La «trampa» de la barra libre en Nochevieja

ABC.es comprobó in situ la leyenda negra que se cierne sobre este tipo de fiestas «todo incluido»

La «trampa» de la barra libre en Nochevieja ÓSCAR DEL POZO

A. S. M.

Como cada 31 de diciembre, el frénetico ritmo queda inaugurado tras las doce campanadas . Después de una generosa cena y el tradicional brindis familiar, se cuentan por miles los jóvenes que se echan a las calles para celebrar el fin de año hasta bien entrada la madrugada. El frío no es obstáculo para un sector de la población que ve en la famosa Nochevieja una oportunidad de pasarlo bien sin reparar excesivamente en el gasto que supone. «Un día es un día», justifica un grupo de personas en pleno corazón de Madrid. Es por ello que, sabedores de que la primera fiesta del año es una cita marcada en rojo, numerosas salas abren sus puertas para acoger a una multitud sedienta de diversión. Los reclamos se multiplican, aunque casi todos poseen el mismo denominador común: Barra libre de primeras marcas, música comercial, cotillón y ambiente selecto, adornan los panfletos publicitarios.

A pesar de la enorme lista de fiestas, no son pocas las personas que buscan otras alternativas más económicas y no tan masificadas. Alquilar un local o festejar en el propio domicilio aprovechando la inusual tregua vecinal, son opciones que van ganando adeptos. Pero ni todo el mundo puede, ni todo el mundo quiere, y es por ello, que las discotecas registran una masiva afluencia de público, viéndose obligadas a incrementar la cifra de trabajadores durante esa franja horaria. Personal de seguridad y limpieza, camareros o dependientes del ropero ven multiplicados su número con el objetivo de que todo transcurra con normalidad dentro de la complejidad que alberga un evento de este tipo.

Sin ninguna referencia de antemano, ABC.es acudió la pasada Nochevieja a una macrofiesta en pleno centro de la capital para comprobar los pros y contras que se derivan de un evento así. El lugar elegido fue «Moss Madrid», ubicado al término de la calle Atocha y al lado de Kapital, una de las salas más representativas y emblemáticas de la ciudad. En la entrada los 0 grados de los termómetros contrastaban con la interminable cola de espera, cuyo final se avistaba en la esquina con Ronda de Atocha. No obstante, las personas que hubieran adquirido su entrada previamente podían entrar saltándose este tedioso paso, un aspecto positivo que privilegiaba a todos aquellos que habían confiado en los organizadores con antelación.

La indignación crecía en las barras

Nada más entrar un trabajador indicaba el mostrador donde poder dejar la chaqueta. Aunque la fila del ropero no avanzaba con mucha celeridad, la calma era la tónica reinante de un público paciente, conocedor de como son estos espectáculos. Una vez dentro de la sala principal, el espacio y la amplitud llamaban la atención en contraposición a la cantidad de individuos que acabarían entrando. Ni rastro de aglomeraciones en la pista de baile. Una escena que, sin embargo, no se repetiría en los mostradores que disponía el local para satisfacer el servicio de barra libre que ofertaban. A medida que el tiempo transcurría y los metros cuadrados se llenaban, la situación empezó a desbordarse. La indignación de los clientes era latente ante la incredulidad de ver como solo dos camareros eran los encargados de atender a más de 30 personas agolpadas sobre una de las barras.

«Es increíble que solo haya dos camareras, que además carecen de la formación necesaria para atender con rapidez. Parece que estamos mendigando por algo que realmente hemos pagado», explicaba Alberto, de 25 años, mientras a duras penas trataba de llamar la atención en un lateral de la barra. «Al final lo que están consiguiendo es que una sola persona pida diez copas a la vez para no tener que volver. Es un poco caótico», aunque precisaba que por lo demás no tenía queja, «al menos hay buena música y buen ambiente». La tensión crecía por momentos y otras personas mostraban su desconcierto. «Una camarera nos ha dicho que solo se podían pedir dos por persona, y ahora vemos como la gente se está llevando cinco en cada mano».

Por su parte, Luis Miguel destacaba precisamente el poder llevar «cubatas» a los amigos, pero se mostraba también reaccio ante la escasez de personal encargado de servir bebidas. «Es una trampa, pero tampoco es un día para estar cabreado. Venimos a pasarlo bien y eso es lo importante», sentenciaba.

La «trampa» de la barra libre en Nochevieja

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