Un «hamman» turco en el corazón de la Castellana
El hotel Villa Magna estrena un exclusivo espacio, heredero del eclecticismo del palacio que hasta 1965 ocupó su solar
En el solar en el que se levanta hoy el Hotel Villa Magna aún dan sombra los árboles del que fuera el jardín que mandó construir el banquero Juan de Anglada para su palacio en 1870. Sus centenarias copas alcanzan casi la altura del actual edificio y sobrepasarían, de seguir en pie, las dos plantas de una construcción tan exótica que acabó arruinando a su dueño. El palacio que dejó hueco al hotel a finales de los años 60 –conocido primero como el del duque de Anglada y, después, de Larios– fue ejemplo del eclecticismo de moda en la época con una mezcolanza de estilos neogipcio, griego, renacentista o neoclásico, entre otros. Pero su joya fue una réplica del Patio de los Leones realizada por el restaurador de la Alhambra, Rafael Contreras.
Sobre ese recuerdo, y heredero de esa filosofía que toma lo mejor de cada estilo y de cada cultura, el Villa Magna acaba de crear en su sótano un rincón tan inspirador y exclusivo que bien podría haber pedido Anglada para su residencia: un auténtico « hammam », realizado con toneladas de mármol blanco traído ex profeso desde Turquía. El espacio forma parte del recién inaugurado Mytha Spa.
La efervescencia hotelera que vivió Madrid durante el año pasado con altos niveles de inversión y numerosas aperturas ha dado paso a un nuevo escenario, en el que los propietarios han decidido reinvertir en su reposicionamiento. Empujados a sofisticar su oferta, pugnan por demostrar que hay categorías dentro del propio lujo con nuevos servicios con los que seducir a su exclusiva clientela.
Así, bajo el bullicio de la Castellana , han creado un rincón destinado al relax con más de 450 metros cuadrados. Está dividido en varias estancias que siguen el esquema de este tipo de baños con una zona húmeda, el propio «hammam» y una sala de relajación, pero con los detalles sofisticados de un cinco estrellas gran lujo. El mármol travertino y la madera de mongoy crean una atmósfera en la que el agua aporta el toque mediterráneo. «Todo está diseñado para alcanzar una conexión muy especial con la persona que viene a recibir su tratamiento», explica su responsable Olga Urban, formada en todas las disciplinas del masaje que aplican –de tejido profundo, antiestrés, sueco, deportivo, «thai» tradicional o de piedras calientes, entre otras–.
El ritual del baño
El ritual sigue los cánones de la tradición adaptados a altos niveles de lujo. Además de los materiales que se han empleado para su construcción, se han importado otras tradiciones como el uso de guantes «kessa». «Aplicamos agua caliente sobre el cuerpo antes de lavarlo con jabón negro. Después usamos el guante “kessa” para exfoliar –o piedra de alumbre, para pieles muy sensibles–. Tras ello se aplica la espuma y se realiza el masaje», explica Olga. El ritual, sobre una piedra caliente y un ambiente de 46 grados, termina con el lavado del pelo, el aclarado del cuerpo y un baño en aceites perfumados, antes de secar con ligeros toques la piel. «La sensación es la de estar en una nube», asegura.
En su versión premium –el « Hamman Real »– la espuma se sustituye por una mascarilla blanca de «Cleopatra» con miel y jalea real. «Es muy rica en minerales, drenante y aporta luminosidad a pieles apagadas», describe. Este servicio, de 75 minutos, incluye el masaje corporal y facial.
Previa al «hamman», hay una zona húmeda. «Recomendamos estar 30 minutos antes en la sauna, el baño turco o el jacuzzi para abrir la piel». A ello se suman otros atractivos como la ducha de sensaciones, una sala de relax –con una selección de tes elegido por el maitre del hotel– y habitáculos privados para tratamientos individuales o en pareja con camillas térmicas. « Personalizamos todo para cada cuerpo y estado de ánimo», concluye Olga Urban.