Fuera de sitio

Estupor y temblor en Malasaña

«Si te vas de farra junto a miles de personas sin ninguna medida de seguridad a cualquier plaza de España, lo que estás diciendo es 'me da igual que se mueran los demás, yo salgo de juerga porque me creo a salvo'»

Lola Sampedro

Lola Sampedro

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La palabra libertad se vende barata . De un tiempo a esta parte, se ha bastardeado tanto que esas letras ya no se ajustan a su significado original. Se ve que ahora ser libre es hacer botellón multitudinario y beber litronas y calimocho sin mascarilla mientras miles de personas lloran aún solas en sus casas todas sus pérdidas. Mientras los sanitarios de este país siguen reventados en la primera línea de toda esta tragedia.

A estas alturas de la pandemia es fácil estar cansado de todo. Cada día cuesta más seguir las normas, es fácil olvidar que el virus todavía está entre nosotros y la gente aún enferma y muere. Hay ahí una mezcla de egoísmo y supervivencia emocional en la que yo también caigo de vez en cuando. Cuesta vivir cada día con ese peso; quizá la tendencia natural, tras más de un año, sea huir de la pesadilla. Quieres las cañas, los abrazos y la diversión de tu antigua vida. A veces la añoras tanto que deseas que vuelva con todas tus fuerzas, porque te echas de menos. Puedes sentirte así y a la vez saber que tú no eres el ombligo del mundo.

Llaman libertad a lo que solo es caos y crueldad. Una crueldad terrible porque a estas alturas ya nadie se puede excusar en la ignorancia. A día de hoy, si te vas de farra junto a miles de personas sin ninguna medida de seguridad a cualquier plaza de España, lo que estás diciendo es «me da igual que se mueran los demás, yo salgo de juerga porque me creo a salvo» . Lo único cierto es que uno siempre es libre de elegir ser mala persona.

No hay nada que celebrar, por más que estemos cansados. Ni siquiera cuando todo esto acabe podremos descorchar ningún champán de la victoria; ese será el momento en que, espero, podamos llorar por fin como país a nuestros muertos. Ya llevamos casi 79.000 fallecidos y sumando. ¿Dónde está ahí la fiesta?

A mi amiga Chela Santalla la pilló de sorpresa la otra noche en Madrid el festival de la vergüenza. Pasaba por Malasaña camino a casa y se encontró con la marabunta. Una televisión entrevistaba a unos chavales y ella interrumpió, rabiosa y vehemente, para decir que aquello no era libertad, sino anarquía. Y añadió: «Ponte la puta mascarilla ya».

El vídeo fue visto en pocas horas por más de medio millón de personas y las redes sociales bautizaron a Chela como «la reina de la noche» . Lo que impacta de lo que dijo mi amiga no es que sea una malhablada (lo es, qué le vamos a hacer, la queremos igual); ni siquiera su sensatez (también lo es, por eso la queremos más). Lo que impresiona de sus palabras es que en mayo de 2021 aún nos las tengan que recordar.

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