El príncipe Enrique deja el Ejército tras diez años y busca empleo
Con varios episodios sonrojantes, es el más popular de la Familia Real, según las encuestas
El príncipe Enrique de Inglaterra, de 30 años, ha anunciado que deja el Ejército, su trabajo durante una década, incluidas dos misiones en la guerra de Afganistán como copiloto de combate en un helicóptero Apache. Asegura que «la decisión es realmente dura», pero que había alcanzado «una encrucijada» y desea abrir «un nuevo capítulo en su vida». Su plan es trabajar a partir de ahora en algo relacionado con las obras de caridad. Sus portavoces han aclarado que descarta dedicarse a tiempo completo a tareas de representación de la Familia Real, aunque continuará asumiendo las que se le encomienden.
Enrique, que en su primera juventud puso colorados más de una vez a su país y a sus mayores con sus farras, se ha reinventado como filántropo con la causa de los soldados mutilados, y goza de una gran popularidad. El pasado enero, algunas encuestas lo situaron como el personaje más apreciado de la Familia Real, seguido por Catalina de Cambridge, por su abuela la Reina Isabel II y por su hermano el príncipe Guillermo, que aparecía en cuarto lugar.
El príncipe Enrique, cuarto en la línea sucesoria, vive en el Palacio de Kensington, en el centro de Londres, donde también moran los Duques de Cambridge. Actualmente no se le conoce pareja estable, tras haber roto la pasada primavera con la belleza rubia Cressida Bonas, su novia durante dos años. Es un tipo simpático, un pelirrojo de rostro colorado y pecoso, que se metió a los ingleses en el bolsillo el año pasado con los Invictus Games. Se trata de una especie de Paraolimpiada para mutilados de guerra británicos, que él mismo impulsó y presentó en el Estadio Olímpico con sentimiento y buen humor. A Enrique se le agradece que rompe la horma de la aburrida corrección, aunque a veces lo haya hecho de manera estrepitosa.
«Después de una década de servicio, dejar el Ejército ha sido una decisión realmente dura. Me considero increíblemente afortunado por haber tenido la oportunidad de asumir el desafío de este trabajo y por haber conocido a gente fantástica». Enrique añade en su comunicado que «las experiencias de estos diez años estarán siempre conmigo y estoy muy agradecido». El general jefe del Estado Mayor ha elogiado el trabajo desempeñado «por el que cariñosamente es conocido como el capitán Harry Wales».
Harry se vio envuelto en su primera polémica a los 17 años, cuando trascendieron sus jaranas de cannabis y alcohol. Su padre lo castigó con tareas de trabajo social. Algunos críticos del príncipe de Gales lo acusan de haber aprovechado el traspié del muchacho para apuntalar su imagen de buen padre viudo, preocupado por sus hijos tras la trágica muerte de Diana. La siguiente metedura de pata fue cuando lo sorprendieron llamando «nuestro pequeño paki» a un compañero, expresión racista, calificada de «impresentable» por el primer ministro, que lo obligó a pedir disculpas. Hubo de pedir perdón más veces. En una fiesta se disfrazó de nazi y las imágenes se divulgaron. En agosto de 2012 se relajó con una fiesta sexual en su habitación de un hotel de Las Vegas y de nuevo las fotografías acabaron en la prensa.
No es el único descendiente de Isabel II que ha sido militar profesional. Su tío Andrés combatió en la guerra de las Malvinas, pero dejó el Ejército en 2001 y a partir de ahí extravió un poco su brújula vital. Algunos cronistas sociales británicos creen que el marco castrense le sentaba bien a Harry. Al modo de su tío, temen que una vez más libre se vuelva a desnortar.
En mayo y junio estará en Australia observando cómo trabaja su departamento de Defensa y en julio pasará varias semanas en África con un proyecto conservacionista. A la vuelta seguirá trabajando como voluntario con los veteranos de guerra mientras no define su nuevo empleo.