Fuera de sitio

En contra de los hoteles solo para adultos

«Impedir la presencia de la infancia es discriminación por edad, una forma de invisibilizarlos, de dar por sentado que ellos cuentan menos, tienen menos derechos que nosotros»

Hay sitios que se promocionan como solo para adultos.
Lola Sampedro

Lola Sampedro

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No me gustan los niños, tampoco los bebés. Cuando mis hijos eran pequeños, a veces me escapaba un rato solo para dejar de oírlos zumbar a mi alrededor. Con ellos descubrí que la maternidad es ruido y aprendí a valorar el silencio. No me gusta jugar, no sé hacer carantoñas y odio las fiestas infantiles. A pesar de todo eso, soporto aún menos el concepto 'adults only'.

No soy niñera, pero me molestan infinitamente más los adultos . Al cabo del día, los granos que hay en mi culo son personas que cumplieron la mayoría de edad hace varias décadas. Por eso cuando escucho o leo a los militantes de los lugares en los que se prohíbe la entrada a la infancia me da por desear que alguien abra un establecimiento donde no puedan entrar ellos. Un sitio en el que exijan el test de antígenos de gilipollas no estaría mal, aunque es más que probable que yo diera positivo.

Imagino qué pasaría si al dueño de algún restaurante al que le molestan los gordos negara su entrada. Ahí hablaríamos de gordofobia. En el mundo hay templos, montes y calles en las que está prohibida la presencia de mujeres. Clubs de Caballeros en Reino Unidos, estadios de fútbol en Arabia Saudí, incluso algún campo de golf en EE. UU. donde la presencia femenina está vetada. Entiendo que a los defensores del 'adults only' les parecerá bien ese derecho de admisión misógino y machista, siempre que en esos sitios tampoco dejen pasar a niños .

Ya puestos, deberían poder colgar carteles de prohibido el paso a los calvos, a los pelirrojos o a los que miden menos de 1,70. Yo conozco gordos, calvos, pelirrojos y bajos insoportables; también rubios, delgados y altos a los que no aguanta ni su madre. Con los niños me ocurre igual, algunos me caen bien y otros fatal ; pero a ellos sí está permitido vertarlos. Venden paraísos sin infancia porque saben que los críos no se van a indignar, ni defender ni manifestar en modo alguno.

Prohibir la entrada a los niños es adultismo , esa concepción tan extendida de que el centro de la sociedad es el adulto. Impedir la presencia de la infancia es discriminación por edad , una forma de invisibilizarlos, de dar por sentado que ellos cuentan menos, tienen menos derechos que nosotros por el simple hecho de haber nacido hace pocos años. Reclaman el Edén sin niños, cuando su ruido es peor. Pocas cosas más insufribles que un madurito quejándose de los críos . Siempre igual. Ellos sí son un coñazo.

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