Amistades Peligrosas: «El reguetón se presenta como la modernidad, pero es una regresión gravísima»

El dúo más sensual del pop español celebra su trigésimo aniversario anunciando una reunión con nuevo single llamado «Alto el fuego» al que seguirá un recopilatorio, un libro, un documental y una gira

Amistades Peligrosas ABC

Nacho Serrano

«Me quedare solo», «Estoy por ti», «Casi nunca bailáis» o «Africanos en Madrid» son canciones que nos enseñaron que se podían decir muchas más cosas de las que creíamos en el pop. El desparpajo erótico festivo de Amistades Peligrosas les ayudó a vender dos millones de discos en todo el mundo, pero a ellos el éxito les pasó factura y acabaron declarándose la guerra en lo artístico y lo personal. El dúo sentimental y musical se rompió definitivamente en 2005, tras un último lustro de tira y afloja en el que su lírica viró hacia el compromiso político, y desde entonces, el hacha de guerra siguió enterrada durante largos años.

Ahora que Cristina Del Valle y Alberto Comesaña anuncian su regreso, se cuenta por ahí que se reencontraron e hicieron las paces en un concierto de Mastodonte en plena pandemia. Pero eso no es del todo cierto. «Nosotros habíamos retomado la relación el año pasado, cuando Alberto me llamó para participar en su disco en solitario «En shock»», cuenta Cristina. «Y ahí ya hubo buen rollo».

Después, cuando llegó 2020, Cristina pasó los primeros meses pandémicos confinada, aprovechando para hacer algo que muchos no habíamos hecho hasta este año: conocer a los vecinos. «Pasé el confinamiento pinchando música en mi terraza, y organizando homenajes a los sanitarios con mis vecinos. Todos decorábamos los balcones, y durante una hora yo ponía una playlist sobre el tema. No nos conocíamos antes de la pandemia, y gracias a esto ahora nos queremos mucho y hemos creado una red de apoyo».

Fue varios meses después cuando se encontró con Alberto en el concierto de Mastodonte en Ifema, por casualidad. Más o menos. «Uno de los miembros de Mastodonte es mi cuñado, y el baterista tocó con Amistades», cuenta la cantante. «Nos invitaron a su concierto a Alberto y a mí, sin decirnos que iba a estar el otro, y así fue como nos reencontramos. Mastodonte han sido los celestinos de esta historia».

Después de ver el concierto charlaron durante horas y horas, hasta llegar a la conclusión de que Amistades se merecía otra oportunidad, especialmente en el año de su trigésimo aniversario. «La máxima de este regreso es el buen rollo», dice Cristina. «Mientras estemos bien y nos sintamos a gusto, seguiremos adelante». Los dos coinciden en que los efectos psicológicos de la pandemia han tenido algo que ver en esta reunión. «Sí, a mí eso me ha pasado», confiesa Alberto. «Esta pandemia ha sido como cuando tienes un accidente grave de coche y sobrevives. Te replanteas todo. Yo arrastraba un gran rencor con Cristina, porque nos hicimos mucho daño. La pandemia me ha servido para limpiar toda la mala baba». «Sí -asiente Cristina-, creo que todos hemos reflexionado sobre las personas que han sido importantes en nuestras vidas, y sobre los conflictos que no hemos podido resolver».

Fraguaron el plan en secreto durante siete meses, hasta que hace unos días anunciaron que en 2021 habrá un reencuentro con gira española y americana, el lanzamiento de un recopilatorio con todos sus éxitos revisados por los propios autores o productores, colaboraciones de otros artistas, un documental de toda su carrera, un libro biográfico y una canción inédita con un título explícito, «Alto el Fuego» , que explica su relación de altos y bajos. Que fueron muchos, muchísimos.

«Sufrimos algo que no es fácil de sobrellevar», explica Cristina. «Fuimos una pareja muy apasionada, muy enamorada, nos fuimos a vivir juntos de un día para otro, de la noche a la mañana. Él vivía en Galicia, yo en Madrid, y un buen día, volviendo en tren después de un programa de televisión, él pasó por su casa a recoger algunas cosas y se vino a vivir conmigo. Éramos dos personas radicalmente distintas, que apenas se conocían pero locamente enamoradas. Al poco tiempo sacamos un disco que se convirtió en la banda sonora de una generación, y de pronto se hizo muy difícil la convivencia, personal y profesional. Aquellos nos devoró. Se mezclaron los egos, las luchas de poder, y no pudimos con ello».

«Lo nuestro fue una guerra constante», asegura Alberto, que hace poco encontró un viejo ordenador de 1993 donde anotó todas las broncas que tuvo con su novia y compañera de banda. «Las notas ponen: «Gala en televisión, bronca con Cris». «Grabación en nosequé estudio, bronca con Cris». «Viaje a nosedonde, bronca con Cris». Y así todo, salvo algunas que dicen cosas como: «Hoy nos hemos reconciliado en el escenario», ¡jajaja! Fue un amor odio permanente».

Tal como reconoce Alberto, la sombra de Amistades Peligrosas «planeó» sobre sus carreras en solitario. «Yo intenté reconstruirla, pero fue complicado. Después de haber roto en lo personal y lo profesional, cuando uno de los dos intentaba hacer algo por su cuenta, la figura del otro siempre estaba presente, de una forma o de otra», dice el cantante, a quien dolió especialmente que Cristina intentara continuar con el nombre del grupo, sustituyéndole por otro compañero. «Eso fue bastante turbio», recuerda, «y se fue acumulando la bilis hasta este reencuentro, en el que hemos decidido quitarnos las caretas».

Si damos por hecho que no volverán a pelearse a la primera de cambio, el gran reto de Amistades Peligrosas sin duda será acertar con el enfoque de sus nuevas composiciones. «No me veo haciendo canciones como «Estoy por ti», ni tampoco haciendo temas sociales o políticos como le gusta a ella. Eso va a ser un debate importante», dice Alberto. Cuando toca hablar del ecosistema musical en el que van a tratar de inocular su regreso, Cristina no puede evitar lanzarnos su análisis comparativo con el reguetón en cuanto al tratamiento de la sexualidad en las letras. «El reguetón es lo más retrógrado, machista y misógino que existe», asegura. «Amistades Peligrosas hablaba de sexualidad explícita, pero siempre sin cosificar a nadie, tratando al hombre y a la mujer como portadores de los mismos derechos, sin papeles de sumisión. En la sexualidad de Amistades contaba el deseo del otro, el placer del otro. Eso fue revolucionario y lo sigue siendo, igual que otros posicionamientos que tuvimos en su momento con nuestras canciones, como en los debates sobre el derecho a la eutanasia, el aborto, los derechos LGTB, la violencia contra las mujeres, el racismo... Fuimos un grupo de pop, que combinó la música pop con letras políticas e incluso el folk en muchos momentos. Todo eso se puede poner en valor en un momento como este, en el que la música está uniformada, en el que las leyes del mercado dictan qué tipo de música se oye, una música de consumo, sin contenido y sin compromiso. Un artista no es un tipo que vende discos».

A Cristina le gusta «muchísimo» la música latina y bailar, pero cuando ve quiénes copan los primeros puestos de las listas actuales, se deprime. «No entiendo la uniformidad que hay ahora. El reguetón es la única apuesta de los medios y las radios, y las letras del género son una regresión gravísima a todos los niveles. Sobre todo en cuanto a cómo se muestra la sexualidad, con una pornografía degradante donde la cosificación de la mujer se vende como la modernidad». Su compañero, que ya hacía pop erótico antes de Amistades cuando estaba al frente de Semen Up, siente que sus letras eran «mojigatería pura» comparadas con las del reguetón. «Las letras que oigo a los del reguetón, gracias a mis hijos que me mantienen al día, me sorprenden mucho. Es algo que nos pasa a todos cuando nos hacemos mayores y escuchamos lo que oye la juventud, pero con el reguetón, hay cosas que oigo que me hacen sentir orgulloso de cómo escribíamos nosotros», dice el cantante, que también identifica otro reto importante para este regreso: calibrar el grado de autocensura con el que escribirán sus nuevos temas. «Joe, es que ahora hay que tener un cuidado tremendo. El sentido del humor que había en los ochenta, es irrepetible. Ahora meterían en el trullo a un montón de compositores que antes escuchábamos a diario sin ningún problema».

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