Benoît Cardon de Lichtbuer, su secretario
«La Reina Fabiola no se preocupaba de cosas superficiales ni de lo que decían de su peinado»
El hombre de confianza de la Consorte habla en exclusiva para ABC: «Ayudó a Balduino a ser una persona abierta y por eso debemos dar las gracias a España»
Benoît Cardon de Lichtbuer, diplomático belga hoy jubilado, fue durante 15 años, entre 1974 y 1989, el secretario privado de la Reina Fabiola . En aquellos años, seguramente los de mayor actividad del reinado de Balduino I, conoció de primera mano a una Consorte que define como creyente, enamoradísima de su esposo, muy española, de fuerte personalidad y que por encima de las apariencias tenía un gran afecto por su hermano Jaime . «La Reina Fabiola –afirma– ha tenido un papel extraordinario en su época, sobre todo en la felicidad del Rey Balduino. Llegó con la alegría del sol de España . Todo el mundo sabía que el Rey era tímido, un poco triste, y desde que ella llegó cambió completamente la vida en el Palacio de Laeken y en el país. Tenía cosas típicamente del sur y el Rey estaba encantado de haber encontrado una mujer tan abierta, original, llena de vida. Fue muy buena para la Monarquía: ayudó al Rey a ser una persona abierta y jovial y por eso debemos dar las gracias a España».
—¿No le costó adaptarse a este país?
—En absoluto. Se interesaba por todo, a la gente le decía constantemente: «Explíquemelo». No es tan fácil asumir la vida en Palacio, aceptar el protocolo, la seguridad, pero lo hizo a su manera, con su originalidad y su forma de ser. Cambiaba continuamente el programa en cuanto se enteraba de que había alguna cosa interesante cerca y, lo que es más extraordinario, lograba convencernos con una sonrisa para que lo hiciéramos a pesar de los problemas que suponía.
—¿Le llegó a desvelar el secreto de cómo se conocieron con el Rey Balduino?
—Ya se sabe que en aquella época había mucha inquietud en el país por encontrarle una esposa al Rey, no solo por las razones dinásticas evidentes, sino porque estaba aún presente la cuestión de la abdicación de su padre, que seguía viviendo en palacio con su segunda esposa, una mujer muy influyente. Los políticos querían que Balduino se independizase de su padre fundando una familia. Realmente nunca me atreví a preguntarle a la Reina, pero hay una historia que cuenta que una persona de origen irlandés, en contacto con el cardenal Suenens, habría servido de intermediaria entre ambos. En todo caso, parece que no se encontraron por casualidad. Pero sea como fuere fue un acierto. Una de las virtudes que trajo a la corte fue precisamente que venía de una familia distinguida, pero en la que pasaban cosas normales. Eso es lo que le había permitido estar en contacto con la vida real y conocer las cosas que siente la gente normal.
—Sin embargo, el hecho de no tener hijos le marcó profundamente...
—Eso fue terrible para ella, porque adoraba a los niños. No tanto por la cuestión dinástica, sino que como mujer le apasionaban los niños. Pero lo aceptó enseguida. No le agrió el carácter y decidió entonces dirigir su afecto a todos los niños, a los de los demás. Y eso incluye a sus sobrinos y sobrinos nietos españoles, con los que mantuvo permanentemente el contacto.
—¿Se acordaba mucho de España?
—Y no solo de su familia. Ella quiso crear una atmósfera española en Palacio. Sus amas de llaves fueron españolas durante muchos años. De hecho, quiso tener un ambiente claramente español. Y, sobre todo, seguir yendo a España. Todos los años, después del desfile de la fiesta nacional el 21 de julio, salían esa misma tarde hacia Motril y se quedaban hasta primeros de septiembre. Motril era además el lugar donde los Reyes vivían como gente normal. Para ella era como ir al paraíso. En realidad, si hubiera tenido hijos belgas, eso le habría cambiado la percepción sobre sí misma. Pero al no haberlos tenido, mantuvo hasta el final su carácter español.
—¿Cómo vivió la relación con su hermano Jaime y sus frivolidades?
—¿Fabiolo? ¿La oveja negra de la familia? Pues me consta que lo quería mucho y que se entendía muy bien con su esposa, Margit Ohlson. Era evidente que su relación era especial dentro de la familia. Y a ella desde luego no le impresionaba nada lo que dijesen en la prensa del corazón.
—Quedarse viuda fue otro momento esencial de su vida.
—La muerte de Balduino fue para ella un golpe monumental. Pero la forma en que ella organizó los funerales fue extraordinaria. Quiso que hubiera más esperanza que dolor y se vistió de blanco. Y ahora estoy seguro de que habrá dejado disposiciones de este estilo, era una persona muy original.
—Tanto como para responder a las amenazas con una manzana. En realidad debió vivir momentos de tensión en un país con grandes conflictos nacionalistas.
—Precisamente, recuerdo que en 1976, cuando se celebraban los 25 años de reinado de Balduino, había una recepción en el Ayuntamiento de Amberes. Una multitud de nacionalistas flamencos se había situado estratégicamente ante el edificio y empezaron a gritar: «¡Muerte a Bélgica!». Pues en aquel momento, todos los que estaban en el salón del Ayuntamiento se pusieron muy nerviosos, menos ella, que paseaba con tranquilidad, saludando a todo el mundo, para demostrar que ella sabía mantener la calma. Estaba por naturaleza casi siempre alegre y sonriente, de buen humor. Nunca tuve el sentimiento de estar ante alguien malhumorado. Le gustaban cosas sencillas, como detenerse en medio del campo para comer y hablar de sus actividades o ponerse a bailar cuando le hacían una demostración folclórica.
—Su peinado, sin embargo, no se puede decir que fuera discreto….
—En efecto, de esto se ha hablado mucho estos días. Un hombre de la moda actual como Gerald Vatelet ha hecho tales elogios al peinado de Fabiola que no sé qué pensará la Reina Paola o la Reina Matilde. Es verdad que muchas veces sus gustos no eran ortodoxos, pero también tenía mucha personalidad. Decía que así se veía bien ella misma y que lo que pensasen los demás de su peinado le importaba poco. Desde luego, me consta que no se preocupaba en absoluto de las cosas superficiales.
—¿Cuándo fue la última vez que la vio?
—En mi último destino, como embajador ante el Vaticano, en 2005. Me llamó para decirme que había organizado un viaje a Italia en autobús con todos sus sobrinos españoles. Recorrieron Italia parándose en hoteles pequeños y modestos. Me pidió que organizase una cena en la embajada, pero pidió que se invitase solo a los mayores. A los jóvenes los mandó a una pizzería.
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