y qué podemos hacer. En la sociedad actual va todo muy rápido, pero yo, como la mayoría de los artistas, estoy a contracorriente », sostiene, mientras se inclina sobre unas olas verde esmeralda que, después de cuatro meses de trabajo de cuatro personas, se integrarán a un conjunto de nueve metros que decorará una casa de Menorca.