Fuera de sitio

Los antivacunas y su iluminación

«Todos tienen la cartilla de vacunación al día y también la de sus hijos; de la única que no se fían es de la del coronavirus»

Lola Sampedro

Lola Sampedro

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La pandemia nos ha quitado la careta. De alguna manera, muchos hemos descubierto la clase de personas que somos. Cuando todo se detiene y la vida se escapa de las manos, es fácil dejarse llevar. Es en esa inercia donde surgen las sorpresas, el lado inesperado de la gente.

Algunos respondemos ante el caos con una especie de letargo y socializar se nos hace bola. Tenemos que hacer un esfuerzo pesado para quedar con otras personas, para hablar y compartir. Esa apatía, casi seguro, estaba ahí antes, dentro de nosotros, aunque no era tan evidente como ahora. La pereza por volver a socializar es la segunda conversación más repetida que he tenido durante estos últimos meses de pandemia. La primera, con mucha diferencia y para mi estupor, es la vacuna .

Personas a las que tenía por sensatas se niegan a ponérsela. De repente, por haber visto cuatro vídeos en Internet, se sienten tocados por la varita mágica de la iluminación supracientífica. Al menos los que yo conozco, no son antivacunas. Todos tienen la cartilla de vacunación al día y también la de sus hijos; de la única que no se fían es de la del coronavirus. Una desconfianza ridícula si tenemos en cuenta que en el mundo ya se han administrado más de 2.500 millones de dosis; en España, más de 35 millones.

Su postura va más allá de la ignorancia, radica en un sentimiento aspiracional y pueril: salirte del rebaño solo para sentirte superior . Solo ellos forman parte de la pequeña élite iluminada, de esa orgullosa minoría que alardea de tener un nivel de conciencia superior. El resto somos borregos.

Antes de que la vacuna empezara a suministrarse, las estadísticas arrojaban que el 47 % de los españoles eran reacios a ponérsela. Si ese pronóstico se hubiera cumplido, la campaña de vacunación masiva que vivimos no serviría de nada y, en lugar de hablar del fin de las mascarillas y la vuelta de los conciertos y el ocio nocturno, seguiríamos lamentando hospitalizaciones y muertes.

El augurio de que casi la mitad de la población española rechazaría la vacuna no se ha cumplido gracias a su normalización. Crear un clima de confianza basado en la información y la ejemplaridad nos libra de la barbarie. Ahora los antivacunas vuelven a ser lo que siempre fueron, algo residual; un puñado de personas que podrá volver a abrazarse gracias resto , a la gran mayoría. Y sin agradecimiento, seguirán llamándonos borregos.

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