Un mundo pequeño
Toda la familia fue consciente siempre, siempre, del esfuerzo que hacía mi padre
Mi padre se levantó durante más de veinte años a las tres y media de la madrugada para ir a trabajar. Eso marcó mi vida. Muchos aspectos de nuestra cotidianeidad funcionaban por respetar sus horarios. Toda la familia fue consciente siempre, siempre, del esfuerzo que hacía ese hombre. Imagino que muchas personas tienen horarios peores, pero yo he venido aquí a hablar de mi padre .
La vida era la casa, la casa, la casa; los hijos, los hijos, los hijos. Entre esos pilares había otro fundamental: ahorrar porque los niños tendrán que estudiar . Yo solo estudié por ellos, porque no pudieron hacerlo.
Aquella vida estaba cebada de sacrificios desde mucho antes de tenernos a nosotros. La semana pasada recibí varios mensajes de personas que me contaron cómo sus madres tenían que entregar el sueldo entero en casa y «encima eran las cenicientas en aquel hogar». Mis padres también. Los dos daban su salario cada mes, solo se quedaron con el último que ganaron antes de casarse . Ella fue esa cenicienta que me habéis contado algunos, la hermana mayor de una familia numerosa. Él tuvo toda la presión del mundo como el primogénito en una familia igual de grande con un padre muerto a los 40. No tuvo que limpiar el váter ni hacer de comer, claro, pero ese miedo de saber que lo que tú ganas es para alimentar tantas bocas, desde tan joven, ese miedo tiene que ser atroz. Tenía menos de 20 años.
Intento recordar todo eso cuando me entran ganas de quejarme, porque p ocas cosas hay peores que ser una llorona o un llorón . Nadie tiene patente de corso para las lamentaciones, pero lo que has mamado en casa cuando has tenido una infancia feliz gracias a tu familia debería bastar para ubicarnos.
Mi padre se levantaba cada día a las tres y media de la madrugada y volvía a las seis de la tarde. Agotado, se dormía siempre en el sofá. Mientras tanto, mi madre y nosotros seguíamos viviendo. Cenábamos mientras él dormía y nos íbamos a la cama. Y cada noche, cada noche de madrugada, mi padre se despertaba y abría la puerta de nuestra habitación . Muchas veces me hacía la dormida, pero qué va, estaba despierta. A veces, solo se quedaba de pie en el umbral para mirarnos. Y otras, venía, creyendo que dormíamos, y nos daba un beso. Eso lo hizo cada noche, siempre.
Hace tres meses tuve que volver a vivir en su casa de forma temporal. He vuelto a mi cuarto de niña y de adolescente , y compartido esa cama con mi hija pequeña. Mi hijo se ha instalado en la habitación de al lado. Cuál ha sido mi sorpresa al descubrir que, aunque ya está jubilado y no se despierta tan temprano, siempre hay un momento de la noche en que se levanta y viene a vernos dormir. Y a veces, también nos da un beso.