Letizia, la periodista 'pesada'

«Reírse de uno mismo es de las mejores terapias que hay, sobre todo porque te adelantas a que lo hagan los demás»

Lola Sampedro

Lola Sampedro

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Hay algo muy fácil de reconocer en las personas con una vocación clara: el nervio . Se les nota a la primera que no pueden evitar su pulsión. Letizia es periodista hasta cuando da los buenos días. Si alguien no lo tenía claro todavía, no tiene más que ver el vídeo de su discurso el martes pasado en la Complutense. Ni rastro de la Reina, ahí había una periodista dispuesta a dar un puñado de buenos titulares. De los mejores, además, los personales.

Pocas veces la hemos podido ver así de relajada y contenta. Acostumbrada al protocolo y a tener que ir tiesa por la vida y sin poder articular demasiadas palabras, en el 50 aniversario de la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense se desquitó, se lo pasó bien y pudo reírse hasta de sí misma.

Reírse de uno mismo es de las mejores terapias que hay, sobre todo porque te adelantas a que lo hagan los demás. Letizia se llamó «pesada» a través de la anécdota de un profesor y no dudo ni por un momento que sea verdad. Me refiero a las palabras del docente, doy fe, tan recurrentes. Las periodistas somos unas pesadas, sobre todo porque somos mujeres.

Todo su discurso estuvo lleno de nostalgia . Nostalgia por aquellos años universitarios, por el bar de la Facultad y por los ‘90, década en la que ella estudió. Empezó la carrera en 1990 y la terminó en 1995, cuando las admisiones de las universidades te llegaban dentro de un sobre de papel al buzón de tu casa. Me puse nostálgica hasta yo, con lo que detesto esa sensación, era imposible no recordar con ella los mejores años de nuestra vida. Aunque mi mejor época siempre es la presente, reconozco que me dejé arrastrar un poquito por el monólogo de Letizia.

La Reina también dijo que sigue siendo preguntona, aunque las respuestas ahora no las pueda contar. En esa confesión, que pretendía ser un guiño, noté cierta tristeza, la melancolía de quien renunció a lo que tanto le gusta. La resignación de una periodista a la que no le queda más remedio que callar a su nervio.

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