Fuera de sitio
Dejad a los niños en paz
«Aquellos años fueron terribles. Mi hijo era mi monotema, no había nada más. No pensaba en otra cosa. Entre todos me hicieron creer que tenía un problema de aprendizaje»
Hace pocos días escribí en una red social algo muy importante para mí. Lo conté porque de alguna manera intuía que podía haber gente que me leyera justo en su peor momento, en el mismo en el que estuvimos nosotros hace años sin compañía. A raíz de aquello, muchas personas me ha escrito, me dicen que se sienten igual de desamparados que nosotros en su día. Y es justo por eso por lo que quiero dedicar esta columna a esos niños que no entran por el embudo.
Escribí esto en esa red social, decía, porque algo me decía que por allí había gente que vive en el mismo miedo en el que vivimos nosotros durante aquellos años. Lo conté y lo cuento ahora aquí porque me habría venido muy bien que me lo dijeran en su momento. Mi hijo parecía retrasado. No exagero . Fue empezar Infantil y vivir un infierno. «Es lento, es lento», nos repetían hasta la náusea.
En el último curso recuerdo que la profesora nos dijo que todo estaba mal , que mi niño lo coloreaba todo en azul. Yo me sentía culpable y tenía miedo de ser una madre sobreprotectora (no lo soy, ¿vale?) y recuerdo que pensé, tiene una etapa azul, como Picasso. Hablamos de un niño de cinco años. Cinco. ¿Cuál es el ritmo que tiene que seguir? ¿Cuántos colores debe utilizar para ser ‘normal’?
Aquellos años fueron terribles . Mi hijo era mi monotema, no había nada más. No pensaba en otra cosa. Entre todos me hicieron creer que tenía un problema de aprendizaje . Aunque yo peleé mucho, con todo el mundo, incluso con su padre, porque creía que todo era cuestión de tiempo, de madurez. Aun así, creyendo eso, es imposible que no te afecte toda esa porquería. Si no entra fácil en el sistema, estamos jodidos.
Gracias a su padre (yo no quería) lo cambiamos de colegio y todo fue a mejor. Esos tics que tanto pánico me daban desaparecieron en menos de un mes y medio. Y luego creció y se ha convertido en un adolescente, en un proyecto de hombre, maravilloso . Ya no es que saque buenas notas (que las saca y aún hoy me parece mentira), es que lo miro y veo cómo piensa, puedo ver perfectamente cómo su cerebro funciona mucho mejor que el del resto, que el mío. Ahora, por fin, sé que será capaz de lo que quiera . Solo era cuestión de tiempo.
Nos dijeron muchas veces: «necesita medicación, con eso todo será más fácil». Nos negamos, su padre y yo nos negamos en rotundo a pesar de todo. Solo era eso, el tiempo, SU tiempo . No sé lo que será, en realidad me da igual, pero sí sé, porque lo he vivido, el esfuerzo enorme de mi hijo. Y lo ha conseguido, lo está consiguiendo. Cuando tenía cinco años me dijo, llorando: «Mamá, tú no lo entiendes, tengo la mitad de mi cerebro podrido». Casi me muero, aunque lo que yo sintiera da igual. Lo que tenía él era peor. Hace dos semanas, tranquilo y divertido, como es él, me contó que acababa de sacar un 10 en Ciencias. «Era difícil, pero es que soy el más inteligente de la clase». No hay soberbia ahí, eh, hay un camino durísimo y muy injusto para un niño. Pero por fin, ya hemos llegado.