Fuera de sitio
Nadie quería a Truman Capote
«A Capote se lo comieron sus demonios, pero siempre supo quién fue: un gran escritor. Los demás, los parias del siglo XXI sin virtud reconocida, acaban pagando seis euros por un café leche. O comprando chalets en Galapagar»
Truman Capote vivió convencido de que nadie le quería. «La gente no me quiere. Soy un bicho raro. Les entretengo, les fascino, pero no me quieren». Toda la tristeza y resignación que encierran esas palabras las puedes escuchar de la boca del escritor en el documental ‘The Capote Tapes’ (disponible en Filmin). Lo peor de ser un paria es saber que lo eres.
Capote lo sabía. Él vivió siempre desubicado en este mundo. Hay personas que, por más que lo intenten, siempre se sienten fuera de sitio. Primero cortan con esmero las raíces de su infancia y luego buscan un lugar, un sueño en el que nunca llegan a encajar del todo. El desarraigo nunca es gratuito, la penitencia de renegar de quién eres es precisamente esa, el vacío y la búsqueda constante de esa identidad perdida. Un desasosiego, una inquietud que no se apaga nunca.
Lo que más le apenaba, dijo una vez, era «la innecesaria soledad» de su infancia. Una niñez infeliz como la suya, con la herida del abandono de su madre siempre abierta, puede ser la excusa perfecta para renegar de tus raíces. Fue precisamente en esa huida donde Capote se inventó a sí mismo. Confeccionó a la perfección su disfraz de éxito y consiguió llegar a ese cielo del que acabó renegando: «Es mejor mirarlo que habitar en él».
Se esforzó tanto en dinamitar esos cimientos de su infancia que necesitó volver a romperlo todo ya de adulto, cuando hacía tiempo que saboreaba las mieles del éxito y la alta sociedad de Nueva York lo había acogido como uno más de ellos, aunque él siempre se sintió su bufón. Con la publicación por entregas en la revista Esquire de varios capítulos de ‘Plegarias atendidas’, su libro inacabado en el que contó los secretos y miserias de esa alta sociedad neoyorquina, Capote volvió a expatriarse a sí mismo. Como si la única forma de sentirse vivo fuera alimentar la insatisfacción perpetua del desarraigo.
Liliane Kerjan, autora de su biografía publicada en 2017 'Truman Capote’, apuntó a esa condición de desencajado del escritor: «Capote llegó alto por su literatura, pero, también por su literatura, fue considerado un traidor y terminó como un paria». La pregunta es si se puede traicionar algo de lo que nunca te has sentido parte del todo.
Este mundo está lleno de esos parias, lo malo es que ninguno tiene el talento del autor de ‘A sangre fría’. Conviene recordar que sin ese genio, todo se reduce a algo aspiracional. Corres el peligro de convertirte en algo peor que un snob: en un impostor. A Capote se lo comieron sus demonios, pero siempre supo quién fue: un gran escritor. Los demás, los parias del siglo XXI sin virtud reconocida, acaban pagando seis euros por un café leche. O comprando chalets en Galapagar.