Un viaje en los 'trenes de la vergüenza' que vertebran Cantabria
Recorremos un tramo de las líneas afectadas por los errores de medición. Los viajeros se quejan de un servicio lento y lleno de averías, pero que consideran necesario
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Son las 15.28 del viernes y el tren que cubre la ruta entre Santander y Oviedo arranca con puntualidad británica de la estación de Feve de la capital cántabra. Nos hemos propuesto comprobar en primera persona cómo es el trayecto que deben cubrir los ... trenes que por un error de construcción no caben por los túneles. En realidad, el convoy llegará a Oviedo más de cinco horas después, aunque nosotros nos apearemos antes, en Cabezón de la Sal, todavía en Cantabria. El regreso lo realizaremos en uno de los trenes de cercanías, la otra línea afectada por el insólito error de cálculo.
Seremos en torno a cincuenta los viajeros que emprendemos el trayecto desde Santander. En uno de los asientos individuales de la última fila viaja Araceli Rábago, que todavía lleva mascarilla porque es sanitaria en el hospital de Valdecilla. Es asidua de esta línea y suele utilizar el ferrocarril cada viernes para ir el fin de semana a casa de sus padres, que viven en una localidad cercana a las Cuevas del Soplao.
«Cojo el tren que va a Oviedo y no el de cercanías porque hasta Cabezón de la Sal (el destino de Araceli) hace menos paradas», explica. Aún así se queja de lo lento que resulta el trayecto. De hecho, en el tramo que discurre en paralelo a la autopista nos adelantan prácticamente todos los vehículos. Comprobamos con el GPS del teléfono móvil que en los tramos de más velocidad superamos por poco los 60 km./h. En el recorrido hay zonas que transcurren muy cerca del río Naja y el tren pasa a apenas 10 km./h.
«Va demasiado lento», constata Andrés Calleja, que viaja pocas filas más allá. Él va hasta la localidad de Treceño, también en Cantabria. En realidad, es de los que prefieren el autobús porque es «más rápido y más barato»; este viernes ha cogido el tren porque no le ha quedado «más remedio».
La baja velocidad a la que circulan los trenes se debe, en gran medida, a la compleja orografía de la zona. El trayecto está lleno de puentes y túneles para poder salvar un tramo que transcurre a los pies de la cordillera Cantábrica. A todo ello se suma la falta de inversiones de los últimos años. Tanto es así, que Cantabria es la comunidad autónoma de España que más tráfico ferroviario ha perdido. Un estudio de 2019 aseguraba que los viajeros que utilizan el tren en sus desplazamientos se habían reducido en 1,2 millones en una década.
Problemas técnicos
Los usuarios denuncian que, como consecuencia de esa falta de inversión, los trenes sufren averías constantes que añaden retrasos a un sistema de transporte de por sí lento. Ángeles Ruiz hace habitualmente el trayecto entre Torrelavega y San Vicente de la Barquera. En condiciones normales el trayecto dura una hora. Sin embargo, Ángeles ha decidido que no lo cogerá más los domingos «porque es una odisea«. Su experiencia es que en ese día crítico los retrasos por incidencias técnicas son aún más habituales. »Muchas veces llegas a la estación y anuncian que en lugar del tren va a venir un autobús«, lo que se traduce en largas horas de espera en estaciones no siempre confortables.
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Las averías están tan a la orden del día que María Luisa Guerrero y María Luisa García, madre e hija, podrían escribir un libro con todas las peripecias que han vivido en esta línea. Viven en Bilbao pero tienen una segunda residencia en una pedanía poco más allá de Cabezón de la Sal, y el tren es la única forma que tienen de llegar hasta allí sin depender de que alguien las lleve o las traiga. Hoy creen que podrán llegar hasta su pueblo, aunque suele ser muy habitual que al llegar a Cabezón de la Sal tengan que hacer el último tramo en un taxi que les costea Feve.
«Una vez nos tuvimos que bajar en medio de una buena nevada porque el tren cogió fuego», rememora María Luisa Guerrero. Su hija asiente y asegura que no ha sido la única vez que se han encontrado con un incendio a bordo, aunque siempre de consecuencias menores. Reconocen que desde que cambiaron las locomotoras antiguas el tren ha mejorado mucho en limpieza, pero las averías siguen estando a la orden del día. «Más de una vez nos ha tocado bajarnos en mitad de las vías», aseguran. En alguno de sus viajes también se toparon con operarios, creen que de Adif, que con chaleco reflectante y plano en mano parecían estar tomando medidas de algunas zonas del recorrido. «Un día había unas doce personas con metros midiendo las estaciones», relatan. Por eso no entienden qué ha pasado para que los trenes no quepan por los túneles.
«Se hace eterno»
En realidad, son pocas las personas que han vivido la experiencia de recorrer los 215 kilómetros del trayecto completo entre Santander y Oviedo. De hecho, una vez pasado Torrelavega, el segundo gran núcleo urbano de Cantabria, apenas seguimos a bordo dos decenas de viajeros. María Luisa y María Luisa, madre e hija, hicieron todo el recorrido una vez y reconocen que «se hace eterno».
No es para menos. El tren tarda unas cinco horas y media en completar un trayecto que en coche nos llevaría unas dos horas. Miguel Ángel Revilla, presidente de Cantabria, bromeó en una ocasión con que los viajeros llevaban «comida y juegos de cartas» en los trayectos. Y es que, en el tren no hay más servicios que un pequeño baño junto a una de las locomotoras.
El tren tarda cinco horas y media en un trayecto que en coche ser haría en dos
«Lo peor llega cuando se hace de noche, ya no te puedes entretener viendo el paisaje y no sabes ni por dónde vas«, describe María Luisa, hija. De ahí que muchos de los que cogen este tren lo hagan por necesidad. La línea es, para muchas personas mayores, la única forma de llegar a pueblos pequeños sin depender de un coche.
También los hay, como Iñaki Cobo y Naja Von Besfen, que han subido a bordo por el placer de 'viajar sin prisas'. Esta joven pareja viaja hasta Ribadesella para pasar el fin de semana con un amigo. El tren les permite, además, realizar el recorrido junto a su perro, que puede viajar con mayor libertad de lo que lo haría en un autobús. «Son como unas minivacaciones», explican maravillados con el paisaje que vemos a nuestro alrededor.
Un recorrido bucólico
Lo cierto es que el día está claro y el trayecto pausado permite disfrutar de los verdes valles cántabros. Una vez pasada Torrelavega los núcleos urbanos son cada vez más pequeños, y se suceden los paisajes bucólicos llenos de ovejas y ermitas románicas. «Este recorrido es de lo más bonito que hay en España», opina María del Mar Díaz, que está sentada muy cerca de la joven pareja. Ella va hasta Unquera, y teme que la falta de inversiones termine con una línea que considera indispensable.
Entre bromas por el fallo de medidas de los trenes llegamos a Cabezón de la Sal, nuestro destino. Con nosotros se apean aproximadamente la mitad de los viajeros que todavía venían desde Torrelavega y son menos de diez los que continúan el trayecto hacia Asturias. Hasta Oviedo todavía tienen por delante más de cuarenta paradas.
La vuelta la realizamos en uno de los trenes de cercanías que también están afectados por los errores de medición. El ambiente es muy diferente y el tren algo más incómodo. La línea realiza paradas en prácticamente todas las localidades que se encuentra a su paso y el trasiego de viajeros que suben y bajan constantemente es mayor. En coche ir de Santander a Cabezón de la Sal nos hubiera llevado una media hora. Para venir, en el tren de media distancia, hemos tardado poco más de una hora, pero la vuelta se ha prolongado hora y media.
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