Lee mi verano y ponle un titular
Puedes amarme o puedes odiarme. A mí, me da igual...
No he vuelto a ver abril, ni mucho menos a montar sin casco. No sé qué ha sido de Charissa y ya no pongo cara a Vianney...
Introducción
Todo está en calma. Lleva así mucho tiempo, quizás demasiado. El miedo atenaza y no es sencillo descerrajar palabras desde lo más hondo de las entrañas. Era 2005 y aún no había pasado abril , en realidad ni siquiera tenía la certeza de que esa época existiera. Si en el argot filosófico, una premisa es cada una de las proposiciones que precede a la conclusión de un argumento; en aquel maldito mes , mi existencia versaba en una serie de pilares que años más tarde me devolverían a la cruda realidad. Pero vayamos por partes.
Nota I
Buceando en la memoria, tenía 15 años y ya había pasado por el Grume. ¿El motivo? Estar en el lugar y la hora equivocados, o mejor dicho, ser consciente de que el coche donde me sentaba era robado y las bolsas de polvo blanco eran algo más que simple azúcar. Por supuesto, la movida no iba conmigo , pero a quien le importa cuando vas directo al peor tugurio que un adolescente puede imaginar.
Nota II
A pesar de que solía dejar el sitio vacante, no es justo reconocer que fuera mal estudiante -rima y todo-. Se acercaba el final de curso y había que salvar como sea los exámenes para darme a la calle el tiempo que pasara en Madrid. Lo iba a hacer igual, pero de esta forma no tendría que soportar a mi madre diciendo la palabra que tan pronto tronaría en un oído, como se evaporaría por el otro:
- «¡Estudia!»
El cargo de conciencia ya era cosa mía, cuestión que por aquel entonces no sabía ni que existía. O quizás, como diría tiempo después un funambulista a lomos del irreverente parque de El Retiro, puede que mi conciencia «estuviera anestesiada» . En todo caso, ¿qué importaba?
Nota III
Importar, importancia, importante... el verbo importar golpeaba de lleno en mi rutina, justo ahora que por fin llegaban las tan ansiadas vacaciones . Nunca más tendría que esperar la llegada del fin de semana. Adiós a comerse el mundo los viernes, mantener el éxtasis los sábados y resucitar sin más dilación los domingos. Mañana siempre era hoy y en mi hoy no había mañana. La sensación era parecida a estar puesto de cocaína pero sin ningún tipo de picor en la nariz.
Nota IV
Cuando te crees el rey del mambo y en realidad eres un imberbe , no deja de tener su punto adentrarse en los bajos de la periferia para pillar una ficha de hachís. En el mejor de los casos, llegas, huyes de miradas indiscretas, pagas y sales de allí creyéndote una mezcla de Bob Marley y John Wayne en versión quinqui. Pero aquel día nada saldría bien.
- «¡Socio! Tu amigo me ha mirado mal, ¿sabes quien coño soy yo?
Una turba de secuaces decoraba la escena. Hugo estaba acojonado, pero el cabrón lo disimulaba mejor que yo. Además, a él no le habían preguntado, solo era el cebo para tener que despedirme de mi flamante MP3 que tan inconscientemente llevaba en la mano.
- «No buscamos problemas, Hugo díselo, dile que no has mirado mal a nadie»
Pero Hugo no dijo nada y por primera vez la debilidad de la que solo yo me había percatado se hizo latente. La memoria es selectiva, pero ver como asoma un brillo por primera vez... marca, y mucho. Todavía sigo preguntándome por qué pusimos pies en polvorosa , con la certeza de que al más mínimo traspiés éramos hombres muertos. ¿Hombres? En todo caso difuntos niñatos sin dos dedos de frente. Solo así se explica el hecho de salir airosos y cuatro días después regresar al lugar de autos . Pillamos... fumamos, vaya que si fumamos. Y justo ahí, en ese momento donde el mareo se mezcla con el vacío de unas últimas caladas eternas, fue cuando por fin Hugo recuperó el habla.
- «Tengo que reconocerte algo. Aún no sé por qué me dio por mirar mal a ese hijo de puta»
Y nos echamos a reír .
Nota V
La urbe se vaciaba a pasos agigantados y el tedio empezaba a inundar el plomizo verano. Faltaban dos semanas para irme a la playa y encima no había fútbol. Fútbol como lo entiendo yo : en el estadio, gritando, saltando y abrazándote al de al lado cuando tu equipo del alma marca un gol. No estaba dispuesto a ser un 'pipero' más que se levanta a las tres de la madrugada para ver los partidos de la gira asiática de turno. Además, el Atleti de 2005 como mucho llegaba hasta Los Ángeles de San Rafael. Un proyecto megalómano a menos de una hora de Madrid que nunca llegó a ser tal.
- «Ponte el casco, que al bajar del Puerto de los Leones suelen estar los picoletos»
- «Lucas, no me jodas, si hasta los camiones nos están levantando las pegatinas. ¿Pretendes que con este calor me desplome encima de la moto?»
- «No, Ízan, pretendo no tener que dejar el colgante más importante de mi vida dentro de tu tumba. O en la habitación de hospital más fea que pudiera imaginar. Y ya de paso, evitamos discutir por ver quien paga la multa»
Apenas tengo constancia de lo que sucedió después. Igual ni llegamos a ver el entrenamiento de aquellos mercenarios que venían de hacer el ridículo una temporada más. ¡Qué cojones! ¿Qué valor tenía eso? La transcendencia de las cosas es nula, toda vez que descubres el significado de la amistad montado en la parte trasera de una vieja Derbi Senda 125cc .
Nota VI
Maleta hecha y ruptura superada. Esas eran mis condiciones para viajar junto a mi madre y mi tía a algún punto de la geografía española. Hacía años que iba por libre. A ellas les encantaba pasear y de las dos semanas que estaríamos en un pueblo de la Costa Brava, si acaso les acompañaría en un par de ocasiones. El resto del tiempo lo invertiría en ver la vida pasar a los pies de las zonas comunes del hotel. Y vaya si la vida pasa.
Tanto que ni tres tardes pasaron cuando la vi. Sentado en la arena, no viendo más allá del punto donde se une la vida con la muerte, -el mar con el cielo-, todavía hoy me pregunto si aquella sirena volvería a emerger de entre sus aguas. Respondía al nombre de Charissa y decía vivir en Amsterdam , pero aún era demasiado pronto para descubrirlo. Su melena rubia se abría paso hasta la zona más incierta de su cuerpo, que dicho sea de paso, tenía la capacidad de hacer perder el sentido a cualquiera. Supongo que dibujar su cara debe seguir siendo misión imposible, pues solo a un estúpido como yo se le ocurriría enturbiar con simples trazos los reflejos de una diosa inabordable. ¿Inabordable?
Nota VII
Promesas en la espalda. Nunca supe hacerlo diferente a pesar de los aullidos. Habían pasado varios amaneceres desde que los ángeles se largasen a tierras inhóspitas. ¿Qué narices hago ahora llenando de arena mis bolsillos? Un potencial suicida, con poca o ninguna dosis de empatía, se habría descojonado a los dos segundos. Era un alma en pena. Y para salir del atolladero iba a necesitar mucho más que unas viejas libretas.
En esas estaba, empapando páginas con el sudor de una lágrima, cuando apareció mi salvavidas. Tarde en percatarme, pero no recibí reproche alguno. Sumergido en un mundo donde la nostalgia infundada lo envuelve todo, no resulta fácil levantar la alfombra más allá de lo que pudo ser y no fue . Y sin embargo, por delante de aquel transitado sofá de recepción, corroído y destartalado, pasó ella. Una, dos y las veces que fueran necesarias hasta que nuestras pupilas se cruzaron.
¿Su nombre? Vianney , el violín que terminaba de cerrar un mes de agosto cosido a retazos.
Nota VIII
De vuelta al asfalto, tengo que decir que septiembre mola. Dejas atrás el pasado más irreal con una mochila de anécdotas cargada a la espalda. Tus amigos te reciben con el hambre de los que se quieren comer el mundo, y desean hacerlo contigo. Se acercan los exámenes de recuperación y allí que te plantas para evocar lo que es un folio en blanco. La ciudad está espléndida con el asedio del motor que otra vez se pone en marcha. Sí, septiembre mola .
- «A mi próxima novia la conoceré en septiembre» , pensé.
Mi otro yo replicó: «¿Ah, si? Se te van acabando los días...»
- «Da igual, a la vida le sobran septiembres»
Nota IX
Se paró el reloj
y no amé al tiempo,
lo dejé pasar
y tu sentada,
noche de abril
en aquel lugar,
esperando una velada
que nunca existió...
Nota X
No he vuelto a ver abril, ni mucho menos a montar sin casco. No sé qué ha sido de Charissa y ya no pongo cara a Vianney... hoy, diez veranos después , mientras las letras de este teclado se funden con mi memoria, lo único que contemplo nítido es el recuerdo de la imperfecta felicidad que todavía siento. Insuperable. Un instante, un momento insignificante a ojos de cualquiera , que hasta la fecha sigue inundando esta canción en bucle.
Es justo reconocer que nunca he visto una película entera de Rocky, menos aún si pretendo cerrar este ladrillo con una cita de Rocky 6. Imperfecciones honorables que no siempre supe confesar. Ahora bien, si has tenido la valentía de llegar hasta aquí, lo mínimo que puedo ofrecerte es esta frase para que la grabes a fuego en el cajón de las cosas que nunca te importarán. O igual sí, vete a saber. En fin, que ahí va:
«Si tú sabes lo que vales ve y consigue lo que mereces, pero tendrás que soportar los golpes».
*Dedicado a ti, que alumbras mi camino, a pesar de que en tu enfermedad no supe estar a la altura.
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