SPECTATOR IN BARCINO
Vividoras y vividores del cuento
«La izquierda -sanchista o neocomunista- se considera moralmente virtuosa respecto a la derecha; invoca a David y Goliat; aspira a un mejor estatus y blasona de «desinterés» cuando adoctrina a sus huestes»
Vivimos bajo el imperio de las masas advirtió Ortega y ahora vivimos bajo el imperio del relato (victimista) para las masas. La ecuación del izquierdismo infantil funciona así: cultivar el victimismo para que la masa -«gente» en neolengua podemita- se crea «empoderada».
La ... demagogia explota un relato tan estudiado como los planes quinquenales. Para activar las redes neuronales del votante se activan los viejos protocolos del cuento. En 'La ciencia de contar historias' (Capitán Swing) el novelista y periodista Will Storr enumera los ingredientes para que, cual director de orquesta, el narrador manipule a su antojo las emociones de sus receptores: «Un trino de indignación moral por aquí, una fanfarria de juego de estatus por allá, un tintineo de identificación tribal, un estruendo de antagonismo amenazador, un destello de ingenio, unas notas de atracción sexual, un crescendo de problemas injustos, un zumbido distorsionado y urdido a medida que la cuestión dramática se plantea y se replantea de formas nuevas e interesantes: todos ellos son instrumentos capaces de cautivar y manipular montones de cerebros».
La función del relato es convencer a sus consumidores de que son héroes cargados de razón y eso siempre mola. Esa presunta heroicidad, señala Storr, permite tragarse enterito el rancho del cuentista: «Nos hace sentirnos moralmente virtuosos. Nos hace sentirnos como una David relativamente bajo amenazado por Goliats poderosos. Nos hace creer que somos merecedores de un mayor estatus. Nos hace creer que, de alguna manera, somos desinteresados y que nuestros enemigos son egoístas».
Si repasan las intervenciones de Pedro Sánchez, Ada Colau o el rollo eterno de nuestros separatistas cuadra la ecuación. Lo de la caciquil Borràs perseguida por sus ideas es de un victimismo tan obsceno que no malgastaremos una línea en comentarlo.
La izquierda -sanchista o neocomunista- se considera moralmente virtuosa respecto a la derecha (en España, con la sempiterna recurrencia al franquismo); invoca a David y Goliat; aspira a un mejor estatus (de eso no nos cabe duda) y blasona de «desinterés» cuando adoctrina a sus huestes contra lo que el Manifiesto Comunista de Marx y Engels denominó «las aguas heladas del cálculo egoísta».
A falta de argumentos más elaborados y tras el desastre andaluz, Sánchez reparte dinerito público y actualiza al mito de David contra Goliat: «Este es un Gobierno molesto para determinados sectores económicos que tiene sus terminales mediáticas y políticas. Es un Gobierno muy incómodo para determinados poderes económicos… Esto es una realidad que venimos sufriendo de cuatro años a esta parte. Pero no nos van a quebrar, vamos a continuar defendiendo los intereses de la clase media trabajadora». Y Colau, al ver archivada la querella por su presunto reparto de subvenciones a entidades afines, se aferra también a la Biblia y a la teoría de la conspiración aderezada con peronismo.
Los querellantes, aseguró en rueda de prensa, son entidades fantasmas que no sabemos quién financia ni cuál es su finalidad: «Grandes poderes fácticos y económicos» que quieren intimidarla por defender derechos como el del agua o a la vivienda digna: «No lo conseguirán, estamos más motivados que nunca… este ayuntamiento no se compra», clama al más puro estilo Evita, pero sin la gracia porteña para dirigirse a sus «descamisados». Y si la conspiración de los egoístas se queda corta, la alcaldesa plañidera aprovecha el Orgullo LGTBI para reafirmarse como bisexual como si esa orientación equivaliera a un doctorado cum laude por la universidad de Harvard.
Como ya hizo hace cinco años en el programa Sálvame, y por si no nos habíamos enterado, Colau declaró en un video sentirse «muy orgullosa de ser la primera mujer alcaldesa de Barcelona bisexual». A los niños y niñas «que le paran por la calle» les aconseja «que no sientan vergüenza y que no pidan perdón por ser quienes son y sentir lo que sienten y que mucho menos pidan permiso, que sencillamente disfruten y «experimenten».
Colau lleva siete años experimentando con los barceloneses; no en el plano erótico, sino con una ingeniería urbana de matriz colectivista.
Los poderes fácticos y económicos a los que alude no deben ser tan poderosos; o, si lo son, se revelan bastante torpones. La burguesía catalana ya no es lo que era. El independentismo, otro ejemplo del recetario victimista del relato, le comió la tostada a una élite que, como explica Manel Pérez en 'La burguesía catalana' (Península) hace mucho tiempo que perdió la partida. Desde entonces los «hechos» se han sometido a la trama del cuento nacionalpopulista: sea en versión independentista, sanchista o comunera.
Al sustituir los «hechos» de la realidad por el relato, cada receptor –el «hombre masa» de Ortega- orna sus decisiones de (impostado) heroísmo. Y es entonces cuando se lo cree todo «más allá de los inteligentes que nos consideremos», apunta Storr.
«Sumar» titula Yolanda Díaz el próximo cuento. Sumar vividores. Y vividoras.
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