La horterada de las bodas perfectas
«Prefiero las bodas de antes, aquellas en las que se cortaba la corbata del novio y la liga de la novia. Bodas singulares, con todo feo y mucha improvisación»
Esta pandemia al menos nos ha regalado algo bueno, la gente no se casa. Casi nadie quiere una boda en la que las restricciones sean más importantes que los novios y a mí eso me tiene maravillada. En realidad debería ser al contrario, aprovechar este momento para casarte sin tener que invitar a nadie con la excusa imbatible del coronavirus. Permítanme frivolizar sobre el tema, pero es que es verano y hace calor.
Cuando superas los 40 años dejas de ir a bodas. Esa etapa en la que tienes cuatro o cinco cada verano te pilla en la treintena, luego la gente deja de casarse y empieza a separarse. Lo bueno de los divorcios es que no te envían invitación con la cuenta bancaria. Eso es algo realmente extraño, con lo caros que son los abogados, los afectados deberían hacer colecta de euros que alivien al menos las finanzas de esos corazones rotos.
Las bodas de ahora son el momento más cursi de nuestras vidas. Todo tan insoportablemente bonito como descafeinado. Se busca tanto la originalidad que al final son todas iguales ; los mismos carritos de gominolas, las mismas guirnaldas y luces de verbena. Los fotocalls, madre mía los fotocalls. Los cartelitos de los nombres de los invitados escritos con caligrafía tan primorosa como vulgar. Todo es tan pretendidamente cuqui, tan instagrameable, que han conseguido que lo lindo sea hortera. Y lo hortera, moderno.
Prefiero las bodas de antes, aquellas en las que se cortaba la corbata del novio y la liga de la novia. Bodas singulares, con todo feo y mucha improvisación. Ahora nadie deja nada al azar, todo está tan medido que da ganas de bostezar . Son una auténtica ingeniería del detallito, celebraciones infantilizadas. La única diferencia entre una boda y un cumpleaños infantil es que en las bodas te duelen los pies.
En aquellas bodas feas sonaba Paquito el Chocolatero y en el suelo había moqueta o césped artificial. Los invitados vestían peor que los novios, pero nadie iba igual. Ahora son clones con trajes y vestidos fotocopiados. Hay un anual de las bodas cuquis y el invitado perfecto tiene que ser guapo.
Todos guapos, el colmo del buen gusto, y la banda sonora del bodorrio tiene una lista en Spotify. Ayer me contaron que algunas tienen su propio hashtag en redes sociales y pensé que no necesitaba tener esa información, al saberlo se me fue el espíritu y perdí años de vida. Menos mal que ahora nadie se casa. Menos mal que es verano y hace calor.