Fuera de sitio

El viaje de estudios tendrá que esperar

«Si tu hijo te pide un viaje de estudios en pandemia, le dices que no, ahora no toca, tendrá que esperar a que esta pesadilla termine»

Lola Sampedro

Lola Sampedro

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Doy por sentado que la juventud debe ser rebelde . O al menos tener cierto punto de rebeldía, de asertividad, de esa sensación de inmortalidad que te hace querer comerte el mundo cuando la verdad es que no has empezado ni el aperitivo. Esas ansias de libertad y diversión no deben ser irresponsabilidad . El megabrote de contagios por los viajes de estudios en Mallorca ha ocurrido por una falta total de responsabilidad. Sobre todo, de los adultos que hay detrás de esos críos.

Oscar Wilde decía que el único deber que tenemos es el de divertirnos terriblemente. En los años de esplendor nos afanamos en aplicar esa máxima a rajatabla, sin atender al entrelineado que al final siempre tiene la vida. No hay sorpresa en que un chaval de 16 ó 17 años se crea el centro del universo. Siempre hay cierto egoísmo en esa rebeldía pueril que menciono. Somos los adultos, los padres, los que tenemos el deber de recordarles de vez en cuando que el mundo rota sin su permiso, que existen obligaciones y compromisos con nuestra sociedad que son impepinables , por mucha revolución hormonal que ellos vivan. Como digo, su resistencia ante esas normas (escritas y no escritas) entra dentro de lo esperable. Los que no tienen excusa son los mayores que les apoyan y les animan a saltárselas. Si tu hijo te pide un viaje de estudios en pandemia, le dices que no , ahora no toca, tendrá que esperar a que esta pesadilla termine.

Los mallorquines vivimos con estupefacción y enfado este megabrote. Baleares fue de las últimas comunidades en quitar el toque de queda y reabrir los interiores de bares y restaurantes. Esas medidas tan restrictivas se aplicaron con la excusa de asegurarnos la temporada turística. Las aguantamos con agotamiento y asfixia, por eso estos contagios son un golpe en el estómago de una comunidad prácticamente paralizada que ve cómo la promesa de tener un buen verano, o al menos casi bueno, se ha ido al traste por viajes de estudios, macrofiestas y botellones que nunca tendrían que haber ocurrido. Los responsables son muchos, desde los padres permisivos hasta los organismos que no fueron capaces de detectarlos y pararlos a tiempo.

Los lloriqueos de los estudiantes alojados en el hotel, sus quejas por la comida, el jaleo y las sábanas colgando por los balcones nos lo tomamos muchos como pitorreo. Todo este follón ya ha hecho que las reservas turísticas de Suiza, Alemania y Austria se paren de cuajo. E l cabreo se mezcla con la preocupación por perder otra temporada y la sospecha de que es imposible que Baleares pueda soportar la pérdida de dos veranos seguidos.

En el momento de escribir estas líneas la juez ha resuelto que los estudiantes no contagiados (181) pueden abandonar el hotel Covid de Palma. El mismo día en que desayunábamos con la noticia de que 21 estudiantes más habían sido aislados en otro de Alcúdia (también en Mallorca) por un nuevo brote de coronavirus. Todo es caos y angustia mientras esta pandemia aún rompe vidas, no solo en los hospitales. El equilibrio se rompe, una vez más, mientras aún hay padres que son incapaces de decirles que no a sus hijos.

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