Fuera de sitio

Demasiado perfectos

«No entiendo esa manía por aplacar la personalidad y el carácter en la vida real. Los personajes más fascinantes de la literatura, el cine y la televisión son siempre los más imperfectos, los renglones torcidos»

Imagen de la serie 'The white lotus'.
Lola Sampedro

Lola Sampedro

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Cuando mi padre se jubiló, tardó meses en dejar de tener prisa . No tenía que ir a ningún sitio, pero se tomaba el café a toda leche. Me decía, no sé qué puñetas me pasa, sigo acelerado. El ritmo de toda una vida trabajando sigue ahí incluso cuando ya no tienes que cumplir aquel horario ni aquellas obligaciones. Aprender a parar también es difícil.

A las personas impacientes (muy impacientes, de hecho) nos cuesta horrores echar el freno. No nos hallamos en la serenidad y acabamos por ser verdaderos adictos al cortisol , la hormona que genera el estrés. La velocidad de la vida moderna hace que nuestros cuerpos la bombeen de forma constante, nos mete chutes de ese glucocorticoide para que podamos mantenernos en marcha a ese ritmo vertiginoso. Para que podamos vivir la vida así, sin parar. Nos da actividad, lo malo es que también envejece horrores.

Hay que aprender a parar, está claro. Para eso, algunos necesitan leer libros de autoayuda y otros, simplemente, acercarse al mar. Yo vivo en Mallorca, menos mal, sobre todo porque huyo de la autoayuda como de una vara verde. Me cuesta soportar tanto dogma barato y ombliguista para conseguir algo tan mundano y falaz como el anhelo de la perfección. ¿Quién quiere ser perfecto y aburrido cuando es mucho mejor tener mil defectos interesantes?

En 'Nine Perfect Strangers' un grupo de personas va a una especie de retiro de súper lujo con el objetivo de salir de allí mejores, distintos a cómo entraron. En el primer capítulo, uno de ellos le dice a su mujer algo así: «No entiendo esta manía que nos ha entrado ahora a todos por mejorar. ¿Qué pasará cuándo lo hayamos logrado y consigamos ser perfectos? ¿Viviremos rodeados de gente perfecta?». La sola idea de ese mundo sin mácula me despierta un bostezo.

Me gusta la gente desquiciada y excéntrica, tanto en la ficción como en la realidad. Mis personas favoritas están como una regadera. Por eso no entiendo esa manía por aplacar la personalidad y el carácter en la vida real. Los personajes más fascinantes de la literatura, el cine y la televisión son siempre los más imperfectos, los renglones torcidos. Sin embargo, a la hora de la verdad nadie soporta las taras y menos aún al diferente. Nos enamoramos del más raro de una novela, el más distinto, pero luego nos rodeamos de gente tan parecida a nosotros que acabamos por no aprender nunca nada. Terminamos por aburrirnos de ellos y de nosotros mismos, todos clavaditos.

En otra serie, la magnífica 'The White Lotus', todos están como las maracas de Machín. Transcurre en un resort de súper lujo en Hawai, el sitio perfecto para desconectar y volverte mejor persona. Yo, en un lugar así, no tengo ninguna duda, me transformaría en un ser de luz, en una supernova.

Ni con esas playas ni con esas almohadas maravillosas consiguen mejorar. Al contrario, los defectos de cada uno acaban por fagocitarlo todo, por hacer interesante algo tan aburrido como un hotel de lujo. Todos desquiciados, acelerados, retorciéndose por lo que les hace exquisitamente humanos, por su singularidad. Están como una cabra y por eso son fascinantes. Sobre todo el adolescente, el único que aprende de verdad a parar. Con él me entran las ganas de vivir y de echar el freno, a veces, aunque solo sea poniendo este punto final.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación