Sánchez da tiempo a ERC para preservar su mayoría en el Congreso
En el Gobierno y en el PSOE hay dudas sobre cómo se comportará Pere Aragonès, pero creen que es factible un escenario de mayor entendimiento. Aunque se evita en todo momento trasladar la idea de que ERC se debilita en su posición negociadora para no molestar a los republicanos
Pedro Sánchez no pudo eludir ayer por la tarde pronunciarse sobre la ruptura del Gobierno de Cataluña. La noticia de que los militantes de Junts Per Catalunya optaban mayoritariamente, con un 55 por ciento de los votos, por salir del Ejecutivo autonómico, saltaba a la luz pública poco antes de la rueda de prensa del presidente del Gobierno en Praga, adonde asistió a la cumbre informal de la Unión Europea (UE) y algunos otros países invitados.
Sin mucho margen, el presidente del Gobierno encaró varias preguntas de los informadores al respecto con una premisa, la de la «estabilidad» necesaria en todos los niveles institucionales y de gobernanza de nuestro país ante, especificó, «estos momentos tan difíciles y complejos», en referencia al escenario de crisis inflacionaria y a la guerra de Putin contra Ucrania. Y a continuación lanzó un mensaje de aliento al presidente catalán, Pere Aragonès, al decir que «sea cual sea la circunstancia del Gobierno catalán siempre vamos a tener tendida la mano en la agenda del reencuentro». Una referencia a la llamada mesa de diálogo que siempre ha sido boicoteada por Junts, hasta el punto de que sus dos últimas reuniones han tenido lugar sin los miembros de esa formación.
Se trata de un órgano oficioso cuya celebración fue exigida en 2020 por ERC, cuando su portavoz en el Congreso, Gabriel Rufián, dejó claro en el debate de la investidura de Sánchez que «sin mesa no hay legislatura». El presidente recordó que el PSC siempre había tenido la mano tendida para alcanzar acuerdos. Su líder, Salvador Illa, ya ofreció, sin éxito, el pasado año su apoyo a los presupuestos catalanes. El nuevo escenario es propicio para volver a hacerlo.
Dos hipótesis por delante
Pero pese a la cautela con la que abordó Sánchez el asunto, aun en caliente, la incertidumbre en Moncloa y Ferraz ante los posibles escenarios que se pueden derivar de lo ocurrido es alta. Nadie se atreve a aproximarse al nuevo escenario con certezas absolutas. Se barajan como factibles dos hipótesis. La primera y más benévola para los intereses de los socialistas es que ERC se acerque en Madrid dado que ahora podría depender del PSC, el partido con más escaños en el Parlament y líder de la oposición autonómica, para mantener a flote el Gobierno regional.
Fuentes del Gobierno consultadas por ABC creen que no habrá problema en volver a sumar a los independentistas para aprobar los Presupuestos Generales de 2023, como ha sucedido los dos últimos años. «Si ERC ha estado dispuesta a forzar este movimiento que le genera incertidumbre en su gobernabilidad allí es para defender sus tesis frente a Junts. No tendría sentido hacer esto para ahora abandonar su estrategia de acuerdos en el Congreso», señalaba un integrante del Consejo de Ministros.
Pero ERC no siempre ha sido un socio fiable para Sánchez, como quedó en evidencia este mismo año con su rechazo a la reforma laboral, una de las grandes apuestas del Gobierno, o durante la pandemia con las prórrogas del estado de alarma. En una y otra ocasión Moncloa tuvo que activar la geometría variable y sacó adelante votaciones decisivas, de manera bastante apurada, gracias al apoyo de una formación tan antagónica a ERC como Ciudadanos. Y eso tampoco se olvida en las filas socialistas.
La legislatura se acorta
El segundo escenario que se contempla no es tan halagüeño. ERC podría marcar distancias con la «izquierda española» que representa el PSOE-PSC viendo que la legislatura catalana tiende a acortarse. La conexión con el PSC, que es formalmente otro partido, es más estrecha que nunca. Se quiere dejar mucho foco a Illa, que reunirá el próximo lunes a su dirección. Y en el entorno del primer secretario del PSC el diagnóstico era desde hace días el de que la legislatura se agotaba independientemente del resultado del referéndum de Junts. Eso haría que ERC no tuviese tampoco intereses en acercarse demasiado a Illa, que será su principal rival en unos comicios. Los socialistas creen que tras el terremoto político desatado ayer, lo que parece claro es que el 2025, año en que en principio terminaría la legislatura catalana, se antoja ya un horizonte demasiado lejano.
Antes del desenlace de ayer, en la parte socialista del Gobierno cundía la sensación de que la sangre no llegaría al río entre ERC y Junts, y se exponía para ello que las encuestas no le sonríen precisamente ahora a los republicanos, a apenas siete meses de las elecciones municipales. Predecir el resultado de la votación en Junts era complicado. Aunque en las filas socialistas cundía la sensación de que los cargos institucionales del partido y su necesidad de una estrategia de preservar sus cargos podría desnivelar la balanza. Pero sucedió lo contrario. La sensación de que era demasiado pronto para hacer un análisis sobre las consecuencias era generalizada en el Gobierno y en la dirección del PSOE. Se quería estar muy atento al tono y a los pasos de Pere Aragonès en la nueva etapa. Y en ningún caso se quería trasladar la idea de que creen que ahora ERC se debilitará en Madrid. Primero porque no es una sensación unánime. Y segundo porque saben que si quieren sus votos no pueden trasladar la idea de que son débiles.