Fuera de sitio
Me da más miedo tener una hija que un hijo
«Hasta hace muy poco no tenía claro si mis miedos eran porque ella es la pequeña o porque es una niña, una preadolescente»
Yo tengo dos hijos. Un niño y una niña, ambos adolescentes ya. Él me descubrió lo que es sentir miedo de verdad, que le pase algo malo. Fui mortal y frágil desde el mismo momento en que lo parí. Miento, desde muchos meses antes de expulsarlo de mí. Son temores compartidos por todos, entiendo, y al final los llevas con normalidad. Te acostumbras a eso. Lo que no sabía yo es que con los años me descubriría temiendo mucho más por mi hija que por él. Por el solo hecho de ser mujer.
Hasta hace muy poco no tenía claro si mis miedos eran porque ella es la pequeña o porque es una niña , una preadolescente. De verdad que no lo sabía. Es difícil entenderlo, porque yo pensaba, es mi pequeña, quizá eso siempre estará ahí. Aunque solo se lleve tres años y medio con su hermano.
Para mí era muy importante que mi hijo aprendiera a ser autónomo . Muy, muy, muy importante. Pensaba, a lo mejor no puede con los estudios, ya veremos, pero si sabe desenvolverse solo, con eso me basta. Tenía que empezar a enseñarle y le expliqué a los 11, casi 12 años, cómo coger un autobús, cómo hacer pequeños recorridos solo por la calle. Lo acompañé muchas veces en esos primeros viajes en bus y fingíamos que viajaba solo.
Le conté cómo ubicarse en nuestra ciudad y le dije varias cosas que nacieron de mis temores más profundos : «Si alguien te pregunta, niño, ¿estás solo? Tú tienes que decir, no, mi madre está ahí. Señala a cualquier punto y vete corriendo». También, como hasta los 15 años no ha tenido móvil, le dije que si pasaba algo y tenía que llamarme, fuera a un bar o le explicara todo a un policía. Nunca a nadie de la calle, a un extraño, jamás a un viandante. Un día me llamó desde la sucursal del Banco Santander de la Plaza de España de Palma porque llevaba horas esperando a un amigo que ya me había dicho a mí por móvil (el de su madre) que no podía acudir a la cita. Mi niño me llamó desde el fijo del banco y casi me echó la bronca. Él tenía más de 13 años y yo, cuando ya estaba por cumplir 15, tuve que convencerlo para que se comprara un móvil. Cuento todo esto porque se lo merece. Y a veces, cuando lo pienso, ni me lo creo. También sé que mi hijo no es excepcional, lo veo en sus amigos, lo han hecho todos igual. Por eso apuesto siempre tanto por esa generación fantástica , divertida y consciente.
Nunca he visto el momento de explicarle a mi hija cómo coger el autobús. Y ella me lo echa en cara. Le he contado que cuando va sola a gimnasia (andando) y vuelve a casa, si un adulto le dice algo, tiene que responder que yo estoy ahí y salir corriendo. También que, si pasa algo, solo me llame en locales o con la policía o en un banco (después de la experiencia de su hermano, lugar seguro y jovial, gracias). Pero cada vez que ella vuelve de su deporte me descubro preocupada. Son solo tres calles. Pensaba que era una exagerada, es mi pequeña, seguro que es por eso. Relájate, Lola.
La semana pasada, yo estaba en la cocina y tengo la suerte de vivir en una calle peatonal y muy transitada, y tan estrecha que el sonido retumba. Pude escuchar perfectamente lo que pasaba. Mi niña volvía de gimnasia que, como digo, está muy cerca de casa. Un hombre mayor, un adulto, le decía a mi hija: «Vamos a tomar una caña, tú tienes 18 años». Mi hija, mientras cerraba la verja, le decía, «tengo 11 años, mi madre está ahí arriba, no quiero hablar contigo». Fue menos de un minuto. Terror total. Solo acerté a gritar «¡Ey!» por la ventana y bajar por las escaleras como alma que se lleva el diablo. Mientras tanto, mi niña ya subía, estaba a salvo. Le pedí que me contara qué había pasado. Me lo contó y los pocos recursos que le había enseñado, creo, le sirvieron de algo (eso quiero pensar para exculparme). Sé que nunca serán suficientes, porque la realidad de afuera se escapa de todo. No podemos controlarla. Lo sé, para mi pesar.
Subía a casa y cuando ya estaba aquí, me dijo, con tristeza: «Mamá, ¿por qué estas cosas siempre me pasan a mí?»
La entendí perfectamente. A su hermano, nunca.