Fuera de sitio
El orden del mundo
«Aquel hogar lleno de vida ya no existe. Como si lo recorriera un fantasma, en esos cuartos y rincones solo hay recuerdos. No hay nadie, no queda nada ahí por más que tú pasees por esas habitaciones intentando tirar de la memoria»

Hace pocos días leí que Luz Sánchez-Mellado echa mucho de menos «el orden natural de las cosas» . Explicó que eso era que estuvieran ahí «tu madre, tu padre, la ropa tendida...». La leí y me fundí con ella.
Entiendo perfectamente a Luz y me congratuló comprobar que tanta gente empatiza con eso. El recuerdo de una casa, de un hogar, que ya no existe. Cuando la leí justo había vuelto a vivir en mi casa familiar, en la de mi padre. Por cuestiones que no vienen al caso, regresé por un tiempo a mi hogar de antes, y encima con dos hijos. Yo me fui hace más de 20 años y cuando pensé en volver creí que sería fácil. Y en cierto modo lo ha sido, no por mí, sino por mi padre. Esa generación de titanio, los que nunca miran por ellos, solo por sus hijos.
Contaba lo de Luz porque me recordó a una escena lamentable, cuando dejé mi ciudad para ir a estudiar a otra. En aquellos primeros días me dieron igual mi novio y mi futuro, yo lloraba como una plañidera porque fui consciente de que nunca más iba a escuchar ese orden natural de las cosas . El sonido de la olla exprés de mi madre; el pasar de las hojas del diario deportivo de mi padre. Eso me obsesionó durante varias semanas. Los sonidos, sobre todo. Con muchas lágrimas, porque ellos, tan trabajadores y entregados, no me enseñaron que tenía que volar. Me lo dijeron alguna vez, sobre todo mi madre. Pero qué va, lo que vino fue una sorpresa.
Vuelvo a las palabras de Luz. El orden natural de las cosas... Para entender la dimensión de lo que confesó, aunque más que palabras son una sensación, tienes que haber vuelto a la casa ahora desangelada en la que creciste. Aquel hogar lleno de vida ya no existe. Como si lo recorriera un fantasma, en esos cuartos y rincones solo hay recuerdos. No hay nadie, no queda nada ahí por más que tú pasees por esas habitaciones intentando tirar de la memoria. Y lo peor, sin duda, es que, de repente, descubres que tu casa, la de tus hijos ahora, el nuevo hogar, será lo mismo algún día ; solo recuerdos. El mismo lugar fantasmal.