Bilbao recupera su esencia cervecera
Tras casi cuarenta años de letargo, la emblemática La Salve ha inaugurado su nueva fábrica en Bolueta
Cuatro décadas después, un grupo de promotores vizcaínos encabezados por Jon Ruiz y Eduardo Saiz «despertó» de su letargo a la cervecería La Salve , emblema del Bilbao de la primera mitad del siglo XX. Apenas unos meses bastaron para que la marca, que volvió a cobrar forma en 2014, alcanzara posiciones de privilegio en el mercado. De hecho, hoy es la cuarta más laureada en el País Vasco, donde el pasado ejercicio comercializó 1,4 millones de litros . El proyecto continúa al alza, y esta misma semana se ha procedido a la inauguración de la nueva fábrica de la empresa en el barrio de Bolueta. Una instalación que ha requerido una inversión de dos millones de euros y que dará trabajo a siete personas.
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No es baladí la responsabilidad con la que cargan Ruiz y su equipo, quienes parten con el objetivo de defender una firma simbólica que data del año 1886. Una compañía que fue fundada por José Schumann y que, con el paso del tiempo, pasó a ser propiedad de la familia Pérez-Yarza , la cual regentaba numerosos negocios de alimentación y hostelería como los cafés Boulevard y Arriaga, el Bar Carabanchel y el Hotel Excelsior. Bajo su dirección, la cerveza se convirtió no solo en una seña de identidad de Bilbao a nivel comercial, sino también en un nexo de unión para los vecinos de la villa, que acostumbraban a reunirse en la famosa Cervecera de la Casilla. Sin embargo, la actividad de la compañía decayó paulatinamente hasta su cierre definitivo en el año 1978.
Los propios Pérez-Yarza forman parte también del nuevo proyecto, recuerda Eduardo Saiz, que define La Salve como un «diamante» que se mantuvo en el pensamiento de sus antiguos clientes incluso durante su etapa de inactividad: « Está en el ADN de los consumidores , es una marca emblema», afirma en declaraciones a ABC. En este sentido, el promotor admite que utilizar el antiguo nombre de la cerveza les permitió comenzar con una evidente «ventaja competitiva» que habría sido imposible de adquirir a través de una nueva denominación.
Nostalgia
De hecho, Saiz insiste en que muchos de los clientes actuales de La Salve son los mismos que los que la disfrutaban en la década de los 50 y los 60, lo cual les obliga a ser «respetuosos» con el sabor y el pasado de la cerveza. En este punto cobra relevancia la figura de los Pérez-Yarza, quienes facilitaron la información necesaria para que la bebida se asemeje lo máximo posible a la que se comercializaba en el pasado : «Organolépticamente quizá no sea la misma, pero los consumidores lo sienten así porque la baza más importante es la emoción, el sentir que es lo que bebías hace tantos años», argumenta el empresario, que añade que el producto también ha conseguido «satisfacer las expectativas» de un mercado jóven sediento de productos «diferentes» y alejados de los gigantes empresariales.